Borges. Miscelánea

Publicado el 30 noviembre 2011 por Santosdominguez @LecturaLectores


Jorge Luis Borges.
Miscelánea.
Debolsillo. Barcelona, 2011.
De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.
Este inolvidable elogio del libro, de un ciclo de conferencias en Belgrano, forma parte de Borges oral, que junto con varias recopilaciones más reúne Debolsillo en la espléndida Miscelánea, un amplio volumen de mil doscientas páginas que recoge una parte fundamental de la obra del Borges crítico y lector, un catálogo de su curiosidad lectora, como señalan los editores, y una muestra constante de su lucidez crítica.
Prólogos con un prólogo de prólogos, Borges oral, Biblioteca personal, Borges en Sur, Textos cautivos y Borges en El Hogar ofrecen, con la prosa impecable del maestro, un conjunto de invitaciones a la lectura en forma de prólogos –“una forma lateral de la crítica” y no “una forma subalterna del brindis”-, de conferencias o de reseñas en revistas tan distintas como Sur o en El Hogar.
Es un Borges imprescindible en los prólogos dispersos que publicó entre 1923 y 1974, algunos de ellos tan memorables como el que escribió en 1970 para una edición de Macbeth en Sudamericana; o en las cinco conferencias que dictó en la Universidad de Belgrano -El libro, La inmortalidad, Swedenborg, El cuento policial, El tiempo-; en los prólogos escuetos y certeros, pródigos en iluminaciones, de Biblioteca personal; en los casi doscientos textos que escribió a lo largo de cincuenta años de colaboraciones en Sur, la revista fundada por Victoria Ocampo, donde Borges publicó artículos, traducciones, notas de lectura y reseñas, o en los Textos cautivos que aparecieron en El Hogar entre 1936 y 1940.
Aparte del índice general que cierra el volumen, varias tablas de carácter temático, cronológico y onomástico proponen una imprescindible y utilísima guía de acceso rápido al universo lector de Borges, que en uno de sus prólogos hizo este análisis comparado de Hamlet y Macbeth:
Hamlet, el dandy epigramático y enlutado de la corte de Dinamarca, que, lento en las antesalasde su venganza, prodiga concurridos monólogos o juega tristemente con la calavera mortal, ha interesado más a la crítica, ya que estaban en él, de modo profético, tantos insignes caracteres del siglo XIX: Byron y Edgar Allan Poe y Baudelaire y aquellos personajes de Dostoievski, que exacerbadamente se complacen en el moroso análisis de sus actos. (Esas y muchas otras cosas, naturalmente: por ejemplo, la duda -que es uno de los nombres de la inteligencia-, y que en el caso del danés no se limita a la veracidad del espectro sino a su realidad y a lo que nos espera después de la disolución de la carne.) El rey Macbeth siempre me ha parecido más verdadero, más entregado a su despiadado destino que a las exigencias escénicas. Creo en Hamlet, pero no en las circunstancias de Hamlet; creo en Macbeth y creo también en su historia.
(...)
Lo vivido siempre corre el albur de incurrir en lo pintoresco; Macbeth está muy lejos de ese peligro. La obra es la más intensa que la literatura puede ofrecernos y esa intensidad no decae.Desde las palabras enigmáticas de las brujas (Fair is foul and foul is fair) que, de manera bestial o demoníaca, trascienden la razón de los hombres, hasta la escena en que Macbeth muere acorralado y peleando, el drama nos arrebata como una pasión o una música.
Santos Domínguez