La violación de las normas básicas de respeto por los derechos humanos se han convertido en un acontecimiento de común ocurrencia, la tortura física y psicológica son utilizadas sin recriminación alguna por los defensores de la democracia y las justificaciones para acometer estos desafueros son entre pueriles y cínicas. Se detiene a la gente por el color de la piel o por sus raíces étnicas o religiosas. El debido proceso para muchos detenidos es menos que una formalidad que se elude sin objeción alguna.
Con desconsuelo observo que estos excesos condenados por las Naciones Unidas y las constituciones de la gran mayoría de países adscritos a este organismo multilateral son una mínima parte de las injusticias acaecidas a diario.
Salvajadas brutales cometen las guerrillas colombianas, los militantes del califato islámico, los carteles mexicanos y todos aquellos rebeldes o extremistas que en nombre del nacionalismo radical, del fanatismo religioso e ideológico y de cualquier tipo de fundamentalismo ejecutan acciones sin asomo de civilidad y de conmiseración.
El reciente escándalo que descubre los abusos de la Central de Inteligencia Americana nos hacen comprender que los atropellos sin moderación subsisten en todos los estilos de sociedad humana y de perpetuarse se constituyen en un riesgo inadmisible para cualquier habitante motivado por errores de individualización o suplantación de identidad. En Colombia lo hemos patentizado con homónimos pedidos en extradición por el gobierno de Estados Unidos o por la pérdida de documentos de identidad que han sido utilizados por verdaderos delincuentes.
Pero la lista de atropellos se engrosa por los cobros indebidos o excesivos en la prestación de servicios financieros,en los servicios públicos domiciliarios, en el valor de los medicamentos, en los desahucios hipotecarios sin conceder formula alguna de ayuda a quienes todo lo pierden, además de los cobros impositivos inoficiosos y las contribuciones publicas mal usadas.
La inequidad se disfraza con normas legales que favorecen a monopolios y a oligopolios que asfixian a las mayorías sin el menor asomo de benevolencia. Todo nuestro actual sistema descansa en favorecer el bienestar de muy pocos sobre la penuria de los demás.
¿Hasta dónde y hasta cuándo?
La ceguera política, además de la avaricia de financistas e industriales nos remite a épocas históricas en donde monarquías codiciosas socavaron su estabilidad y continuidad por los excesos cometidos en contra de sus gobernados.
¿Tendremos que revivir estos episodios del pasado para detener la devastadora desproporción social que sumerge continuamente en la inopia a nuevos habitantes? Lo que provocará cambios radicales, que llegarán en medio de la consecuente violencia que se desata.
¿Será este el camino que de nuevo la sociedad humana tiene que transitar?
En conciencia de cada uno queda razonar sobre el contenido de esta disertación.