Ya vamos por la sexta temporada de ópera en el Palau de les Arts que ayer se abría con Boris Godunov de Mussorgski. Al frente de la orquesta, ejerciendo por primera vez como director titular en una ópera: Omer Wellber. La producción, fruto de la colaboración con los teatros de Turín y Bari, cuenta con la dirección escénica del cineasta ruso, Andrei Konchalovski. En el mismo instante en el que comienza la ópera Konchalovski muestra a un pueblo oprimido, que deambula por el escenario sin rumbo fijo cuando no es controlado por los guardias, porque entonces sus movimientos se tornan uniformes y dirigidos, al final de la escena de la coronación, cuando desaparece el cordón de seguridad las masas se abalanzan suplicantes sobre Boris, que se aferra al pequeño Feodor, símbolo de inocencia y legitimidad, algo que el zar nunca podrá alcanzar. No hay compasión para el atormentado Boris en esta producción, es déspota y sanguinario -cámara de torturas bajo su trono-. En cuanto a dirección de actores Konchalovski ha realizado uno de los mejores trabajos que yo he visto en Les Arts y la producción funciona muy bien pero sobran algunos elementos cuyo sentido se me escapa, por ejemplo la especie de botafumeiro -lámpara votiva, me corregía una amiga al salir de la representación- que desciende en la escena del Bosque de Kromi -ahora mismo se me ocurre que igual tiene algo que ver con la iluminación o la orientación de las masas ¿Por qué los directores de escena no incorporan al programa una guía de interpretación para los tontos como yo? De verdad que se lo agradecería.
La escenografía de Graziano Gregori está lejos, en cuanto a estética, de lo que debería considerarse minimalismo (al menos en sentido estricto), es cierto que es abstracta en cuanto que los decorados no muestran ninguna figura reconocible, pero tanto el vestuario, como el mobiliario, que no es muy abundante, es totalmente realista. Yo entiendo que una producción es minimalista no sólo cuando se limita a lo mínimo de lo mínimo, a lo esencial, sino cuando adopta una determinada estética que se caracteriza por el uso de colores uniformes y formas geométricas, que si no son abstractas, rozan la abstracción -Robert Wilson debe ser el máximo exponente de esta tendencia-. No es el caso de la escenografía realizada por Graziano Gregori, basada en 6 paneles abatibles colocados en planos inclinados que dota de movilidad a la escena. El detallado vestuario realizado por Carla Teti, contrasta perfectamente con la austeridad escenografía. De la muy acertada iluminación se ha encargado el mismo Konchalovski.
El bajo búlgaro Orlin Anastasov era al protagonista en esta producción de Les Arts, esta vez ha confirmado la misma impresión que tuve al escuchar su Fiesco y su Felipe II en temporadas pasadas, es un gran cantante cuyo hermoso timbre no termina de proyectarse debidamente por la sala, no sé si por falta de técnica o por una cualidad innata en su estructura física sobre la que es imposible actuar, tampoco en el plano interpretativo es muy expresivo, ahí sí que es previsible que mejore con el paso de los años, todavía es muy joven. Me ha dejado un sabor agridulce, un sí pero no. Aunque os digo una cosa: firmaría ahora mismo para que el peor Boris con que me tropiece en esta vida sea el suyo.
Nikolai Schukoff ha encarnado a Grigori (Falso Dimitri), lo volveremos a escuchar dentro de un mes como Bacchus en la Ariadne auf Naxos que dirigirá Chailly en versión concierto. Como en esta producción se prescinde del acto polaco se le ha sustraído de su mayor oportunidad de lucimiento pero ya tendrá ocasión con Bacchus, un papel complicadísimo en lo vocal. He apreciado algo de falta de uniformidad en el timbre pero es un cantante que me gusta.
De dar vida al viejo Pimen se ha encargado Alexander Morozov, un bajo que viene cantando con regularidad en el Mariinski desde mediados de los ochenta y que, con mejor proyección que Boris -aunque también hay que tener en cuenta que no debe luchar contra orquesta y coros como lo hace el zar- ha ofrecido un correcto Pimen .
Konstantín Plúzhnikov ha interpretado, que no cantado, a Shuyski, es lo mejor que se puede decir de él. Es posible que no se encontrara bien de salud porque parecía como si sólo se limitara a marcar su parte.
El veterano bajo ruso Vladímir Matorin que tiene una voz de gran volumen y proyección ha encarnado un Varlaam de lobo viejo. Pluzhnivov resalta estupendamente el carácter bufo del personaje, tiene muchas tablas.
El papel de Feodor está escrito para mezzosoprano, en algunas producciones por razones dramáticas se ha cambiado por un contratenor y en otras por un niño. Les Arts ha optado por esta solución, que a mí me parece estupenda, sobre todo si de la interpretación se encarga un niño contralto como Iván Khudyakov.
Como Misaíl Emilio Sánchez, uno de los habituales de Les Arts, del Inocente se ha encargado Andréi Zorin, de Schelkálov, Alexánder Guergálov , de la Posadera, Nadezhda Serdiuk y como Xenia hemos tenido a Ilona Mataradze, todos ellos han estado bien en sus respectivos papeles, destacando sobre todo Mataradze, cantante que, como muchos de los que han interpretado roles secundarios y que no voy a nombrar porque no son papeles significativos pertenece a la Escuela de Perfeccionamiento, me parece que va a tener un brillante futuro por la calidad de una voz que ha corrido estupendamente por la sala y por ofrecer un canto matizado. Habrá que escucharla en papeles más comprometidos para comprobar si las expectativas que genera se cumplen, espero que sí.
Boris Godunov es una ópera muy comprometida para el coro, tanto vocal como dramáticamente. La Escolania de la Mare de Déu dels Desamparats y los Pequeños Cantores de Valencia han estado mejor que nunca, esta vez sí que me han convencido, respecto al Coro de la Generalitat Valenciana sólo decir que ha estado, salvo en un pequeño desliz prácticamente insignificante al finalizar la escena de la coronación, tan bien como siempre, ha demostrado que sabe moverse si le dicen cómo (Sr. Saura, tome nota, aunque mejor que no la tome y se abstenga de plasmar sus grandes ideas en Les Arts).
Muchos aficionados temíamos por la Orquesta de la Comunidad Valenciana, tras la marcha de Maazel pero la verdad es que sigue manteniendo el nivel de excelencia al que nos tiene acostumbrados. Omer Wellber sigue en período de observación, esta vez ha superado la prueba con nota muy alta, el comienzo fue algo titubeante, puede ser lógico si pensamos en que es una ópera comprometida, el inicio de temporada y su primera ópera como director titular; a partir de la escena de la coronación se ha mostrado firme imprimiendo un ritmo ágil que ha podido mantener hasta el final, con momentos realmente brillantes.
Crónica social de una ciudad de provincias:
1) Al estreno acudió el Molt Honorable Senyor President de la Generalitat, espero que la representación le agradara y no le llevara a pensar en tijeras en ningún momento. En la salida se le vio departiendo con Helga Schmidt ¡Qué morbo! ¡Cómo me hubiera gustado ser testigo de la conversación!
2) La Sra. Beneito debe tener algún tipo de incontinencia porque es caer el telón y sale disparada, como si le hubieran colocado un petardo en el culo.
3) No vi a Rita, igual prefirió el derbi Valencia-Levante. No soy futbolero pero que pena que el sueño del Levante comience a desvanecerse y qué alegría que el eterno tercero esté ya colocado en su sitio.