Boyhood (momentos de una vida)

Publicado el 17 octubre 2014 por Heitor

Voy a hacer una paradinha en la crónica festivalera para comentaros un peliculón de hijo y muy chaval mío. Por vuestro bien.

Richard Linklater parece un director profundamente interesado en el paso del tiempo y las relaciones humanas. Parece ser que ya trata el tema en su trilogía de “Antes del…”, tres películas grabadas en 1995, 2004 y 2013, protagonizadas por Ethan Hawke y Julie Delpy, que narran los encuentros y desencuentros de dos personas a lo largo de los años. Como estoy lleno hasta arriba de prejuicios y perezas, nunca me he puesto a verlas, a pesar de que el insigne Jorge el Indie lleva años chivándome que son tremendas. Cabezón uno.

Entre “Antes del amanecer” y “Antes del atardecer”, las dos primeras películas de esta trilogía, allá por 2002, Linklater inicia un rodaje atípico. De alguna forma, llega a la conclusión de que la historia vital que quiere narrar, tan sólo puede ser construida a través del crecimiento y la maduración de un grupo de actores. El paso de un chaval de la infancia a la vida adulta, del primer día de colegio al ingreso en la universidad, tiene que poseer la verdad de una misma mirada. Así que, les explica a un grupo de productores que deben de estar mirándole cómo si asistiesen al desquiciado discurso de uno de los religiosos que se suben a una caja en La Puerta del Sol, que pretende, durante 12 años, reunir a un grupo de actores una semana al año para mostrar esos momentos de una vida que tan bien retrata el subtítulo español (por una vez y sin que sirva de precedente).

Así, el guión que se encuentra en la cabeza de Richard Linklater, forzosamente se va modificando a través de todos esos años, adaptándose a los propios cambios vitales y emocionales del director y moldeándose también con las personalidades de los propios actores; las canciones que el propio Ethan Hawke iba componiendo o la afición por la fotografía del chaval protagonista, un misterioso e introspectivo Ellar Coltrane, por ejemplo, se van incluyendo en la película.

Con todos los elementos en juego, Linklater se dedica, durante esa semana de cada año, a realizar fotografías en movimiento de cada una de las etapas de crecimiento de Mason, el hijo menor de unos padres jóvenes y separados, que también tratan de buscar su lugar en el mundo. Y casi cada diálogo, cada idea y cada encuadre trata de diseccionar el propio paso del tiempo, como si fuese un alquimista de la imagen en busca de respuestas.

Estoy seguro de que muchos de los elementos diseminados a lo largo de los 165 minutos que pasan en un suspiro, no están cogidos al azar. Para muestra, unos cuantos botones. Los dos hermanos están enganchadísimos a la saga de Harry Potter, la historia de un niño que ingresa en una escuela de magia narrada durante todos los años que asiste a la misma; en un momento, Mason está viendo “Dragon Ball”, que cuenta las andanzas de Son Goku desde que es un renacuajo hasta su vida adulta; Padre e hijo son fans de “Star Wars”, la saga de Anakin SkyWalker desde que unos Jedis lo descubren cuando es niño hasta su muerte, a manos del Emperador oscuro, ya de vejete; Samantha, la hermana de Mason, baila y canta en su habitación una canción de Britney Spears, cuya errática vida ha sido reflejada en la caja tonta desde sus tiempos del Club Disney hasta su resurgimiento después de escarceos con el lado oscuro; el padre de Mason le regala en un momento una recopilación de las canciones de The Beatles que hicieron en solitario, un grupo que también ha tenido una larga y conocida trayectoria a lo largo de su historia. Mucha coincidencia para que todo esto aparezca por azar.

“Boyhood” es una de esas películas que no van hacia ningún sitio en concreto. De esas que narran vida, sin viajes del héroe ni moralinas. De esas que tanto me suliveyan. Y dentro de este caudal de momentos, la autenticidad de los chavales se ve contrastada por algunos caracteres plagados de tópicos de muchos de los adultos que los rodean, el padrastro etílico e iracundo, los abuelastros católicos y amantes de las armas, el jefe con el palo de escoba introducido por el recto… un contraste que, en vez de resultar raro, acentúa la autenticidad de unos personajes en proceso de crecimiento que comprenden que por mucho que a uno le salgan arrugas, las respuestas no acaban por llegar.

Obviamente, toda esta sensación de vericidad que desprende la cinta a cada minuto, no sería posible de no ser por las soberbias actuaciones de los intépretes, tanto de los inmensos Ethan Hawke y Patricia Arquette, como de ese chaval protagonista, Ellar Coltrane, que resulta ser uno de los más acertados procesos de casting del universo, sobre todo teniendo en cuenta que a lo largo de doce años, uno corre el riesgo de volverse mu tonto. Imaginaos que hubiera escogido a Edward Furlong o a Macaulay Culkin. Pero no, la serena personalidad del muchacho resulta clave para marcar el genial tono del largometraje.

Es posible que “Boyhood” se haya convertido de forma inmediata y por derecho propio en una cinta de culto y haya escrito una reseña en letras doradas en la historia del cine reciente.

Y a nivel individual, a mí me ha servido para sacudirme prejuicios y perezas y tener ganas de ver su trilogía parejil de una vez. Así, de una tacada, casi sin respirar.