El domingo Bolivia votó, y nuevamente fue, sin ninguna duda, un voto por el 21F. Primero, coincido con Juan Cristóbal Soruco en que las elecciones fueron deslucidas y hasta anodinas, porque no hubo debates, algo fundamental para decidir el voto. Esto principalmente porque el candidato del binomio ilegal, favorito según las encuestas, jamás participó en un debate consciente de sus propias incapacidades; y porque el segundo siempre se ubicó en su propio Olimpo. Además, las propuestas se quedaron en general en las páginas no leídas de los programas de gobierno. Con lo cual, “faltó la alegría de la campaña”, en palabras de Carlos Valverde.A no dudar que estas fueron las elecciones más sui géneris de toda nuestra democracia. Las más largas, con primarias inútiles (solo para justificar la ilegitimidad del binomio oficial), con candidatos que subían y bajaban de las postulaciones, con un Órgano Electoral que se contradecía todo el tiempo; y de yapa, con un candidato outsider que condujo a la Democracia Cristiana a su posición más conservadora (y evangélica) de su historia, pero que le permitió mantener su personería. Algo que no pasó con otros cinco partidos: el Movimiento Tercer Sistema, más radical que el MAS (del cual se desgajó y al que ahora podría volver); PAN-BOL; Frente Para la Victoria; UCS, lejos de Max Fernández y ahora desahuciando las esperanzas de que su hijo regrese a competir en política; y el MNR, un partido que otrora marcó la historia de Bolivia, pero que hace años avanzaba a una muerte agónica.No voy a analizar los resultados preliminares (el conteo rápido del TREP fue interrumpido injustificadamente), voy a futuro. Concuerdo con Fernando Mayorga en que el próximo gobierno (ya sea dirigido por Mesa o Morales) será “inestable, precario y con un mandato inconsistente”. Con lo cual enfrentará potenciales crisis institucionales, porque ambos recibieron votos antagónicos. Mesa para que saque al MAS del poder (“cambio”), y Morales para que continúe con su proceso clientelar (“para que nada cambie”). Independiente de cuál de los dos gane finalmente, será tan poco el spread de votos (sin fraude) que dará pie a una escasa gobernabilidad. Por ello, coincido con Valverde cuando afirma que “la elección se define ahora; el poder, en marzo”, según como lleguen entonces el MAS, Comunidad Ciudadana (CC) y los Demócratas.La Asamblea estará conformada de una manera muy similar a la de 2005. Un Senado dividido sin mayoría y una Cámara Baja con una presunta mayoría mínima en favor del MAS. Si Mesa gana el balotaje, tendrá que abandonar el inútil prejuicio de creer ser “el presidente de los ciudadanos”. Algo que en 2005 fracasó, y ahora será incluso más complicado, porque el voto en segunda vuelta no sería por él, sino sobre todo contra Morales y el MAS. Si gana Morales, con los restos de la billetera puede cambiar la polaridad de ambas Cámaras, como antes hizo, más aun considerando que la bancada de Mesa estaría conformada por invitados, entre ellos exparlamentarios masistas.Por último, como dijeron Iván Arias y Remy Ferreira, habrá parlamentarios cruceños del MAS y de Comunidad Ciudadana que responderán a los proyectos centralistas que combatieron el llamado de los cabildos autonomistas de 2004 y 2005. El “voto útil” cruceño (la más efectiva estrategia de CC, que sustituyó la inutilidad y contraproducencia de la judicialización y de los silencios y que estaría viabilizando una segunda vuelta) que, de carambola, fue un voto centralista.La humildad, algo que es escaso en la política y que refulge cuando aparece, debe marcar tanto a Mesa como a Morales. Es importante que Mesa entienda que él no ganó los votos, sino que Evo los perdió. Ninguno fue ganador nato. Confío en que el pueblo boliviano sí lo sea.
El domingo Bolivia votó, y nuevamente fue, sin ninguna duda, un voto por el 21F. Primero, coincido con Juan Cristóbal Soruco en que las elecciones fueron deslucidas y hasta anodinas, porque no hubo debates, algo fundamental para decidir el voto. Esto principalmente porque el candidato del binomio ilegal, favorito según las encuestas, jamás participó en un debate consciente de sus propias incapacidades; y porque el segundo siempre se ubicó en su propio Olimpo. Además, las propuestas se quedaron en general en las páginas no leídas de los programas de gobierno. Con lo cual, “faltó la alegría de la campaña”, en palabras de Carlos Valverde.A no dudar que estas fueron las elecciones más sui géneris de toda nuestra democracia. Las más largas, con primarias inútiles (solo para justificar la ilegitimidad del binomio oficial), con candidatos que subían y bajaban de las postulaciones, con un Órgano Electoral que se contradecía todo el tiempo; y de yapa, con un candidato outsider que condujo a la Democracia Cristiana a su posición más conservadora (y evangélica) de su historia, pero que le permitió mantener su personería. Algo que no pasó con otros cinco partidos: el Movimiento Tercer Sistema, más radical que el MAS (del cual se desgajó y al que ahora podría volver); PAN-BOL; Frente Para la Victoria; UCS, lejos de Max Fernández y ahora desahuciando las esperanzas de que su hijo regrese a competir en política; y el MNR, un partido que otrora marcó la historia de Bolivia, pero que hace años avanzaba a una muerte agónica.No voy a analizar los resultados preliminares (el conteo rápido del TREP fue interrumpido injustificadamente), voy a futuro. Concuerdo con Fernando Mayorga en que el próximo gobierno (ya sea dirigido por Mesa o Morales) será “inestable, precario y con un mandato inconsistente”. Con lo cual enfrentará potenciales crisis institucionales, porque ambos recibieron votos antagónicos. Mesa para que saque al MAS del poder (“cambio”), y Morales para que continúe con su proceso clientelar (“para que nada cambie”). Independiente de cuál de los dos gane finalmente, será tan poco el spread de votos (sin fraude) que dará pie a una escasa gobernabilidad. Por ello, coincido con Valverde cuando afirma que “la elección se define ahora; el poder, en marzo”, según como lleguen entonces el MAS, Comunidad Ciudadana (CC) y los Demócratas.La Asamblea estará conformada de una manera muy similar a la de 2005. Un Senado dividido sin mayoría y una Cámara Baja con una presunta mayoría mínima en favor del MAS. Si Mesa gana el balotaje, tendrá que abandonar el inútil prejuicio de creer ser “el presidente de los ciudadanos”. Algo que en 2005 fracasó, y ahora será incluso más complicado, porque el voto en segunda vuelta no sería por él, sino sobre todo contra Morales y el MAS. Si gana Morales, con los restos de la billetera puede cambiar la polaridad de ambas Cámaras, como antes hizo, más aun considerando que la bancada de Mesa estaría conformada por invitados, entre ellos exparlamentarios masistas.Por último, como dijeron Iván Arias y Remy Ferreira, habrá parlamentarios cruceños del MAS y de Comunidad Ciudadana que responderán a los proyectos centralistas que combatieron el llamado de los cabildos autonomistas de 2004 y 2005. El “voto útil” cruceño (la más efectiva estrategia de CC, que sustituyó la inutilidad y contraproducencia de la judicialización y de los silencios y que estaría viabilizando una segunda vuelta) que, de carambola, fue un voto centralista.La humildad, algo que es escaso en la política y que refulge cuando aparece, debe marcar tanto a Mesa como a Morales. Es importante que Mesa entienda que él no ganó los votos, sino que Evo los perdió. Ninguno fue ganador nato. Confío en que el pueblo boliviano sí lo sea.