El capitán despechado. El mismo Jair Bolsonaro, que le confesó “I love you” a Donald Trump en Nueva York hace tres meses aseguró, en Brasilia, que ya no idolatra a su colega. Junto al portón de acceso al Palacio de Alvorada dijo “yo creo en Trump (..) tenemos una amistad” y luego se corrigió, “no voy a decir amistad, yo no visité su casa ni él la mía, tenemos un trato bastante cordial”. De ese modo reaccionó ante el anuncio del lunes pasado sobre el aumento de las tarifas norteamericanas aplicadas al acero y el aluminio exportados por Brasil.
Quien sigue sus declaraciones matinales al salir de Alvorada habrá notado a un Bolsonaro casi irreconocible. Apocado, habló apoyándose en la valla de seguridad y llegó a bajar la cabeza. Con el lenguaje corporal de alguien abatido por un revés político severo: el desaire de Trump, a quien más de una vez dijo admirar y emular. Nunca se ofendió cuando , en la campaña electoral de 2018, corresponsales extranjeros lo definieron como el “Tump de los trópicos”.
Habitualmente se manifiesta a los gritos ante los reporteros de guardia en el palacio. No son raros sus insultos como los que profirió meses atrás, en ese mismo lugar, a la ex presidenta Michelle Bachelet cuando defendió a la dictadura y la tortura chilenas.
Ahora, con la voz más baja, propuso buscar una solución negociada a la crisis comercial a pesar de la prepotencia del magnate norteamericano que anunció las barreras a través de Twitter. “Que un amigo hable mal por una vez no es motivo para que uno le de la espalda” sostuvo con tono conciliador.
Alegó que la dimensión de Brasil es insignificante frente a la de Estados Unidos. “Nosotros somos los pobres, la economía de ellos es no sé cuántas veces más grande que la nuestra, nosotros tenemos un revolvercito y ellos tienen una (pistola) punto cincuenta”.
El lunes Trump cuestionó la devaluación del real, que se depreció casi el 10 por ciento en lo que va del año, como otro motivo para cerrar su mercado. Un arrgumento rebatido por Bolsonaro y por su ministro de Economía, el neoliberal extremo Paulo Guedes. Hay una “exageración” en el tema del cambio, ocurre que “el mundo está globalizado, y la guerra comercial entre Estados Unidos y China influencia en el precio del dólar aquí” planteó el mandatario de ultraderecha. Y acotó que la devaluación podría haber sido aún más pronunciada si no hubieran habido intervenciones del Banco Central para contenerla.
Tal vez China sea la causa del disgusto norteamericano luego de que el presidente Xi Xinping propuso invertir cien mil millones de dólares en Brasil durante la reciente cumbre de los BRICS. A cambio de ese aporte de capital el mandatario asiático solicitó que Brasilia permita la instalación de las gigante de las telecomunicaciones Huawei, con su tecnología para la pataforma 5 G.
Una periodista de la BBC repasó las promesas inclumplidas y ventajas obtenidas por Trump desde marzo, cuando recibió a su colega btasileño en la Casa Blanca. En esa lista se destacan el aumento de las exportaciones de etanol, gracias a la reducción de los aranceles brasileños, y la autorización para que militares norteamericanos se instalen la base de espacial de Alcántara.
En contrapartida Bolsonaro no obtuvo casi ninguna recompensa, salvo el aún inconcluso nombramiento como miembro, semipleno, de la OTAN.
Siete a uno
El balance de la BBC dio una victoria 7 a 1 del magnate republicano sobre el militar retirado, un resultado comparable a la goleada sufrida por Brasil ante Alemania en la Copa del Mundo de 2014.
La mirada de esa cadena británica sobre el amor no correspondido de Bolsonaro hacia Trump, se emparenta con el análisis de The Washington Post. El diario dedicó un largo artículoa la “humillante derrota diplomática” sufrida por un gobernante que “invirtió un gran capital político” en una alianza que amenaza con desmoronarse.
El desplante del lunes pasado es más ofensivo aún, si se toma en cuenta que Bolsonaro antes que encuadrarse con la política externa norteamericana se asumió como un soldado de Trump, descuidando las relaciones con el Partido Demócrata. A tal punto que su hijo, Eduardo Bolsonaro, llegó a posar con una gorra de campaña a favor de la reelección del republicano en 2020.