Resulta curiosa la manera en la que dicho género se extinguió a principios de los años setenta. Salvo honrosas excepciones, protagonizadas por gente tan solvente como Clint Eastwood o Kevin Costner, para visionar las grandes joyas del western hay que retroceder varias décadas en el tiempo. Por eso es de celebrar que un debutante como Craig Zahler se haya atrevido a rescatar los aires clásicos de autores que definieron el género, como John Ford o Howard Hawks y haya sabido mezclarlos con un toque tarantinesco, respecto a los diálogos de los personajes y sobre todo en cuanto a la concepción del último tramo de la pelicula, en el que la trama se oscurece y se convierte en un cuento gore de terror. Esto último no quiere decir que géneros en principio tan incompatibles estén mal integrados, todo lo contrario. Precisamente en ésto estriba el principal mérito de Zahler, que ha filmado una obra bastante redonda y con coherencia interna.
A pesar del bajo presupuesto del que se partía, cada dólar gastado en Bone Tomahawk está bien invertido. Personajes bien definidos, buena química entre ellos, historia dura y realista, a pesar de sus excesos finales y una mención especial para el personaje del ayudante de sheriff, ese anciano entrañable que tanto nos recuerda al muy añorado Walter Brennan. Esperemos que el debut de Zahler, una propuesta muy muy valiente, sea el inicio de una buena carrera cinematográfica.