Se veía venir, aunque no por ello resulta menos doloroso. La situación de las mujeres empeora a pesar de la menor brecha de género en el empleo. La precariedad laboral se ha extendido pero les sigue afectando a ellas en mayor medida.
Hay suficientes evidencias históricas que muestran cómo la población femenina ha resultado ser la más afectada por la creciente inseguridad y precariedad del trabajo en los contextos de las crisis económicas pasadas. Sin excepción, hasta ahora, todas las fases de depresión y recesión económica conocidas se han cebado con especial virulencia en las mujeres solas, familias monomarentales y mujeres migrantes.
Y lo mismo ha estado ocurriendo en los últimos 6 años de esta ‘gran estafa’; aunque no aparezca en los principales titulares mediáticos, el hecho es que ocurre, y de manera global.
El último informe de la EPA en España para 2012 resulta demoledor. Cerca de 6 millones de personas desempleadas (el 26.02% de la población activa), 1.833.700 hogares con todas sus personas integrantes en desempleo y una tasa de desempleo juvenil del 55,1%. Dicho así, en grandes epígrafes ya es grave por sí mismo; pero, si además observamos cómo han evolucionado las tasas de desempleo en los últimos años, podemos caer en la cuenta de algunas obviedades: 1) fuerte crecimiento del desempleo masculino en los primeros años 2) mayor incidencia del desempleo femenino durante todo el tiempo, 3) acortamiento de la brecha de género, aunque ello no necesariamente implica que la situación de las mujeres haya mejorado, 4) ineficacia total de las reformas laborales de los últimos años fruto de la irresponsabilidad y negligencia de los gobiernos que las emprendieron.
Hay que decir que, en general, los aumentos en el desempleo tienen fuertes impactos negativos sobre la participación del trabajo en la distribución de la renta nacional, lo que abona el terreno para la devaluación interna vía reducción de salarios (algo que ya estamos experimentando en Grecia, Portugal y España).
En este contexto, la preeminencia del desempleo femenino que refleja la gráfica (26,55% respecto al 25,58% masculino en 2012), refuerza otra peligrosa tendencia: la persistencia de la brecha salarial de género.
La mayor inseguridad económica, el desempleo creciente, la caída de los salarios reales y los recortes continuos en los servicios públicos y de atención a las necesidades de cuidado, tienen un efecto multiplicador perverso.
Ya no hay políticas de igualdad ni intención de resolver las desigualdades entre hombres y mujeres, ni siquiera de querer aparentarlo. La corresponsabilidad vuelve a conceptualizarse casi como una utopía altermundista y los derechos de la ciudadanía están en serio peligro de extinción.
Todo ello está significando una vuelta al esquema tradicional de papeles, a situaciones de dependencia económica y de creciente frustración por no poder cubrir las necesidades básicas, de alimentación, vivienda, educación y salud de las personas que forman parte del núcleo de convivencia familiar.
Cada vez se hace más evidente que no se trata de un hecho casual, sino que es el resultado de una serie de reformas que vienen respondiendo a la tendencia mundial de precariedad laboral y de bajos salarios, que se reflejaba en el informe de salarios de la OIT en 2010 . En ese informe ya se apuntaba a una creciente feminización del fenómeno ‘empleos de bajos salarios’ en los países de la OCDE; y también se reconocía que “desde el decenio de 1980, la mayoría de los países han experimentado una tendencia a la baja de la participación de los ingresos del trabajo, lo que significa que se ha destinado una proporción menor de la renta anual a la remuneración de la mano de obra y una proporción mayor a las rentas procedentes del capital”. Revelador, ¿verdad?.
A medida que avanza la tendencia de ‘bajos salarios’ en el empleo remunerado ‘formal’, ocurre que, por una parte, se refuerza el funcionamiento del llamado empleo ‘informal’ al que se acude para completar ingresos, o incluso como ‘la’ fuente de ingresos con la que garantizar la sostenibilidad económica de las personas y familias; y por otra parte, se agudiza la polarización de las rentas. El 43% de las personas que trabajaban en España de manera remunerada en 2010 recibieron sólo el 13% de todo el dinero que se gastó en salarios, mientras que el 7% percibía el 25%. Cabe recordar que las mujeres se concentran en los tramos de rentas más bajos. Sobran las palabras, es tiempo de acción
¿Cómo sostener sino que mientras los gobiernos y la troika despilfarran el dinero público en tapar los agujeros, provocados por el vampirismo financiero, se escamoteen recursos económicos para la sanidad o pensiones públicas, para atajar la pobreza infantil y la falta de nutrición de la infancia y de cada vez más sectores poblacionales?.
¿No les parece que se está convirtiendo el sur de Europa en otra región ‘low – cost’/‘low – rights’ para uso y abuso del vampirismo del gran capital?. Fuente: Sin Género de Dudas/AmecoPress.