No, la gracia está en dedicarse al hate-watching de esas series que tienen prácticamente todo para odiar, y que en cambio nos resultan terriblemente entretenidas. Esas series que justamente hacen que pasarse el rato comentando la estupidez de sus personajes, de lo que ocurre o de la propia serie en general resulte entretenidísimo. Y, si bien es cierto que no soy muy de tener una mayoría de series de este tipo entre mis habituales, sí que opino que siempre está bien tener al menos una. Por eso de que como desestresante son absolutamente maravillosas. Sin embargo, desde que acabó The Newsroom no tenía ninguna serie que ocupara ese puesto. Hasta que llegó The Slap, claro.
Porque una cosa que quede clara: la versión USA de The Slap es mala. Bastante mala. La base podría ser interesante, conste, pero lo utilizan y lo desarrollan todo de una forma tan espantosamente errónea que no podemos hacer otra cosa que mirar fascinados entre el horror y la carcajada. Porque para eso sí que sirve, y mucho. Pero eso no la convierte en una buena serie, claro.
La serie y todo lo que ocurre en ella gira alrededor de un evento: una fiesta de cumpleaños que reúne a un grupo de personajes dignos de la versión de mercadillo del universo de los domingos en HBO, uno de ellos (Zachary Quinto) le da una bofetada al hijo de unos de los invitados por su mal comportamiento. Este incidente se va complicando y afectando a todos ellos por distintos motivos y de distintas maneras que iremos viendo a lo largo de los episodios. Hasta ahí bien.
Porque ahí está la cosa: todos ellos se merecen varias bofetadas. Empezando por mini-Hitler y acabando por el personaje de Zachary Quinto, y pasando entre medias por todos y cada uno de los demás personajes. Sin excepción. Y con especial ímpetu en el caso de Rosie, la madre de mini-Hitler.
Rosie, interpretada por Melissa George, que por lo visto sigue mintiendo descaradamente en su currículum con eso de que es capaz de camuflar su acento aussie y sonar a estadounidense, representa todo lo que está mal en la sociedad. Está mal llamar a otros malos padres, pero si hay una definición de libro de lo que es una mala madre, esa es Rosie, cuyo principal equivalente en la ficción probablemente sea Lady Arryn de Game of Thrones.
Con lo que al final se nos pasan los cuarenta minutos de cada episodio prácticamente sin darnos cuenta. Y en esos cuarenta minutos hemos abofeteado a todos los personajes en nuestra mente, los hemos insultado, nos hemos reído de ellos y, sobre todo, nos hemos muerto de ganas de ver la versión alternativa de Gossip Girl que produce (o escribe, o yo qué sé) el personaje de Uma Thurman. Cuarenta minutos en los que, a pesar de todo, o quizá precisamente por todo esto, nos lo hemos pasado pipa.