"La cultura china se presenta siempre como el ondear del agua, mientras que la cultura japonesa se identifica más con la sequedad de la arena. Lo sinuoso, lo brillante, lo melodioso, lo identificamos con lo chino, mientras que lo japonés es limpio, austero, cuadrado y silencioso. Los jardines chinos tienen agua y carpas ondeantes; los japoneses, arena blanca y piedras espirituales. Algo similar sucede en ambas lenguas: en el chino no existe la "erre" y todo son acuáticas "eles", mientras que en japonés no existe la "ele" y todo son "erres" arenosas."
Si hoy comienzo con un fragmento de la introducción más que de la historia en sí es porque me pareció representativo en su momento. La cultura oriental está de moda, sobre todo en la literatura, y muchos nos acercamos a ella. Pero no siempre diferenciamos del país que viene. Hoy traigo a mi estantería virtual una novela nipona que es ya un clásico pese a que apenas cuenta con más de cien años. Hoy traigo, Botchan.
Conocemos a Botchan (que significa niño mimado), un joven de veintitrés años nacido en Tokio que aterriza en una aldea perdida para desempeñar su primer empleo como profesor. Allí lo acompañaremos en esta experiencia que puede parecer sencilla, pero está llena de pequeños avatares.
En este caso deberíamos de comenzar casi con una advertencia. Cuando uno acude a libros orientales espera una determinada manera de cuidar las palabras, de escribir, de situarse... bien, en este caso el libro no es así. Es una historia sencilla y directa en la que el autor va siempre al grano. No nos quedaremos en lo "bien o mal que suena la prosa", porque aquí si algo "suena" son las risas de quienes se han animado a leer la novela. Decir además que el propio autor comenzó su vida adulta en el mismo pueblo que aparece en el libro y que lo hizo joven y como profesor, también podría dar pie a error, ya que no estamos en absoluto ante una novela autobiográfica. Así que a estas alturas, muchos os preguntaréis, ¿entonces qué es Botchan?
Botchan es un joven no demasiado inteligente, impulsivo, cabezota, ácido y a la vez ingenuo a quien vamos tomando cariño a medida que conocemos pese a sus múltiples defectos y los problemas en los que le mete. Vemos que dice lo que no debe, que no tiene mucha piedad a la hora de poner motes, su opinión sobre las tradiciones ancestrales, sus reacciones ante situaciones cotidianas... y acabamos por considerarlo entrañable pese a todo ello, o tal vez por todo ello. La historia es divertida, incluso después del tiempo pasado nos hace reír, aunque tal vez no tanto como pensaba antes de coger el libro. Muchos lo han comparado con Holden, protagonista de El guardián entre el centeno, y si bien entiendo el motivo de la comparación, no creo que sean historias en absoluto similares. Aquí lo que vemos son las relaciones que mantiene este profesor novato con sus compañeros, a los que trata sin compasión alguna y con sus alumnos, con quienes tampoco suaviza el trato pero que reaccionan contra él de una forma casi frontal. Y dicho esto nos quedan similitudes en cuanto a protagonistas que cada uno tiene que valorar. Con todo, comprendo la comparación en términos generales, pero no os aconsejaría llegar a esta historia buscando un rastro de la otra.
Hoy traigo una historia rápidamente convertida en clásico en la que nos hablan de el comienzo a una vida adulta desde una evidente inmadurez. Vemos una sociedad desde un punto de vista totalmente diferente, nos enseña sus grietas y pequeñas hipocresías: tradiciones y vida práctica, vida en provincias y en la gran ciudad, y lo hace de una forma totalmente diferente a la que me esperaba precisamente por su país de procedencia. Un libro muy entretenido que deja con ganas de seguir descubriendo al autor, cosa que también os recomiendo.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias
PD: Y muchas gracias a todos los que habéis expresado vuestra preocupación o la intención de seguir aquí hoy lunes.