El Partido Cristianodemócrata alemán (CDU) de Angela Merkel acaba de presentar una solemne declaración a su país y al mundo en la que define el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel de antisemita, a la vez que lo hermana con el nazismo.
Es una noticia difícil de encontrar en la prensa no alemana, quizás porque sorprende la identificación de los ultraizquierdistas y otros “progresistas” del BDS con quienes ejecutaron a seis millones de judíos.
La declaración podría provocar reacciones violentas de la parte más radical de los cinco millones de musulmanes residentes allí, de ellos un millón de nuevos refugiados en un año, que odian profundamente a los judíos.
“Quien bajo la bandera del BDS llama hoy a boicotear los bienes y servicios israelíes habla el mismo idioma que la gente que llamaba a no comprar a los judíos bajo los nazis”, dice el CDU, que califica ese movimiento como “el nuevo vestido en el siglo XXI” de los boicots nazis de los años 1930 que llevaron al Holocausto.
Lo que no recoge el comunicado es al daño que le hace el BDS, cuyos activistas no todos son nazis pero sí acogen a todos los nazis, a los musulmanes que viven y trabajan en Israel.
En esa democracia de 8,2 millones de habitantes, los 2,1 millones de no judíos, mayoritariamente palestinos, tienen su representación parlamentaria.
Y le facilita trabajo, sanidad, estudios y demás servicios a esa población árabe con los mismos derechos que los judíos porque la mayoría posee nacionalidad israelí.
Su nivel de vida es muy superior al de sus vecinos, pero entre esos pobladores hay también yihadistas que atentan con bombas, pistolas, coches, y cuchillos en autobuses, calles o cafeterías contra los ciudadanos indefensos.
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SALAS
Por error introduje antes una tira que no corresponde al gran Salas. Esta es la correcta: