Pero lo que realmente merece la pena de ésta obra es la maestría de Puig con las palabras. Para contar la historia utiliza cartas (las de Juan Carlos, con faltas de ortografía que denotan su bajo nivel cultural), informes policiales, descripción de fotografías, agendas, enumeraciones, monólogos interiores, varias perspectivas de un mismo momento del día, una gitana echando las cartas, las oraciones de varias personas, diálogos en los que contrasta lo que se dice con lo que se piensa, esquelas publicadas en el periódico o la confesión a un cura. Todo ello para que el lector pueda ir montando el puzzle de la historia que se nos cuenta, a través de la perspectiva de diversos personajes. A pesar de lo que pueda parecer, la novela es entretenida, y las técnicas narrativas, en vez de entorpecer la lectura, la hacen aún más interesante, ya que el hecho de que seamos nosotros mismos los que tengamos que "montar" la historia a través de los fragmentos que se nos van presentando, la hacen muchísimo más entretenida.
Pero lo que realmente merece la pena de ésta obra es la maestría de Puig con las palabras. Para contar la historia utiliza cartas (las de Juan Carlos, con faltas de ortografía que denotan su bajo nivel cultural), informes policiales, descripción de fotografías, agendas, enumeraciones, monólogos interiores, varias perspectivas de un mismo momento del día, una gitana echando las cartas, las oraciones de varias personas, diálogos en los que contrasta lo que se dice con lo que se piensa, esquelas publicadas en el periódico o la confesión a un cura. Todo ello para que el lector pueda ir montando el puzzle de la historia que se nos cuenta, a través de la perspectiva de diversos personajes. A pesar de lo que pueda parecer, la novela es entretenida, y las técnicas narrativas, en vez de entorpecer la lectura, la hacen aún más interesante, ya que el hecho de que seamos nosotros mismos los que tengamos que "montar" la historia a través de los fragmentos que se nos van presentando, la hacen muchísimo más entretenida.