Boulevard Nights - 1979

Publicado el 17 enero 2015 por Jimmy Fdz

Director: Michael Pressman
   Y yo que tenía planes de ver tal o cual película, avanzar con Masahiro Shinoda y Kinji Fukasaku, comenzar con Hong Sang-Soo... Me causa cierto pesar no ponerme al día con ellos, pero no me quejo de la película de hoy, una sobre pandillas y latinos que logra ir más allá de esas etiquetas, explorando temáticas mucho más universales y a la vez precisas. He quedado más que satisfecho con esta película que, a pesar de no ser muy novedosa en su construcción dramática, sí logra involucrar al espectador desde lo más hondo y causarle todo tipo de sensaciones. Notable, muy efectiva y muy bien hecha. ¿Más que satisfecho? Vaya eufemismo... ¡Encantado!
  En el este de la ciudad de Los Angeles las guerras entre pandillas son pan de cada día. Los de la calle 11 y los Big v.g.v. tienen la rivalidad más venenosa y potencialmente mortal. En este contexto, Raymond y Chuco, dos hermanos que viven sus vidas de maneras muy diferentes -el primero sentó cabeza y el segundo se hizo miembro de la pandilla local-, tendrán que lidiar con una escalada de violencia pandillera que se entrometerá en la intimidad familiar. Y con eso no se juega, hermanos.

  Son varios los elementos que a priori podrían jugarle en contra a esta película, partiendo por la misma premisa que la sustenta. Digo, si les recomiendan una película y les dicen que es un drama sobre un hermano mayor que dejó atrás la vida de criminal en pos de algo más responsable y un hermano menor que no endereza el rumbo juntándonse con pandilleros de mala muerte -y la madre sufrida, la novia con poca paciencia hacia el entorno de los hermanos, el mayor protegiendo al menor...-, entonces dirán que ya han visto esa película varias veces antes. Y puede que en parte sea así, pero a diferencia de muchas películas similares que fallan estrepitosamente por dichos motivos, "Boulevard Nights" logra hacer que esos mismos elementos potencien enormemente el drama que viven los hermanos protagonistas.
  Y esto se debe al buen ojo del director, Michael Pressman,  al momento de colocar la cámara, siempre apuntando hacia el único lugar -físico, psicológico y emocional- del cual se puede capturar la esencia de la película y su conflicto. No es la crítica social o lo pandillero -"la lealtad y la hombría"-. Lo poderoso, lo que mantendrá a flote el relato -lo que suelen ignorar cintas de temática similar- es la familia. Porque "Boulevard Nights" no es un drama social sobre jovenes abandonados o, para añadirle leña al fuego, latinos abandonados a su suerte; es un drama familiar que me recuerda un poco a la opera prima de James Gray, "Little Odessa", cinta que también privilegiaba el drama familiar por sobre el criminal -eso sí, la obra de Gray me parece monumental y la comparación no deja de ser somera-. La acertada prioridad a lo familiar queda clarísimo cuando uno de los personajes lo explicita: "Esto no se trata del barrio... esto es... esto es familia". Y en base a eso, Pressman comienza a construir aquello que es tan difícil de ver a lo largo de la película: el abismo que se crea entre estos dos hermanos, uno creciendo y avanzando hacia una vida mejor y el otro cayendo en una aparente e inevitable espiral de violencia y muerte. El contraste es desalentador, desasosegante, se mantiene de principio a fin.
  Por si fuera poco, Pressman también juega con la cotidianidad amenazada. En este sentido, ahora se me viene a la mente "Shotgun Stories", la excelente opera prima de Jeff Nichols -con un siempre maravilloso Michael Shannon... qué hombre ese-, en la que unos hermanos comenzaban un feudo con otros hermanos arriesgando la seguridad familiar debido al orgullo. Y más que la cotidianidad, los sentimientos y los lazos auténticamente forjados a lo largo de la vida: el hermano, la madre, la familia. La atmósfera noctámbula no deja de incrementar esa sensación de peligro perpetuo, como si en una sombra se escondiese aquello que puede quitártelo todo: excelente manejo de la tensión, y sin exagerar ni manipular descaradamente.

  A estas alturas ya no es misterio que la labor de Michael Pressman me parece notable, no sólo por tener un acertado y preciso ojo a la hora de colocar la cámara, sino por filmar con pulso firme y lograr mantener la tensión ahí, siempre en lo alto para disgusto nuestro -pero esto es bueno, claro-. Pero, sin duda, lo que más me ha gustado de su dirección es esa parsimonia con la que deja transcurrir los acontecimientos: las noticias más banales como las más devastadoras, las escenas más tranquilas como las más intensas dramáticamente -no lo mismo que frenéticamente, que de eso poco y nada pues no es necesario- están filmadas sin estridencias, dejando que los elementos en pantalla transmitan la ira, la tristeza, el miedo... No verán golpes efectistas que busquen conmover facilonamente o violencia estilizada que exalte la vista pero no remueva el espíritu. Como se ha dicho, la cosa se construye desde la imagen misma, desde el interior de la película.
  No diré que el guión logra generar naturalidad en los acontecimientos, pero la excelente dirección de Pressman restringe lo mecánico y le otorga fluidez y humanidad al relato. En otras palabras, no es la típica película de grandes estudios en las que hay mucho hip-hop, tres o cinco extravagantes tiroteos y luego al protagonista pidiendo perdón a dios; acá va todo a ritmo pausado y... ¡PUM! Un contenido estallido de violencia que deja más marcas de las que uno nota a simple vista. El toque humano es innegable y el verdadero motor de la película: más pulsión que acción. Ahora que lo pienso, Pressman lleva a cabo un tratamiento realista para su película, realismo que acrecienta la crudeza de lo acontecido sin dejarse llevar por ínfulas psociológicas. El tipo mantiene la mirada, la defiende... mejor dicho, defiende a sus personajes.

  Mucho me ha gustado "Boulevard Nights", sobre todo porque me ha sorprendido sobremanera. No será la historia más original, pero por dios que está muy bien ejecutada, logrando establecerse a un nivel emocional del cual es muy difícil desprenderse: no deja de ser desoladora. La recomiendo a ojos cerrados.
(Eso sí, el personaje del hermano menor es muy, muy demasiado odiable. Igual se terminan acostumbrando... un poco).