Tuvo que llegar un cáncer linfático ya superado y detectado en 2009 para crearse una corriente emocional de los brasileños hacia esta economista de 62 años, que enfrentó la enfermedad con fortaleza y sin pausa en sus tareas. Así dicen que soportó a los 22 años las salvajes torturas a que fue sometida cuando fue detenida durante la resistencia a la dictadura.
Con fama de intransigente con los fallos, ganada por los trascendidos de duras amonestaciones a figuras del gobierno de su gran impulsor político, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, admirado según ha dicho por su capacidad como ministra de Minas y Energía y jefa de la Casa Civil de la Presidencia (gabinete), desde enero de 2003 a marzo de este año.
Esta hija de un inmigrante búlgaro y una maestra brasileña cae públicamente en la ternura en contadas ocasiones, como cuando el día 9 dibujó un corazón con sus manos al anunciar radiante que acaba de tener su primer nieto.
También subraya su sensibilidad social y en particular por la situación de las mujeres pobres, y está rodeada por un equipo de campaña casi todo femenino. Pero se distancia del feminismo y matiza la perspectiva de género en sus planes.
"En Brasil, privilegiar a la mujer no es una política de género, es una política social", dijo la candidata presidencial del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), para recordar que en el país 30 por ciento de las familias tienen al frente una mujer, 52 por ciento de la población es femenina y "el resto son nuestros hijos".
"No se trata de crear un matriarcado, sino de darle a la mujer la importancia que tiene para la estructura familiar", insistió al relativizar lo dicho por Lula al lanzar su candidatura, cuando afirmó que con su triunfo "Brasil derrotará el machismo".
Para ella, Lula "es muy sensible al tema" porque "fue criado por una mujer fuerte". Pero la candidata descarta, por ejemplo, impulsar demandas prioritarias de las mujeres organizadas, como la despenalización del aborto y posiciones arriesgadas en temas polémicos como el matrimonio de homosexuales.
Más allá de la táctica electoral de evitar fugas de votos entre su electorado más conservador, todo indica que esa será su posición si alcanza la presidencia de Brasil en las elecciones del 3 de octubre, en primera vuelta, o en la segunda el 31 de octubre.
Antes o después, su triunfo es pronosticado por todas las encuestas en esta potencia emergente latinoamericana.
En cambio prometió construir 6.000 guarderías. Pocas para un país de 192 millones de habitantes, pero una presión a los gobiernos locales a asumir su responsabilidad directa en un tema de absoluta necesidad, especialmente de las mujeres pobres, que en cantidad creciente son jefas de hogar.
Se trata de un programa social nada controversial y de comprobada eficacia en materia educación, aunque la universalización del servicio suena a utopía actualmente. Esta pragmática Dilma –nadie en Brasil la llama de otra manera, como nadie menciona al presidente actual por otra cosa que Lula, su apodo- salvo un cataclismo gobernará este calidoscopio de geografías, culturas y problemas sociales, está en las antípodas de la idealista guerrillera juvenil.
Entonces la ideología la llevó a desafiar con un puñado de compañeros, la mayoría estudiantes, a la dictadura militar instaurada en 1964. Una lucha desigual y corta, iniciada en 1968. Tres años después la mayoría de estas guerrillas estaban exterminadas. Solo militantes aguerridos y convencidos, como Dilma, podían sostener la lucha cuando la muerte, las torturas y la larga prisión eran el futuro más probable.
Durante la dictadura finalizada en 1985 hubo al menos 358 muertos, de los que 138 siguen como desaparecidos.
En 1969, con solo 21 años, Dilma fue la única mujer entre los cinco "comandantes" de su grupo: Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR) Palmares, en homenaje al quilombo en que se refugiaron africanos y afrodescendientes, rebelados contra la esclavitud en el siglo XVII en el nordeste brasileño.
La VAR fue uno de los grupos guerrilleros brasileños, inspirados principalmente en la revolución cubana, que protagonizaron acciones espectaculares, como los secuestros de los embajadores de Estados Unidos y Alemania, para liberar presos políticos sometidos a torturas.
La candidata ha aclarado que no participó en acción armada alguna, para neutralizar epítetos como "subversiva" que la derecha le adjudica, entre otras falsedades, como anticristiana.
En Internet hay miles de entradas que imputan a Dilma asesinatos, asaltos a bancos y atentados variados, todos datos falsos que buscan descalificarla y asustar a los 135,8 millones de electores llamados a concurrir a las urnas este domingo.
La ahora candidata presidencial fue apresada tras cuatro meses de comandancia por grupos de represión irregulares creados por la dictadura en 1969 para matar y torturar opositores. Muchos consideran su rigor actual en la jefatura de equipos como una herencia de la lucha clandestina, cuando un mínimo error conducía a la detención o la muerte.
Cuando salió de la cárcel 28 meses después, concluyó la carrera de economía, tuvo una hija con su segundo marido, compañero en la VAR y también un tiempo preso, del que se separó en 1996. Actualmente no tiene pareja.
Al finalizar la dictadura, inició su andadura como funcionaria pública. Fue secretaria de Finanzas en la alcaldía de la meridional ciudad de Porto Alegre y secretaria de Energía del estado de Rio Grande del Sur.
En enero de 2003 Lula, el popular antiguo líder sindical, arribó al poder y con él llegó Dilma. Sus éxitos en funciones hasta entonces monopolizadas por hombres y el binomio gerencial que construyeron llevaron a Lula, maestro en pragmatismo, a seleccionarla como la candidata del PT, en desmedro de dirigentes históricos. Dilma milita en el PT solo desde 2001, a donde llegó desde el a veces aliado y otras contrincante Partido Democrático Laborista.
En la apuesta de Lula algo tuvo que ver el hecho de ser mujer, porque el mayoritario electorado femenino de Brasil ha sido siempre esquivo para el PT, incluso para el presidente, pese a su popularidad. Dilma corrigió esto.
Una encuesta realizada el lunes sitúa finalmente a la candidata del PT como favorita de las mujeres, pero con 42 por ciento de la intención de voto, nueve puntos por debajo del electorado masculino.
Ese mismo sondeo, del Instituto Datafolha, tiene una mala noticia para Dilma. Pone en duda su triunfo en la primera vuelta, al situar la intención de voto para ella en 44 por ciento, aunque otro sondeo de dos días después del medidor de opinión pública más reconocido en Brasil, Ibope, le asegura una holgada mayoría y su elección este domingo.
Por Mario OsavaFuente: IPS