Os tengo que confesar que no conocía esta palabra. Bolardo. Al parecer se llaman así a esos postes de pequeña altura, de piedra o metal, que sirven para impedir el acceso de los vehículos a determinadas zonas. Pero antes de que los desgraciados atentados que hemos sufrido en Barcelona pusieran sobre la mesa el debate sobre su utilización como elementos de seguridad, los bolardos para mí eran unos auténticos desconocidos.
Y no debo andar muy desencaminado, cuando el debate sobre estos elementos está siendo utilizado políticamente para insultar y atacar a la alcaldesa de Barcelona, tachándola de negligente al no haberlos puesto en las Ramblas y responsabilizándola por tanto de los atentados. Así lo han hecho el Ministro del interior o el párroco del barrio madrileño de Cuatro Caminos, en una actitud tan despreciable y falta de ética como la que supone la utilización de un episodio tan doloroso, del cual los únicos culpables son los terroristas, para intentar desacreditar un gobierno municipal y sacar rédito político. Si fuese un insulto, estos dos personajes lo describirían a la perfección. Dos bolardos.
Pero no lo es. A estas alturas ya tenemos todos claro que los bolardos son esos elementos de distintos tamaños y formas que vemos por las calles de nuestros pueblos y ciudades y por extensión se están llamando así a todos los parapetos, maceteros y obstáculos que se utilizan para proteger determinadas zonas del acceso de vehículos.Cuando el terrorismo ha decidido utilizar los vehículos como arma contra la población, los bolardos han pasado a ser un elemento muy importante para la seguridad en el que, hasta entonces, no habíamos reparado demasiado.
Pero como sabéis, los asuntos de seguridad no son la especialidad de este blog. Nos dedicamos más bien al Trabajo Social y los Servicios Sociales, y todo este asunto de los bolardos me ha hecho preguntarme si en nuestro sistema no serían necesarios también unos cuantos de estos elementos. Porque tengo la sensación de que el Sistema de Servicios Sociales (y de esto hemos escrito mucho) se encuentra invadido y atacado permanentemente. Si de protección hablásemos, no tendríamos ninguna. Permitimos que las definiciones sobre qué, cuando y cómo tenemos que hacer se nos hagan desde fuera y terminamos acometiendo funciones que ni nos son propias ni responden a nuestro objeto. Cualquiera, desde el más cercano ciudadano hasta el cargo político de turno, pasando por toda la pléyade de profesionales de otros sistemas, asociaciones y entidades de cualquier nivel, se permiten indicarnos qué tenemos que hacer ante tal o cual problemática social (me da igual individual o colectiva), con requerimientos faltos de cualquier análisis y fundamento, muchas veces contradictorios y que, en demasiadas ocasiones nos vemos empujados a implementar.Tengo claro por tanto que necesitamos bolardos. Señalaré tres, de los muchos que hemos ido planteando a lo largo de muchas entradas en este blog.