(Publicado originalmente en revista digital Amazing Stories, el de 16 de junio de 2016)
Rememoremos la obra del argentino Jorge Luis Borges, en particular su relación con la ciencia ficción. Sabemos que él no fue un escritor de ciencia ficción en el sentido que se puede decir de otros escritores especializados en el género; sin embargo, algunos de sus cuentos, más en el tono de lo fantástico, tienen sus vértices con la ciencia ficción, por lo cual es importante considerar la obra de Borges en diálogo con este género.
Comprender a Borges en el dominio de la ciencia ficciónHabría que decir que hay ciertas aproximaciones que se puede hacer a la obra de Borges y su relación con la ciencia ficción.
Una vía es desde el gusto que Borges profesara por la ciencia ficción; su atención en particular por la literatura cultivada en concreto por H.G. Wells, sin descontar otros autores a quienes admiraría: Ray Bradbury, Olaf Stapleton...
Otra vía tiene que ver con sus reflexiones acerca de cómo entender la ciencia ficción. Su particular interés era encontrar una palabra o un término que, señalándolo, además defina al género en cuestión.
Una tercera vía es lo que Carlos Abraham, en su libro, Borges y la ciencia ficción (2005) dice de los cuentos de Borges, con anclaje en la ciencia ficción: reelaboraciones de las estructuras narrativas de ciertos cuentos de H.P. Lovecraft, a quien también Borges admiraba y había leído.
Pensando a Borges y la ciencia ficciónEn este artículo me centraré más en el énfasis que Borges prestara a la obra de H.G. Wells.
Pero antes quiero recordar que respecto a la segunda vía, la de su pensamiento respecto a cómo definir y nombrar la ciencia ficción, escribí antes un ensayo: "Jorge Luis Borges: lo fantástico y la ficción científica", publicado el 1ro. de septiembre de 2014 en mi página: Ciencia ficción en Ecuador y vuelto a publicar en el sitio web Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia, el 2 de septiembre del mismo año. En aquel texto abordaba las diversas inquietudes y aproximaciones que hiciera Borges, en determinados ensayos, para tratar de conceptualizar al género sin querer identificarlo como "ciencia ficción" -porque le parecía un barbarismo-; su posición era plantearlo como "ficción científica", aunque luego afirmaba que la ciencia ficción era una literatura de "simulacro científico". Es evidente, según mi ensayo, que Borges dejó abierto -y fue el primero- el debate en los círculos literarios y de los estudiosos de Latinoamérica para que se pueda pensar una terminología que defina o caracterice a la ciencia ficción.
Asimismo, en otro ensayo, me ocupé de ciertas incursiones a la ciencia ficción de Borges, incursiones donde este autor no necesariamente trabaja con el estilo de la ciencia ficción, aunque dialoga con ella. Tal ensayo se llama: "Borges en los territorios de la ciencia ficción", publicado en 14 de junio de 2015, también en mi página: Ciencia ficción en Ecuador. Este mismo artículo fue republicado por el sitio web Ciencia ficción y fantasía en Bolivia, en junio de 2015. Quizá esta aproximación que realicé era más conceptual, tratando de ubicar ciertos cuentos dentro de las estrategias del género.
Borges admirador de WellsYa entrando en materia, hay que afirmar que Jorge Luis Borges fue un lector y un notable admirador de la obra de Herbert George Wells, el padre de la ciencia ficción moderna.
En un ensayo, "El primer Wells", que forma parte de su libro Otras inquisiciones (1952), Borges toma posición respecto a su autor favorito y a la ciencia ficción, con cuyas obras se inició en la lectura de la literatura y su pasión por esta.
Para Borges, Wells no era un "especulador sociológico" -en alusión a ciertas críticas que se hacían respecto de la literatura del escritor inglés-, sino un seguidor serio de Jonathan Swift y Edgar Allan Poe, iniciadores de una veta de la ciencia ficción con sentido más crítico y más inteligente. En este contexto, las obras de Julio Verne, para Borges, eran pura artesanía, era literatura juvenil o ejemplo donde se traficaba "con cosas probables"; en otras palabras, literatura menor. Wells, por el contrario, en la opinión del argentino, era un "narrador admirable", alguien quien había empezado a darle madurez a un género, la ciencia ficción a inicios del siglo XX. De ahí que la literatura de Wells era "para todas las edades del hombre", donde sus temas trasuntaban "meras posibilidades". La diferencia entre lo probable y la posibilidad, para Borges vendría a ser la matiz fundamental que caracterizaría a la ciencia ficción moderna; este rasgo distanciaría a Wells de Verne.
Lo posible -a diferencia de lo probable- implica temáticas fundamentales de la ciencia ficción que hasta hoy se exploran: el logro tecnocientífico de la invisibilidad del cuerpo, la monstrificación de las plantas por medio de la alteración de su naturaleza, las tecnologías que muestran otras dimensiones del universo, el viaje en el tiempo, la mutación, etc.; temáticas presentes en las novelas de Wells.
Es por eso que Borges halla un filón de veracidad en la obra de Wells, porque él no "cientifiza" -si cabe el término- la ciencia ficción. Dice: "[...] a Dios le toleramos que afirme "Soy El Que Soy" (Éxodo, 3, 14), no que declare y analice [...]; [por lo tanto,] el escritor no debe invalidar con razones humanas la momentánea fe que exige de nosotros el arte". La literatura de ciencia ficción, la buena, de este modo, supone un placer estético, una fe para adentrarnos en la problemática del mundo posible que traza; pero si hay demasiadas explicaciones, según esta perspectiva, la obra termina siendo solo un argumento seudocientífico el cual sería mejor reemplazarlo con un original de ciencias.
Por eso Borges advierte que, a sabiendas de este manejo de la estrategia narrativa, Wells no es un puro literato, si no una literatura con un peso específico enorme. Se refiere a la vasta obra que abarca diversas dimensiones que van más allá de cuentos y novelas; Wells exploró la historia, la sociología, la anticipación política, el activismo, etc.
Borges y la inspiración de WellsFueron libros, para Borges, donde lo fantástico se volvía creíble. El ejemplo de estos en cierto modo bordearon ciertas narraciones en sus posteriores trabajos.
De La máquina del tiempo, Borges tomó como motivo la extraña relación entre los Eloi y los Morlocks: es un capítulo de su bestiario, El libro de los seres imaginarios (1957). En él describe el hallazgo del viajante en el tiempo al futuro, de una humanidad dividida entre "unos aristócratas delicados e inermes" y unos seres cuasi amorfos, "una estirpe subterránea de proletarios"; estos últimos devoran a los otros, imagen tan compleja de las tensiones sociales en un mundo imaginado poblado de bestias. El viajante lo que recupera de ese futuro es apenas una flor.
Ir hacia el futuro para cosechar una flor y plantarla en el presente es un tema interesante y fantástico que además está dentro de la actual ciencia ficción. Pero Borges advierte que Samuel Taylor Coleridge es quien además ideó antes esta posibilidad en el siglo XVIII. Y lo plantea en su ensayo "La flor de Coleridge", contenido en Otras inquisiciones. Borges cita textualmente al poeta inglés: "Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano... ¿entonces qué?"
Borges siguió "homenajeando" a Wells en otros textos suyos. En los cuentos "El Aleph" y "El Zahir" se puede hallar las huellas de Wells; de hecho Borges, en el "Epílogo" de su libro El Aleph (1949) lo reconoce cuando dice que ambos cuentos se inspiraron en "The Crystal Egg" (1897), un relato publicado en "The New Review" y que se dice que forma parte de las historias de La guerra de la mundos.