Boomerang, por Elvio E. Gandolfo

Publicado el 21 julio 2013 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Editorial Planeta Biblioteca del Sur. 237 páginas. 1ª edición de 1993.
Ya he comentado en el blog cuatro obras de Elvio E. Gandolfo (Mendoza, Argentina, 1947), autor que no se había editado en España hasta que la editorial Periférica sacó en 2011 su libro Dos mujeres, formado por dos novelas cortas, que aparecieron originalmente en Argentina en 1992. Tras leer esta quinta obra, Boomerang, su única novela, me sigue pareciendo raro que la publicación de autores del otro lado del Atlántico no se dé en España de una forma más fluida. También he comentado en el blog que gracias a internet he trabado una pequeña amistad a distancia con Gandolfo, quien de vez en cuando me envía al correo electrónico algún documento Word con un artículo que escribió, en algún momento del pasado (cuando Philip K. Dick aún estaba vivo, por ejemplo), para algún medio argentino, y que guarda relación con alguna entrada que yo he colgado en el blog; o me cuenta una anécdota de un escritor hispanoamericano del que he comentado algo, al que conoció en persona; o bien me envía alguno de sus nuevos cuentos. Un tipo simpático, en definitiva.
Después de comprar Dos mujeres en la cuesta de Moyano, busqué más libros suyos en internet, y ya he contado en el blog cómo encontré alguno más en las librerías madrileñas que importan libros desde Hispanoamérica. A finales de 2012 volví a rastrear Iberlibro (la interesante página de las librerías de segunda mano) y apareció un nuevo título: Boomerang, su única novela, que quedó finalista del Premio Planeta Biblioteca del Sur en 1993. La vendían en una librería de segunda mano llamada Tikva Books, ubicada en la calle Cartagena, que no me sonaba de nada. Pero allí que fui durante las vacaciones de Navidad. Era una librería nueva de libros viejos, recién inaugurada, con las puertas abiertas de par en par y la dependienta con abrigo y guantes, qué frío. Además de Boomerang me acabé comprando dos libros más de autores hispanoamericanos que aún no he leído (ya hablaré de ellos).
Boomerang está publicada en 1993 y sitúa su acción (inicialmente, porque ésta es una novela que propone un viaje) en el Buenos Aires de principios de los 90. Iván Garré es un joven de veinticinco años (quizás a punto de cumplir veintiséis) que trabaja en un banco; entró allí junto a su amigo Tony cuando ambos tenían veintiún años. Los dos son apreciados en el banco por su dominio de los sistemas informáticos de la empresa. La informática es una de sus pasiones, además del mundo del rock y el de las películas norteamericanas. Como si de un juego se tratase, Garré ha estado transfiriendo dinero desde el banco a una cuenta ficticia, a la que sólo él tiene acceso. Después de dos años de un lento goteo, la novela comienza el día en que Garré decide rajarse (largarse en jerga bonaerense) con el dinero, que supera los 50.000 dólares. Sale a la calle, acude a la sucursal donde está el dinero y presenta su documento falso de identidad. Le dan los dólares y debe moverse. Va a cruzar a la vecina orilla, a Uruguay. En el puerto, esperando el aliscafo (el ferry, en jerga bonaerense), se fija en una bella mujer que se va a convertir en su compañera de viaje en Uruguay; un viaje que comienza en Colonia del Sacramento, sigue en Montevideo y llevará a los personajes hasta Parque del Plata y Punta del Este.
Quizás el párrafo clave de la novela sea uno que he señalado en la página 147: “Qué escena patética, piensa Garré. Si Tony ve una cosa como ésta, se muere. Parecía una imbécil película francesa o italiana, que los dos odiaban, pero que a veces sacaban para ver en vídeo y burlarse: nada era claro, lo cómico se mezclaba a lo dramático, y había una sobrecarga de cosas cotidianas, de las cosas ‘como son en la vida’. Mierda, sabía muy bien que él y Tony querían otra cosa de la vida, las cosas que se veían en las películas y las historietas norteamericanas”.
Más de un elemento compositivo nos conduce a entender la mitomanía de Garré por el idealizado mundo norteamericano: continuamente está mascando chicles de menta, pero sólo compra de marcas norteamericanas –cuyo sabor es más intenso–, y las situaciones a las que se enfrenta las suele interpretar a ritmo de rock; en su cabeza aparecen cortas líneas en inglés con el ritmo de una canción rock que embellece su realidad; por ejemplo: “Garré is going underground”, cuando se acerca en metro a la sucursal donde ha transferido el dinero robado; o cuando ve en el puerto a la chica que se va a convertir en su compañera en la huida: “The Uruguayan girl / the Uruguayan girl”, “I met her standing by ther river” (pág. 28). Para contribuir a crear el efecto de que el lector se encuentra dentro de la película norteamericana con la que Garré sueña, Gandolfo titula a todos los capítulos de la novela con palabras inglesas: Uno LOOPING, Dos ZAPPING, Tres SHOPPING, Cuatro PING, Cinco CAMPING, Seis PONG, Siete BOWLING, Ocho LIFTING, Nueve SWING, Diez TRAVELLING, Once FINISH.
Decía antes que pensaba que el señalado en la página 147 era el párrafo clave de la novela, porque a pesar de que Garré quiere situarse dentro de una película norteamericana, su aventura parece conducirle más bien al escenario de una de esas estúpidas películas francesas o italianas que él y su amigo Tony odian, donde lo cómico se mezcla con lo dramático, como en la vida real, igual que en la vida de Garré. Por esto, creo que es pertinente señalar que el título inglés de los capítulos de la novela, así como el de la novela misma, acaba siendo irónico; si eres de aquí, de Buenos Aires o de Montevideo, parece decirle Gandolfo a sus personajes y al lector, no vas a poder vivir en una película norteamericana.
El lenguaje de la novela, además de ese juego irónico que tiene con el inglés, es profundamente argentino; es más, tiene una profunda vocación de lenguaje oral bonaerense. De hecho, Gandolfo usa aquí continuamente una construcción lingüística que no había visto nunca en un libro argentino: “Volvió al escritorio, al “nicho”, como le decían con Tony” (pág. 9); “Se entremezclan éxitos recientes, algunos de los cuales tienen con Tony en compact”, o en la misma página 188: “Con Tony tienen grabado en video el episodio de Nick Nolte”. Esa expresión (“Con Tony tienen”), que equivaldría a “Tony y él tienen” en español de la península, y que achaco al habla oral bonaerense, me chocaba al principio.
La novela está contada en tercera persona de una forma muy ágil, muy fluida; irónica en el tratamiento de los clichés cinematográficos norteamericanos (chico-que-huye-de-la-ley-conoce-a-bella-chica-con-un-secreto), con intensas descripciones de lugares y personas. Aunque también hay dos capítulos donde Gandolfo se recrea en un juego formal: en los capítulos Cuatro y Seis (titulados estratégicamente PING y PONG) se reproduce un diálogo, pero en uno sólo podemos leer lo que dice ella; en el otro (que reproduce otro diálogo) sólo podremos leer lo que dice él (si no recuerdo mal este juego ya lo había visto en Manuel Puig).
Durante la novela, Garré se debatirá entre el posible amor que le brinda la bella joven que acaba de conocer y la evocación y añoranza de su gran amigo Tony. No quiero contar la conclusión de la novela, que lógicamente acaba más como una imbécil película europea que como una norteamericana.
Me ha gustado Boomerang. Me ha pasado con ella algo parecido a lo que me ocurrió con Dos Crímenes de Jorge Ibargüengoitia hace unas semanas: que sé que hay otros escritores hispanoamericanos más ambiciosos, con juegos formales más importantes, con capacidad para adentrarse en los entresijos del poder de forma más contundente; pero en novelas de aparente liviandad como Dos crímenes o Boomerang uno también se acerca a una época concreta de los países tratados (en este caso México y Argentina) y recupera además el puro goce de leer una historia entretenida y bien trazada.
Vuelvo a reivindicar la publicación de la obra de Elvio E. Gandolfo en España.