Quisiera rememorar aquí la ocasión en que conocí a Borges. Me invitó a almorzar con él mi amiga Victoria Ocampo, y me indicó que pasara a recogerlo por la Biblioteca Nacional, debido a su ceguera, para acompañarlo al piso en que vivía ella. Casi en el momento mismo en que se cerraron tras nosotros las puertas de la Biblioteca Nacional comenzamos a hablar de literatura. Borges habló de la influencia que G.K.Chesterton había tenido en su obra, así como de la influencia que Robert Louis Stevenson tuvo en sus últimos cuentos. Dijo que la prosa de Stevenson había supuesto una enorme influencia. Entonces introduje un comentario mío. Robert Louis Stevenson había escrito como mínimo un buen poema, un poema acerca de sus antepasados. Sus antepasados habían construido los grandes faros de la costa de Escocia, y yo sabía que los antepasados era en general un tema de especial interés para Borges. El poema comenzaba así:
Say not of me that weakly I declined
The labour of my sires, and fled the sea,
The towers we founded and the lamps we lit,
To play at home with paper like a child.*
Estábamos en una calle bonaerense muy ruidosa, llena de gente. Borges se detuvo en el bordillo de la acera y me recito el poema entero, palabra a palabra, a la perfección. Después de un grato almuerzo, se sentó en un sofá y citó al pie de la letra largos fragmentos de la literatura anglosajona antigua. Mucho me temo que no fui capaz de seguirle por esos derroteros, pero le miré a los ojos mientras recitaba, y me asombró la expresión de aquellos ojos ciegos. No parecían ciegos en absoluto. Daba la impresión de que estuvieran mirando a su interior de manera muy curiosa, y denotaban una gran nobleza.
Borges también tenía este sentimiento por los ancestros, por los gauchos del pasado. Sus últimos cuentos están repletos de historias relativas a los gauchos, y en uno de ellos escribió lo siguiente: “Así como los hombres de ciertos países sienten con verdadera adoración la vocación del mar, nosotros los argentinos anhelamos la ilimitadas planicies que resuenan bajo los cascos de un caballo”. Era un hombre de gran valentía. En cierta ocasión, durante la segunda época de Perón en el poder, cuando vivía con su anciana madre, recibió una misteriosa llamada telefónica. Una voz de varón dijo lo siguiente: “Vamos a matarte a tu madre y a ti”. La madre de Borges contestó: “Tengo noventa años, así que mejor será que vengan pronto. En cuanto a mi hijo, les será fácil porque es ciego.” Esta imagen da un acertado retrato, creo yo, de cómo era esa familia.
Para mí, Borges habla por todos los escritores. En sus libros, una y otra vez encuentro frases que resumen mi experiencia de escritor. Habla de la escritura como si fuera “un sueño guiado”, y en cierta ocasión escribió lo siguiente:
No escribo para una selecta minoría, término que para mí no significa nada, sino que escribo para esa adulada entidad platónica que llamamos “las masas”. No creo en ninguna de las dos abstracciones, tan caras para el demagogo. Escribo para mí y para mis amigos, y escribo para aplacar el paso del tiempo.
Creo que esa idea bastará para que todo escritor se sienta próximo a él.
Graham Greene
En recuerdo de Borges
De una breve charla en la Anglo-American Society, 1984
Imagen: Leonor Acevedo y Jorge Luis Borges en su casa de la calle Maipú
*”No digáis de mí que, débil, decliné / los trabajos de mis mayores, y que huí del mar, / de las torres que erigimos, los faros que encendimos, / para jugar en casa, como un niño, con papel” R.L. Stevenson, De vuelta del mar. Poemas. Hiperión, 1980. Trad. Javier Marías.