Fiel a un guión oculto, Bolsonaro, además, ocupará con militares varios ministerios, la vicepresidencia del Gobierno y otros altos cargos de la Administración –no en balde él mismo es un excapitán retirado, aunque expulsado del Ejército-, permitiendo que los uniformados vuelvan a dirigir departamentos clave del Gobierno, cosa que no se producía desde los tiempos de la dictadura militar de Humberto de Alencar (1964-1985). Asombra sobremanera esa “tutela” militar de un Ejecutivo que se aparta, así, de los estándares democráticos al uso, en que civiles elegidos por la voluntad soberana del pueblo pilotan el país y dirigen la acción política. El “tufo” castrense del futuro Gobierno apesta antes incluso de destapar la olla, aunque es coherente con las propuestas antidemocráticas y autoritarias del entonces candidato y ya electo presidente de Brasil, el extremista Bolsonaro, un nuevo canalla de extrema derecha, cuyos discursos a favor de las armas, la tortura o el encarcelamiento y exilio de opositores auguraban tal deriva autoritaria y cuasidictatorial.
Por si faltase alguien a la pléyade de ultraconservadores filofascistas que emergen en el mundo, donde destacan Trump, Salvini, Farade u Orbán, entre otros, llega ahora Bolsonaro, el último canalla, para completar el cuadro. Las dentelladas que su giro autoritario propiciará a los derechos y libertades que hasta hora disfrutaban los brasileños y la agitación que causarán las prometidas políticas neoliberales, supremacistas y ultranacionalistas que ha asegurado implementar, provocarán brechas y profundas divisiones no sólo en el país, sino también en la región y en un mundo interdependiente, de consecuencias imposibles de valorar. De entrada, ya hay tendencia a no respetar a las minorías, en especial por su condición sexual, y al resurgimiento de la xenofobia, la islamofobia y la aporofobia en el discurso de esa élite evangélica, pudiente y racista que representa el nuevo presidente ultraderechista brasileño. Y la propuesta de proteccionismo comercial, neoliberalismo económico, cuestionamiento del cambio climático, seguidismo en política exterior de la “doctrina Trump” y otras medidas, como un probable traslado de la Embajada de Brasil a Jerusalén, pronostican unos venideros tiempos “bolsonaros” de agitación y quebranto social, político y económico.
Y es que, haciendo bueno el refrán, por si faltaba alguien, con Jair Bolsonaro parió la abuela. Sólo resta que España se apunte también al new age del ultraconservadurismo “sin complejos”, sectario y autoritario. Y pasos se están dando en tal sentido.