Bowie, sobre la ciencia ficción. Parte I: El músico que se fue a las estrellas

Publicado el 27 febrero 2016 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

David Bowie por Mick Rock (http://www.konbini.com/us/lifestyle/fearless-faces-david-bowie-most-daring-looks/)

Por Iván Rodrigo Mendizábal

(Publicado originalmente en la revista digital La Barra Espaciadora, Quito, el 2 de febrero de 2016)

Jones, el futuro Starman

La reciente desaparición de David Bowie también hizo recordar a muchos de sus fans su contribución a la ciencia ficción. Ciertos temas musicales, letras, presentaciones, videoclips y films, en efecto, nos hacen pensar que Bowie tuvo conexiones dedicadas y serias con dicho género.

En este contexto, hay quienes citan una conversación de Bowie con Timothy Green Beckley hacia 1970, en los estudios de la RCA en Los Ángeles, donde el cantante expresó con claridad su inclinación hacia temas que, desde temprano, la ciencia ficción había tratado. La alocución era la siguiente:

“I’m very much interested in science fiction. I’ve always been fascinated with the idea that life might exist elsewhere in the universe and the possibility that space beings might be traveling to Earth.”

El interés de Bowie por la ciencia ficción se remite, sin embargo, a su adolescencia. En un sugerente ensayo, publicado en la revista Pitchfork, el pasado 13 de enero de 2016, Jason Heller señala que el libro de Robert Heinlein, Starman Jones (1953) fue quizá el primero del género que impresionó a Bowie, más cuando en el título el apellido del astronauta era Jones, similar al suyo, David Robert Jones. Más tarde, Bowie se encargaría de aludir a tal hallazgo en una de sus canciones, bajo el título de “Starman”.

Pero el interés no fue solo en el modo intertextual, sino en mensajes diversos a través de las letras de sus canciones. En la conversación con Green Beckley, Bowie resalta que el universo estaría poblado por seres extraterrestres quienes también habrían viajado a la Tierra desde antes, hasta la actualidad. No estaríamos solos, al contrario, la Tierra habría sido visitada por diversidad de entidades de las cuales se han acumulado en diferentes fuentes cantidad de testimonios desde la antigüedad. Para hacer honor a sus ideas, el propio Bowie se encargó pronto de ponerse en la piel y en el cuerpo de dichas entidades alienígenas, personificándolas. Y he ahí que su relación con la ciencia ficción se volvió vital hasta el final de sus días, el pasado mes de enero.

Bowie inquiriendo la ciencia ficción

Heller, en su artículo “Anthems for the Moon: David Bowie’s Sci-Fi Explorations”, en la citada revista Pitchfork, hace un pormenorizado recuento de tal relación. Pero además estudia el contexto de aquella, con las lecturas y las inquietudes de Bowie respecto a asuntos interplanetarios.

Es así que en el artículo se citan las conexiones de los trabajos de Bowie con los grandes de la literatura y el cine de ciencia ficción. De acuerdo a ello, gravitan las exploraciones espaciales de los seres humanos, la llegada a la Luna, las alusiones a alguna vida en Marte, el espacio estelar, etc. Del mismo modo, menciones a films como 2001, Odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick, Cuando el destino nos alcance (1973) de Richard Fleischer y una película donde Bowie interpretó a un alienígena quien estrella su nave en la Tierra, The Man Who Fell to Earth (1976) de Nicholas Roeg. Y autores clave como Ray Bradbury, Robert Heinlein, Michael Moorcok, William S. Burroughs, Úrsula K. Le Guin, etc. Es decir, un universo de temas, referencias, participaciones y datos.

La preocupación esencial, empero, en el conjunto de referencias e interpretaciones en el campo de la ciencia ficción, es la cuestión medioambiental del planeta, su equilibrio social, el ser humano como desestabilizador del ecosistema; pero además, la contribución de Bowie al debate sobre el cuerpo como construcción social: el cuerpo se corresponde a un espacio social desde el cual también extrae su libertad –o su encerramiento–, si leemos a David Le Breton y su Sociología del cuerpo (1992).

Androginismo, bisexualismo, corporalidad extraña, extravagancia, son algunos de los tópicos que orbitan alrededor de las representaciones que creara Bowie. Su Ziggy Stardust es el alter ego de estas orbitaciones; es la representación del visitante a un mundo extraño; su contrario es el mayor Tom, un ser humano que se extraña, que se sale de las órbitas convencionales. Figuraciones, en otro plano, aparecen en otros trabajos, particularmente la tensión respecto a la bisexualidad con su interpretación de Jack Celliers, en el film de Nagisa Oshima, Bienvenido Mr. Lawrence (1983).

Se podría decir que los personajes de Bowie han estado siempre bautizados con el halo del misterio. La polisemia de sus caracteres hace que las interpretaciones no sean únicas. Bowie, por lo tanto, practica en su música el distanciamiento cognitivo para producir cosas nuevas en el espectador o en el fan. De ahí su riqueza en todo nivel.

Cuerpos ocupando el espacio: el caso del mayor Tom

Quisiera detenerme en las corporalidades representadas por Bowie en sus videoclips, corporalidades extrañas o extraterrestres en relación al espacio.

Del disco Space Oddity (1969), precisamente la canción que le da título, “Space Oddity” nos pone en el escenario de un viaje hacia el espacio exterior. El videoclip nos muestra a un Bowie que personifica al mayor Tom, astronauta en misión quien, una vez en el espacio, se desconecta del centro de control de la Tierra e inicia por si mismo su periplo hacia las estrellas. La referencia, de hecho, es a 2001, Odisea del espacio de Kubrick.

Mediante una economía visual, el productor y director, Kenneth Pitt, nos pone en el escenario vanguardista de una supuesta nave a través de un efecto viñeta, donde el escenario es parte de la “lente” desde la que veremos y oiremos la historia sobre Tom. A falta de efectos especiales, la imagen nos expone fondos abstractos o negros, sedas y luces de color que contrastan ya sea con ese espacio cuasi cristalino y aséptico que pretende la obra. La idea es de estar en el seno de dicho espacio; es lo que traduce el cuerpo vestido de blanco metal de Bowie que flota en el interior del espacio de la nave y en el exterior oscuro del espacio. Se trataría de mostrar que en realidad es el espacio estelar es una gran matriz donde el ser humano estaría integrado y navega cadenciosamente. Salir de la Tierra e ir a las estrellas es perseguir una vida distinta.

Por ello Bowie está rodeado de dos mujeres, dos seres de color oro que le conducen en el periplo hacia el universo, una vez que se desembaraza de la Tierra a la que además Tom la ve –de acuerdo a la letra– como si estuviera triste. El cuerpo del astronauta se muestra libre –por algo desde el principio levanta sus manos–, en contraste del operador del centro espacial –el otro Bowie, con visera roja y lentes redondos– a quien se le presenta en plano medio, como si estuviera determinado, sujetado, por la imagen. ¿Liberación? ¿Búsqueda de contacto? La versión visual de “Space Oddity” parece ser el abrazo con el espacio matriz. El cuerpo con el traje “espacial” ceñido habla de un ser que acaba de autodiseñarse.

El mayor Tom vendría a ser el inicial personaje y la primera referencia de Bowie a su interés por hablar del espacio y de la Tierra, de verla desde una perspectiva diferente, de constatarla en su dimensión sensible.

Habría que decir, en todo caso, que el viaje del mayor Tom tampoco terminó con ese primer videoclip; luego fue retomado en otros: “Ashes to Ashes”, “Hallo Spaceboy” y hay quienes piensan que Tom finalmente encontró su verdadero hogar en un planeta distante, en “Blackstar”.

De “Ashes to Ashes”, canción que forma parte del disco Scary Monsters (and Super Creeps) (1980), se puede afirmar que encontramos a Tom en un planeta distante. En el videoclip dirigido por David Mallet, la referencia estética es la secuencia final de 2001, Odisea del espacio de Kubrick, con esa atmósfera solarizada que en el caso del videoclip es de color rosa salmón; además el interior de lo que parece una habitación, pero esta vez de un centro psiquiátrico o de un hospital.

Bowie-narrador, vestido de arlequín, nos habla de Tom quien supuestamente dirige mensajes de bienestar en su nuevo hogar a los habitantes de la Tierra. Cuando se refiere a estos mensajes, el arlequín muestra entre sus manos unas pantallas que remiten a las secuencias de Bowie-Tom atrapado en un espacio reticulado.

Es clave el contraste de este tipo de espacio-cuerpo frente al del exterior, caótico, incandescente, reforzado por el coro que acompaña al arlequín, supuestos sacerdotes, quienes presiden en ciertos momentos una marcha donde se ve un tractor aplanador: pareciera decirse que hay un afuera violento en el que el cuerpo de Bowie se presenta como el de un aventurero –camisa blanca, pantalones negros, botas–, pero además convertido, al cual se le extrae algo. Pero si atendemos a partes de la letra, nos damos cuenta que Tom habla desde un afuera como si estuviera drogado, como si un cierto dominio hubiera obrado sobre él. Ya no es, por lo tanto, un cuerpo libre en un espacio libre, sino un cuerpo encerrado en un espacio social caótico y sobredeterminado por una especie de poder. El final lo refuerza cuando incluso se hace referencia a la madre, a una madre-autoridad. ¿Crítica a un sistema social que termina encerrando a los cuerpos libres dentro, esta vez, de un espacio aséptico, inversión de la visión hippie que primaba en el video de “Space Oddity”?

En “Hallo Spaceboy”, correspondiente al disco Outside (1995) –interpretado en el videoclip junto a Pet Shop Boys–, la referencia al astronauta es ahora intertextual. A este se le denomina “chico espacial” a quien se le recuerda que duerme afuera, en el espacio exterior, libre, en tanto sus custodios siguen llamándole. Tom dialoga con Bowie –en el videoclip dirigido por David Mallet–, acerca de la libertad; el uno le hace ver que no vive libre ya que el amor se ha vuelto confuso en la Tierra; el otro insiste en llamarle y recordarle que el polvo lunar le cubre.

El videoclip expone, mediante montaje con imágenes, algunas tomadas de films, de televisión, otras animaciones, ese mundo nuevamente caótico, dinámico, no estable. Bowie-cantante-chico-espacial está en un espacio con luces amarillas –remisión al videoclip anterior, “Ashes to Ashes”–, posando desafiante.

Su cuerpo y su vestuario está en cierto modo “feminizado”, andrógino; sobresale en una toma los zapatos de punta y taco fino que hacen contraste con el micrófono y los aretes: una especie de desintegración de los cánones del cuerpo vestido por otro asexuado, distante. Este mismo cuerpo es también el del final de “Space Oddity” donde Tom está junto a dos mujeres de brillo amarillo. El videoclip pareciera por fin despedir a ese ser que se ha escindido de Tierra.

Y curiosamente “Blackstar”, su penúltimo videoclip, dirigido por Johan Renck, perteneciente al disco Blackstar (2016), se abre con la imagen de un planeta oscuro –como el de “Hallo Spaceboy”–, con una luna o sol eclipsada que ilumina tenuemente el paisaje donde está el cuerpo muerto de un astronauta. Una mujer con una cola se acerca a dicho cuerpo y al abrir su traje, descubre una calavera adornada con piedras preciosas.

El videoclip es potente y complejo, en la misma medida que los anteriores, con la variación que en este hay un trabajo estético de notable envergadura. Esta vez se trata de la evocación de un sacrificio de un ser estelar, pero al mismo tiempo la recordación del hallazgo de un cuerpo simbólico, de un cuerpo sagrado cuya luz aún pervive no obstante su muerte. Ormen es el pueblo, es el planeta hipotético donde ya no hay una estrella de luz, sino estrella que termina o eclipsa, donde sus habitantes encandilan con ese cuerpo hallado una especie de nueva esperanza. Ormen en noruego es el nombre de serpiente, cuyo simbolismo puede ser el de la eternidad. La alusión es sobre el ser humano trascendente eterno.

En este videoclip Bowie se presenta con un cuerpo envejecido, casi como el de un maniquí. Contrasta con ese arlequín de “Ashes to Ashes”. Tiene una venda en los ojos y en lugar de ellos unos botones. Su expresión es la de una especie de ermitaño, de alguien que ve y no ve; tiene en sus manos un libro con una estrella negra, como el del sabio del destino. Sin embargo, mientras su cuerpo envejecido, con chaqueta negra, muestra al de alguien que clama algo, en el fondo, en el coro vemos unos cuerpos jóvenes semidesnudos que tiemblan, que convulsionan, que están en estado oscilatorio, como si quisieran sacudirse de algo y les es imposible de hacerlo. ¿Cuerpos dominados frente a un cuerpo que se siente libre y autodeterminativo?

Por otro lado, el espacio de este ser liberado es el de una casa, un lugar “agujerado” por la luz solar –en contraste con la atmósfera oscura de Ormen–; si relacionamos estas imágenes de aquellas del salón siquiátrico de “Ashes to Ashes” o del escenario iluminado de “Hello Spaceboy”, se podría afirmar que en este video Bowie refunda el cuerpo como hogar, un hogar que anuncia volver al origen.

Para comprender esta pequeña sutileza, valga la pena reconocer en el ropaje del astronauta cadáver, del inicio del videoclip, el sello en amarillo de una cara feliz. Su hijo, Duncan Jones filmó en 2009 la película Moon, acerca de un solitario astronauta en la Luna, quien está a la espera de su retorno a la Tierra. Acaso el film también puede funcionar como intertexto a “Space Oddity”; acompaña al astronauta lunar un robot cuyo rostro, en una pantalla de computadora –piénsese en las pantallas que tiene en manos el arlequín Bowie en “Ashes to Ashes”–, es una carita feliz. Moon es acerca de un astronauta que se autoreplica de modo angustiante; Bowie –como Tom– en “Blackstar” sabe que autoreplicarse, refundarse tiene un límite.

Starman en dirección a las estrellas

En el libro de Heinlein, Starman Jones (1953) –traducido y publicado en castellano como Jones, el hombre estelar (1962)–, el personaje, un adolescente campesino pretende convertirse en un astrogador en alguna misión espacial. El astrogador es, dentro de la ciencia ficción clásica, alguien quien conoce el arte de aconsejar y servir de guía usando la observación de las estrellas y de la matemática. Cuando Jones sube a una nave como polizón, ya en el viaje se da cuenta del error del capitán en el momento que este decide el curso de la nave para hacer un salto estelar; este hecho lleva a que la nave se transporte en otro punto del universo y se pierda.

“Space Oddity” fabula con este hecho, no obstante dialoga y rinde homenaje a 2001, Odisea del espacio. Bowie el artista, el músico, vendría a ser una especie de astrogador de la música y de las artes visuales: su propuesta estética vanguardista, glam, siempre ha roto los estándares y se ha mostrado desafiante. Lo interesante del caso es que los saltos estelares en el espacio del ritmo, el uso del cuerpo y de una voluntad que reafirma el amor, la necesidad de contacto humano, enfrenta la idea de soledad que sobreviene en las sociedades industrializadas.

Le Breton en su Sociología del cuerpo afirma, respecto al cuerpo, que este en ciertas sociedades está inscrito en una compleja red de relaciones y correspondencias donde la naturaleza humana está imbricada con el cosmos; lo que pasa en las sociedades modernas e industrializadas es que el cuerpo y el ser humano, la persona, son separadas, son escindidas del cosmos, volviéndolo solo anatomía, cosa.

De acuerdo a este problema, Tom vendría a ser la metáfora de quien, al alejarse, hace caer en cuenta a sus semejantes, los seres humanos que entre tanto bullicio, estamos solos, pero nuestros cuerpos y nuestro espacio se ha cosificado. La paradoja, respecto a su inquietud, respecto a la idea fascinante de que pudiéramos tener compañía en el espacio, es la misma: sabemos que tenemos vecinos, pero su cercanía-lejanía, demuestra que la humanidad sigue estando sola; incluso, mediante la ciencia, la cuestión extraterrestre se ha vuelto cosa, materia, base de distintas especulaciones. Y quizá acá cabe una última pregunta: ¿No es acaso que la humanidad está sola gracias a su problemática “inteligencia”, esa que provoca el caos, la confusión, el encerramiento, la exclusión, el daño medioambiental? En este contexto, quizá vale la pena pensar ciertas partes de la letra de “Blackstar”.


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