Produce indignación y asco escuchar a los periodistas comprados por el sanchismo indignarse contra las huestes pro-Bolsonaro, mientras ni siquiera mencionan que en España se está atacando también la democracia, pero desde las instituciones y, concretamente, desde el gobierno.
Suprimir el delito de sedición cuando el pueblo, masivamente, está en contra, es atacar la democracia; indultar a delincuentes sólo porque el sátrapa que gobierna necesita sus votos es atacar la democracia; suavizar las penas por malversación, despejando el camino a los corruptos, en contra de la voluntad popular, es atacar la democracia; beneficiar a las autonomías nacionalistas y separatistas en detrimento de las otras es atentar contra la democracia, además de corrupción en estado puro.
El asalto a los palacios de Brasilia no tendrá éxito, pero el asalto a la democracia que realiza el sanchismo lo está teniendo y está demoliendo la democracia española, un sistema basado en la confianza de los administrados en sus administradores, que es España ya está tan hecho trizas que millones de españoles, cansados de mentiras, engaños y estafas desde el poder, temen hasta que se produzca un fraude electoral.
¿Por qué se condenan los atentados contra la democracia cuando lo protagoniza la extrema derecha y nunca cuando lo hace la extrema izquierda socialista o comunista. ¿Por qué se condena a Hitler y no tanto a Stalin, que fue diez veces más asesino?
La única respuesta es que la izquierda ha logrado anestesiar y confundir tanto a la sociedad y la cultura que tiene bula para dinamitar el sistema y aniquilar las libertades y derechos, mientras que los demás no pueden mover un sólo dedo contra el corrupto y amañado sistema.
Esta es la verdad, le pese a quien le pese: las masas rebeldes de Brasil y Pedro Sánchez coinciden en atacar la democracia, cada uno desde su ángulo. La única diferencia es que los rebeldes brasileños están siendo encarcelados, mientras que Sánchez sigue adelante en su labor de demolición del sistema, con impunidad y aplaudido por legiones de abducidos por el marxismo cultural.
Francisco Rubiales