Bombas de racimo

Publicado el 23 julio 2010 por ArÍstides



LO PRECEDENTE NO ES DE FIAR

El Sol saldrá a las 6,03h. y se pondrá a las 18,10h.

Acabo de ver un programa en la TV de cómo unos abnegados militares se afanan en desactivar minas antipersona. Están de moda, y no faltan reportajes en los que se muestran sus efectos sobre la población civil. Está bien que así sea, pero sería mejor si los medios de comunicación hicieran incidencia sobre las “bombas de racimo”. Éstas en realidad se componen de un contenedor que, después de ser lanzado, se abre pocos metros antes de caer a tierra desparramando un racimo de proyectiles de distinto tipo. Su finalidad es, además de destruir al enemigo, dificultar el paso de tropas y evitar las concentraciones de transportes blindados.

En la práctica, muchas de ellas no llegan a explosionar y quedan ocultas en el suelo. A partir de ese momento pasan a comportarse como si de minas antipersona se trataran. Su carga mortal permanece inerte hasta que alguien las pisa y las hace explosionar, con la diferencia de que su peligrosidad es enormemente mayor, al estar diseñadas para neutralizar carros de combate. Son de uso común en todos los ejércitos y aunque desde al ataque Israelí a los Altos del Golán o desde la Guerra del Golfo no ha habido oportunidad de ser utilizadas para lo que se crearon, en la realidad se han usado en Kosovo, el Líbano, en la invasión de Irak o por las fuerzas de la OTAN en Afganistán. En ambos países cayeron sobre escuelas, terrenos de cultivo, plantas eléctricas o aldeas.

Son millones las submuniciones de este tipo las que pueblan las tierras en las que ha habido conflictos armados y que han sido utilizadas por las fuerzas de la OTAN en sus misiones de disuasión. Según la organización Handicap International, en el 2006 había 11044 muertes confirmadas por este tipo de armamento aunque, ante la dificultad de realizar controles exhaustivos, estiman que en los 23 países analizados puede haber unas 100.000 víctimas. Con la gravedad añadida de que el 98% de los muertos fueron civiles, frente a un escaso 2% de bajas militares en actos de guerra o de desminado.

No está mal que las imágenes de TV muestren a fuerzas de la OTAN desactivando minas antipersona, pero estaría mejor que denunciasen su uso en conflictos en los que las tropas españolas están presentes según, al decir de algunos, en misiones de paz como miembro de la misma Alianza. La misma que regó Afganistán (2001-2002) con 1200 bombas que portaban 250.000 submuniciones o Kosovo donde, en 1999, la OTAN arrojó 1800 bombas de racimo con 300.000 submuniciones.

El que fueran de nuestro equipo y el que anduvieran militares con la enseña de la roja entre medio, desde luego, no da derecho a utilizar un tipo de armamento cuyas consecuencias recaen sobre la población civil a la que se dice proteger. Quizás tenga que llegar un día en el que alguno de esos políticos que se acercan a la guerra con traje de domingo tenga algo que explicar al respecto.