Y dicho y hecho, Gallardón quiere zafarse de esta alcaldía que le pesa como una losa de 7000 millones de euros encima, y la probable futura alcaldesa ya empieza a hacer de las suyas.
En primer lugar, dijo que existían denuncias por el ruido que se producía en la plaza Chueca con la fiesta del Orgullo Gay. Todavía no sabemos quién ha denunciado tal hecho. La concejala, por méritos maritales, ha medido los decibelios y dice que hay mucho follón. Sin embargo, parece que la gente de Chueca no se queja, es más, una residencia de mayores que hay en la misma plaza dice que no hay problemas, que no molestan y que en todo caso es un par de días al año.
Pero claro, la concejala de ruidos, duquesa de peras y manzanas, tiene que mostrar todo su poder ante los suyos, que si hay algo que no perdonan es ser gay y no ser pepero.
No nos ha explicado Gallardón ni Botella el ruido que hacen otras fiestas y si lo miden también, o es simplemente un “favoritismo” que tienen con esta típica fiesta de “maricones y lesbianas”.
Y si queremos podemos hacer comparaciones con otras fiestas típicas, de este país llamado España, a las que nadie ha puesto veto, porque se entiende que unos festejos populares tienen esa parte negativa y los ciudadanos lo soportan porque hay cuestiones positivas muy importantes, y me acuerdo de Las Fallas o Las Tamborradas, y otras varias, y no hace falta medir nada para saber que son más ruidosas que la del Orgullo. Pero claro en esas no hay peras ni manzanas, sino “gente normal”.
La fiesta del Orgullo Gay de Madrid dicen que es la más importante del mundo junto a la de San Francisco. Más de un millón de personas se juntan a celebrar la fiesta más multitudinaria de este país. Y todo eso conlleva unos ingresos muy importantes para comerciantes, hostelería y otros gremios, además de reflejar una imagen positiva de Madrid hacia el exterior.
Por encima de todo esto, está el obispado, el nuncio, Hazteoír, el Opus, y demás interferencias lamentables a las que Gallardón y Botella tienen que contentar, que por ahí vienen los tiros.
Por otra parte la presión del colectivo gay ha hecho que estos peperos no puedan cortar de raíz la fiesta y han ofrecido otros puntos para celebrar los conciertos, a lo que dicho colectivo se ha negado. Es indudable que ceder y celebrar la fiesta en otras plazas sería perder el emplazamiento emblemático que es Chueca. Por último, la solución que han acordado ha sido que el concierto se celebre sin que haya música en directo en la plaza.
Total, una solución esperpéntica, de sainete. Para evitar el ruido, se entregarán auriculares a los asistentes a los conciertos, similares a los audio-guías de los museos. Así es que se colocarán los auriculares y podrán escuchar los conciertos sin que estén, en la plaza, los artistas.
Y así, sin más, me surgen algunas preguntas como contribuyente. ¿Los asistentes no cantarán y gritarán, o es que ese ruido no cuenta? ¿Es saludable llevar unos cascos, que te aíslan, en un fiesta popular y de convivencia?
No puedo entender cómo han cedido los grupos gays ante tal despropósito y no han presionado hasta conseguir celebrar una fiesta normal en Chueca. Imagínense ustedes, desde fuera, una plaza con miles de personas bailando, todas con auriculares puestas y cantando a su libre albedrío, sin que se escuche la orquesta-guía. No me dirán que no es esperpéntico.
Pues nada, ahora a esperar el acontecimiento. Unos conciertos sin música ambiente. Una plaza llena de gente que canta sin concertistas. En fin, es lo que hay. Verdaderamente para no perdérselo.
Salud y República