Gente encantadora. Capaz de lucir la bandera de España con escudo o aguilucho, que eso da igual, y, a la vez, hacer un servicio a Suiza, donde depositan sus caudales. Y es que lo del patriotismo, en muchos casos, es un disfraz digno de una opereta de Cantinflas.
Su España –que no es la mía--, les sirve. De hecho, mientras que yo, como jubilado he pagado al Estado por una pensión media, un IRPF de un 20%, a ellos –que para algo son patriotas y aristócratas—Hacienda les ha salido por un 1,84%. Eso sí, yo sobre una cantidad irrisoria y ellos sobre algo más de cuatro millones de euros. Ya saben: Hacienda somos todos. Aunque algunos más, mucho más, que otros.
No tienen vergüenza, pero lo suplen con dinero. Sí, con dinero que depositan fuera de nuestras fronteras. Ya se sabe España no es un lugar seguro para ellos y además se pagan demasiados impuestos. Ellos prefieren Suiza, Panamá, o cualquier paraíso fiscal que para eso están. ¡Faltaría más!
Y se pasean por este país –que creen de su propiedad— y cagan y mean en él, mientras que se llevan su riqueza –quién sabe de dónde ha salido--, fuera. Todo ello sin que pase nada. Es más, no se preocupan, saben que siempre habrá un ministro de que les haga una amnistía fiscal a su medida.
Unan a este grupito, para completar la camada, a la prima de Juan Carlos, Inés de Borbón que también regularizó gracias a la ayuda de Montoro y Cía (a la que además utilizaron en la trama Púnica, eso sí, sin que ella, la pobre, supiera nada), así como a la hermana del rey emérito, Pilar de Borbón, que, sin querer y sin saber, la pobre tuvo la titularidad de una sociedad en Panamá, durante cuarenta años.
Por no hablar de la infanta Elena, ya saben, la del “no me consta” y que hacía todo por amor, mientras tenía a medias con su marido el “Empalmado” una empresa peculiar.
Por otro lado, siempre queda por aclarar la fortuna del mismo Juan Carlos, de la que poco o nada se sabe, salvo que vino con una mano adelante y otra atrás cuando su papá le dejó en manos de Franco y que ha terminado con mucha más dinero de lo que ha podido ganar como rey, sin saber el cómo ni el porqué. Quizá lo descubra Iker Jiménez.
En fin, una familia muy original. Sobre todo, muy patriota. Se pasean por su “patria”, como Pedro por su casa, presumiendo de aristocracia y españolidad, mientras procuran no pagar a Hacienda y tener su pastizal a buen recaudo en un paraíso fiscal.
Gente encantadora. Lo mismo conviven con Franco que con la democracia, que para eso son aristócratas. Eso sí, que nadie rompa España, que ellos la defenderán a muerte, pero desde Suiza. Y es que habría que preguntarse “¿qué puñetas hacemos manteniendo a estos mangantes (perdón: “presuntos mangantes” quería decir)?
Salud y República