La ópera prima de S. Craig Zahler huye de la épica, pero al mismo tiempo abraza con gusto ciertos parámetros del género. El argumento no puede ser más prototípico, y a grandes rasgos nos plantea el rapto de una mujer y un ayudante del sheriff por parte de una desconocida tribu de indios. El sheriff irá en su rescate acompañado de un extravagante grupo formado por su viejo ayudante, un pistolero del pueblo y el marido de la raptada. La novedad respecto a otras propuestas viene de la mano de los misteriosos indios, que aquí son descritos directamente como "trogloditas" y que, como veremos más adelante, componen el elemento más polémico de la película.
"Bone Tomahawk" es un plato preparado con mimo, a cocción lenta e ideado para ser paladeado mientras prestamos atención a todos sus ingredientes. Su ritmo es lento pero tremendamente adecuado para preparar la explosión de sabor que nos deparará en su parte final. El tono empieza siendo amable, incluso un fino hilo de humor recorre buena parte del metraje, pero un malsano halo de inquietud se va haciendo presente poco a poco, como si fuera un ruido de fondo casi inaudible al principio y que va subiendo en intensidad hasta dejarnos sordos durante el enfrentamiento final. Es en este desenlace donde Zahler cambia de tercio para adentrarse en terrenos ciertamente más próximos al terror más feroz y visceral. Este controvertido segmento final podría ahuyentar a buena parte del gran público, pero en mi opinión sirve de perfecto contrapunto a la normalidad casi cercana al costumbrismo de que hace gala el resto de la película. Además, le otorga un necesario punto de impacto que, bajo mi punto de vista, eleva el filme por encima de la media gracias a su factor sorpresa.
Pese a ser una película de presupuesto modesto, todos los detalles están cuidados al máximo, y aspectos como el diseño de producción, vestuario o una maravillosa fotografía brillan con luz propia para no desmerecer ante propuestas mucho más surtidas de dólares. Los mejores momentos del filme vendrán dados por la disfuncional partida de rescate, ya que cada uno de los personajes es un auténtico diamante en bruto pulido por actores en estado de gracia. Un Kurt Russell sobrio y finalmente cargado con un heroico estoicismo, un intenso y sufridísimo Patrick Wilson y un sorprendente y pintoresco Matthew Fox firman un auténtico recital interpretativo que cualquier espectador con un mínimo de inquietud sabrá apreciar. Pero en mi opinión, el que consigue robar la función no es otro que un extraordinario Richard Jenkins, que aprovecha con maestría el papel más agradecido y el que más simpático resulta de cara al espectador.
Aunque mucha gente se quedará con la impresión de abrumadora violencia del tramo final, conviene dejar claro que estamos ante un western con todas las letras. El género no está muerto, y lo demuestra el hecho de que nuevas generaciones de directores rebusquen en sus raíces para ofrecernos propuestas novedosas. "Bone Tomahawk" se convierte en uno de los máximos exponentes de las nuevas e interesantes miradas hacia el cine de vaqueros. Qué quieren que les diga, hacía tiempo que una película no me dejaba tan satisfecho.
Mi nota: 9