Revista Cultura y Ocio

Borja Vilaseca: “Nos han educado para vivir en un mundo que ya no existe”.

Publicado el 17 abril 2013 por Carmen Fernández @topcultural

Borja Vilaseca:  “Nos han educado para vivir en un mundo que ya no existe”.El mundo para el que fuimos educados no existe. Y a menos que comprendamos e interioricemos las nuevas reglas de juego, quizá seamos los siguientes en perder la partida. Borja Vilaseca en Qué harías si no tuvieras miedo plantea el cambio de reglas que impone la era del conocimiento y la necesidad de orientar a las empresas a la auténtica creación de riqueza, con líderes con vocación de servicio y colaboradores omprometidos. Las empresas que no se rigen por el tener, sino por el ser.El autor pretende remover los cimientos sobre los que hemos construido nuestra forma de relacionarnos con nosotros  mismos y con el resto del mundo. Aspira a agrandar la grieta de duda que se ha instalado ya en nuestra conciencia. Quiere ayudarnos a cambiar lo que hemos  venido pensando y creyendo acerca del dinero, el trabajo, el consumo, el Estado, las empresas y el sistema.Además de periodista,Borja Vilaseca es escritor y profesor en varias universidades, también es emprendedor. Ha creado el máster en Desarrollo Personal y Liderazgo de la Universidad de Barcelona, la consultora de aprendizaje organizacional Koerentia y el proyecto educativo para jóvenes La Akademia. También ha escrito Encantado de conocerme (Plataforma, 2008), El Principito se pone la corbata(Temas de Hoy, 2010, traducido a seis idiomas) y El sinsentido común (Temas de Hoy, 2011).
P. El título del libro, Qué harías si no tuvieras miedo, da por sentado que estamos atemorizados.
R. Completamente. Dado que en general no sabemos verdaderamente quiénes somos, cuáles son nuestros talentos ni para qué estamos aquí, el miedo es la emoción que nos mueve a tomar la mayoría de decisiones relacionadas con nuestra dimensión económica y profesional. No es casualidad que en España más del 80% de la población activa sean empleados. El miedo nos lleva a vender nuestro tiempo y nuestra libertad a cambio de una falsa sensación de protección y seguridad en forma de “contrato indefinido”. Tenemos tanto miedo a la libertad, que somos tremendamente dependientes de Papá Estado y Mamá Corporación. Por eso son tan pocos los que se atreven a tomar las riendas de su vida, asumiendo que son 100% co-creadores y corresponsables de sus circunstancias laborales y económicas.
P. ¿Cuáles son las razones históricas y las causas recientes de ese miedo?
R. Este comportamiento económico tiene su origen en la Era Industrial, iniciada en 1850 y que recientemente ha concluido en Europa y Estados Unidos. A lo largo de esta época, las instituciones establecidas (el Gobierno, las empresas y los bancos) afianzaron su poder, su control y su influencia sobre los ciudadanos, ejerciendo su autoridad de forma excesivamente paternalista. Esta es la razón por la que el victimismo se fue consolidando como la actitud mayoritaria frente a la vida. Al ser tan dependientes de estas instituciones, la gente se creyó que siempre serían otros los que resolvieran sus problemas económicos, laborales y financieros. El tamaño del Estado actual pone de manifiesto lo poco que hemos madurado como sociedad. No importa cuántas canas o arrugas muestre nuestro rostro; desde un punto de vista emocional muchos todavía no hemos superado la crisis de la adolescencia. Aún no hemos aprendido a hacernos cargo de nosotros mismos. Por eso necesitamos que el Gran Hermano nos cuide, nos vigile y nos proteja. Amos y esclavos dependen los unos de los otros para poder sobrevivir. Es una relación simbiótica; cada uno es responsable del 50%.
P. Dices que somos “víctimas del sistema educativo”.
R. Nos han educado para vivir en un mundo que ya no existe. No en vano, el sistema educativo parece haberse estancado en la Era Industrial en la que fue diseñado. Desde que empezamos a ir a la escuela, nos han venido insistiendo que «estudiemos mucho», que «saquemos buenas notas», que «obtengamos un título universitario» y que busquemos «salidas profesionales». Y eso es precisamente lo que muchos de nosotros hemos procurado hacer.
Fundamentalmente porque nos creímos que una vez finalizara nuestra etapa de estudiantes, encontraríamos un «empleo fijo» con un «salario estable». Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita nuestras posibilidades y potencialidades profesionales. Ya empieza a hablarse de una «generación perdida».
P. También hablas de que la escuela mata la creatividad.
R. Exacto. Más allá de que el sistema educativo actual permita que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, la escuela desalienta el aprendizaje y fomenta el conformismo y la obediencia. Y lo peor de todo: aniquila nuestra creatividad. Esta es la razón por la que cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. La mayoría de centros e institutos oficiales todavía no enseñan a los chavales las cosas verdaderamente esenciales de la vida. Así, los jóvenes van pasando por esta cadena de montaje sin que se les plantee las preguntas realmente importantes: ¿Quiénes somos? ¿Qué necesitamos para ser felices? ¿Cuáles son nuestras cualidades, fortalezas y virtudes innatas? ¿Qué nos apasiona? ¿Cómo podemos escuchar y seguir a nuestra voz interior? ¿Cuál es nuestra auténtica vocación? ¿Cuál es nuestro propósito en la vida?
P. Reproduzco dos frases que citas: «La búsqueda de la seguridad para evitar el riesgo es la cosa más peligrosa que podemos hacer» y «El que no es dueño de sí mismo está condenado a obedecer». ¿Por qué?
R. Porque la búsqueda de seguridad, movida por nuestro miedo, nos lleva a entregar nuestra responsabilidad y nuestra libertad a las instituciones establecidas. Y dado que no sabemos cómo resolver nuestros problemas económicos y laborales por nosotros mismos, hemos puesto nuestra vida profesional en manos del Estado y de las empresas. Pero, si estos organismos son incapaces de resolver sus propios problemas, ¿cómo van a poder resolver los nuestros? Es muy peligroso basar nuestra estabilidad económica en fuerzas externas, cuyo cambio escapa a nuestro control. Ha llegado la hora de hacernos cargo de nosotros mismos. Y para lograrlo no nos queda más remedio que afrontar nuestros miedos e inseguridades.
P. Hablas de la necesidad de emanciparnos emocionalmente nuestros padres.
R. Si bien la emancipación física se produce cuando empezamos a vivir fuera de casa de nuestros padres, la emancipación emocional deviene cuando nos volvemos libres de la influencia psicológica de nuestros progenitores. Ya no necesitamos su aprobación ni su apoyo para seguir nuestro propio camino. Esto no impide que tengamos una excelente relación con ellos. Al independizarnos completamente de nuestros padres, empezamos a tomar decisiones vitales dictadas por nuestro corazón.
Al ser libres del mundo, empezamos a verlo tal y como es y no como fuimos condicionados para verlo. Nos convertimos entonces en «libre-pensadores».  Sin embargo, a muchos nos cuesta superar esta primera etapa, si es que alguna vez la superamos. Principalmente en el plano emocional. Estamos tan apegados a la seguridad y el afecto de Papá y Mamá, que muchos nos limitamos a caminar por la ancha avenida por la que transitan los demás miembros de nuestro entorno social. Pero al haber construido nuestra personalidad con creencias, valores, prioridades y aspiraciones de segunda mano, nos vamos convirtiendo en alguien que no somos.
P. También profundizas sobre la similitud entre la crisis de la adolescencia y la crisis de los cuarenta.
R. La crisis de la adolescencia es en gran medida un grito de angustia y confusión por sentirnos tan desorientados en el arte de vivir. Irónicamente, con los años estos adolescentes perdidos se convierten en adultos frustrados y resignados.
Tanto es así que una crisis de la adolescencia no resuelta suele mutar hasta convertirse en la famosa «crisis de los 40». Es decir, ese momento en la vida en el que volvemos a toparnos con el vacío existencial que experimentamos durante la adolescencia.
El dolor es exactamente el mismo. Y pone de manifiesto que nuestra vida sigue careciendo de sentido. Es entonces cuando tomamos la firme determinación de resolver de una vez por todas el conflicto que lleva décadas librándose en nuestro interior. Es la eterna lucha entre el ser humano que se supone que tenemos que ser y el que somos en realidad. Y es que no hemos venido al mundo para cumplir y contentar las expectativas de nadie. Es nuestra propia vida la que está en juego. Tan solo hemos de rendir cuentas a nuestra conciencia.
P. Propones que vayamos más allá de la indignación y nos sumemos al «Movimiento de los Responsables». ¿Qué es?
R. Se trata de una minoría de ciudadanos cada vez más numerosa que estamos adoptando una visión más proactiva. Más allá del victimismo y la indignación imperantes, los miembros de este movimiento ni nos manifestamos ni protestamos.
En vez de preguntarnos qué puede hacer el Gobierno por nosotros, invertimos nuestro tiempo y energía en formación para reinventarnos profesionalmente, descubriendo qué podemos hacer por la sociedad. Principalmente porque nos hemos dado cuenta de una obviedad que muchos siguen obviando: que quejarnos, protestar y culpar a los demás no ha traído ningún cambio positivo ni constructivo a nuestra vida. Todo lo contrario. Tan sólo ha servido para enfurecernos y debilitarnos todavía más.
P. Te refieres a esta tendencia social como una revolución pacífica y silenciosa.
R. Sí. Principalmente porque no hace ruido ni sale en los informativos. Pero lo cierto es que el cambio individual es el motor de la transformación social y económica. Ya lo decía Gandhi: «Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo».
Así, la misma energía que antes utilizábamos para indignarnos y tratar de cambiar el sistema, es mucho más eficiente emplearla en modificar lo único que sí podemos transformar:  nuestra mentalidad, nuestra actitud y, en definitiva, las decisiones con las que construimos día a día nuestras circunstancias laborales y económicas.
La revolución más grande que podemos hacer hoy en día no es coger una pancarta e ir a protestar a la plaza mayor, sino reflexionar sobre cómo ganamos y gastamos nuestro dinero, conductas que dicen mucho acerca de la persona que somos.
Y una buena manera de empezar esta senda hacia la madurez y la coherencia es tratar de responder con más hechos y menos palabras a la pregunta: «¿Qué puedo hacer yo para cambiar aquello de lo que me quejo?».
Encontrar la respuesta nos lleva a iniciar un apasionante viaje de autoconocimiento para descubrir quiénes somos y qué hacemos aquí.Cuéntanos cómo fue tu propio viaje.
P. ¿Cómo venciste tus miedos para tomar las riendas de tu vida y dedicarte profesionalmente a lo que te apasiona?
R. A los 19 años, en plena crisis de la adolescencia, toqué fondo. No le veía ningún sentido a convertirme en empleado de ninguna empresa para ganar dinero con el que construir un estilo de vida basado en el consumo materialista. Pero tampoco sabía qué hacer con mi vida. Y así, movido por la insatisfacción, inicié una búsqueda para descubrir la respuesta. Por medio de este camino de autoconocimiento, descubrí mi vocación: democratizar la sabiduría. En paralelo, estudié Periodismo y comencé a trabajar como becario. Nunca he tenido un contrato indefinido ni he cobrado una nómina a final de mes. Esta situación me llevó forzosamente a afrontar mi miedo a la incertidumbre y a la libertad, organizando mi propio horario y creando mis propios proyectos para aportar algún tipo de valor a la sociedad, obteniendo unos ingresos como resultado. Por otra parte, desde el principio llevé un estilo de vida basado en la austeridad, partiendo de la premisa de que la felicidad se encuentra dentro de nosotros mismos. Así fue como pude gozar de libertad e independencia para poder dedicarme, desde los 25 años, solamente a lo que verdaderamente me apasiona: compartir conocimientos y experiencias que permitan a otras personas conocerse a sí mismas y tomar las riendas de su vida emocional y profesional.
Borja Vilaseca:  “Nos han educado para vivir en un mundo que ya no existe”.QUÉ HARÍAS SI NO TUVIERAS MIEDO. El valor de reinventarse paratransformar el trabajo, la empresa y la economía de Borja Vilaseca. Conecta, 2013. 224 pp., 16,90 € .









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