Revista Opinión

Breve análisis y crítica al libro Teología de la liberación de Fray Gustavo Gutierrez

Por Beatriz
autor: blog Agua Viva
Hay que tomar en cuenta que la obra Teología de la liberación, perspectivas del dominico Fray Gustavo Gutierrez publicada en el año 1971, desde aquel año a la fecha actual mucha agua ha pasado bajo el puente. En el mundo: el colapso de la Unión Soviética, la caída del muro de Berlín, y en la Iglesia: la Instrucción Libertatis Nuntius y Libertatis Conscientia, etc.  Tengo la impresión por sus entrevistas más recientes (aunque puedo equivocarme) que el autor ha matizado sus ideas conforme a los acontecimientos pasados y presentes.  Lo que sí es verdad es que el padre Gutierrez no ha sido condenado por la Iglesia.
He preparado una síntesis sobre lo que considero más relevante de la obra:
"No se trata de elaborar una ideología justificadora de posturas ya tomadas…ni de forjar una teología de la que se “deduzca” una acción política…Se trata de dejarnos juzgar por la palabra del Señor, de pensar nuestra fe, de hacer más pleno nuestro amor y de dar razón de nuestra esperanza desde el interior de un compromiso que se quiere hacer más radical, total y eficaz.
A lo largo de estas páginas tendremos en cuenta en forma especial la función crítica de la teología respecto de la presencia y actuar del hombre en la historia. El hecho mayor de dicha presencia en nuestro tiempo, sobre todo en los países subdesarrollados y oprimidos es la lucha por construir una sociedad justa y fraterna donde los hombres puedan vivir con dignidad y ser agentes de su propio destino.”
La Teología como sabiduría
En los primeros siglos de la Iglesia, lo que ahora llamamos teología estuvo estrechamente ligado a la vida espiritual. Se trataba fundamentalmente de una meditación sobre la Biblia orientada al progreso espiritual. Se distinguía entre los “principiantes”, simples fieles, y los “avanzados” que buscan la perfección. Esta teología fue sobre todo monástica y, por lo tanto, caracterizada por una vida espiritual alejada del quehacer mundano”
Hacia el siglo XIV se inicia una separación entre teólogos y espirituales. La función espiritual de la teología, tan importante en los primeros siglos, puesta en paréntesis después, constituye, no obstante, una dimensión permanente de la teología.
La teología como saber racional: a partir del siglo XII comienza a constituirse la teología como ciencia: “Se había pasado de la sacra pagina a la teología en el sentido moderno que Abelardo…fue el primero en usar”. El proceso culmina con Alberto Magno y Tomás de Aquino quien tiene, sin embargo, una visión amplia y sintética: la teología no es sólo ciencia, sino también una sabiduría cuya fuente es la caridad que une al hombre con Dios. Lo esencial en la obra de Tomás de Aquino es que la teología aparece como una disciplina intelectual fruto del encuentro entre la fe y la razón. Más vale por eso, en esta perspectiva, hablar del quehacer teológico no como una ciencia, sino como un saber racional.
La inteligencia de la fe comienza a hacerse también, en nuestros días, siguiendo pistas inéditas: las ciencias sociales, psicológicas, biológicas. Las ciencias sociales son importantes para la reflexión teológica en América Latina. Un pensamiento teológico que no presente este carácter racional y desinteresado no sería verdaderamente fiel a la inteligencia de la fe.
En la escolástica posterior al siglo XIII asistimos a una degradación del concepto tomista de la teología, surge un modo muy diferente de enfocar el quehacer teológico. Esta teología escolástica se convertirá, poco a poco, sobre todo a partir del Concilio de Trento, en una disciplina auxiliar del magisterio eclesiástico, su función será:
1. definir, exponer, y explicar las verdades reveladas.
2. examinar las doctrinas, denunciar y condenar las doctrinas falsas, defender las verdaderas.
3. enseñar con autoridad las verdades reveladas.
En resumen la teología es espiritual y saber racional. Son funciones permanentes e indispensables de toda reflexión teológica. Ambas tareas deben ser en parte recuperadas de las escisiones o deformaciones sufridas a lo largo de la historia.
La teología como reflexión crítica sobre la praxis
La fe en un Dios que nos ama y que nos llama al don de la comunión plena con él y de la fraternidad entre los hombres, no sólo no es ajena a la transformación del mundo sino que conduce necesariamente a la construcción de esa fraternidad y de esa comunión en la historia. Es más, únicamente haciendo esta verdad se veri-ficará, literalmente hablando, nuestra fe. De ahí el uso reciente del término, que choca todavía a algunas sensibilidades, de ortopraxis. No se pretende con ello negar el sentido que puede tener una ortodoxia entendida como una proclamación y una reflexión sobre afirmaciones consideradas verdaderas. Lo que se busca es equilibrar, e incluso rechazar, el primado y casi exclusividad de lo doctrinal en la vida cristiana; y sobre todo, el esmero –muchas veces obsesivo- en procurar una ortodoxia que no es, a menudo, sino fidelidad a una tradición caduca o a una interpretación discutible.
Más positivamente, lo que se quiere es hacer valer la importancia del comportamiento concreto, del gesto, de la acción, de la praxis en la vida cristiana.
Esta preocupación por la praxis busca evitar que sea –que siga siendo- cierta la sarcástica frase de G. Bernanos: “Dios no elige a los mismos hombres para guardar su palabra que para cumplirla”.
La reflexión teológica sería entonces una crítica de la sociedad y de la Iglesia, en tanto que convocadas e interpeladas por la palabra de Dios. Por su predicación del mensaje evangélico, por sus sacramentos, por la caridad de sus miembros, la Iglesia anuncia y acoge el don del reino de Dios en el corazón de la historia humana. La comunidad cristiana profesa una “fe que opera por la caridad”. Ella [la fe] es –debe ser- caridad eficaz, acción, compromiso al servicio de los hombres.
La teología recordando las fuentes de la revelación coadyuva a orientar la acción pastoral poniéndola en un contexto más amplio.
La teología en tanto que reflexión crítica, cumple así una función liberadora del hombre y de la comunidad cristiana, evitándoles todo fetichismo e idolatría. Evitando así un narcisismo pernicioso y empequeñecedor. La teología así entendida tiene un necesario y permanente papel en la liberación de toda forma de alienación religiosa, a menudo alimentada por la propia institución eclesiástica, que impide acercarse auténticamente a la palabra del Señor.
La TL nos propone una nueva manera de hacer teología. Una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado, abriéndose al don de Dios: en la protesta ante la dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los hombres, en el amor que libera, en la construcción de una nueva sociedad, justa y fraternal. Una teología que busca las más fundamentales de las aspiraciones humanas: libertad, dignidad, posibilidad de realización personal para todos.
A los países pobres no les interesa repetir el modelo de los países ricos. Para ellos se trata de superar las limitaciones materiales, la miseria, pero para llegar a un tipo de sociedad que sea más humana. 
Se encuentran frases como: “la explotación de unos hombres por otros”, “la construcción de una sociedad y hombre nuevos”, etc.
Los países pobres toman conciencia cada vez más clara de que su subdesarrollo no es sino el subproducto del desarrollo de otros países debido al tipo de relación que mantienen actualmente con ellos, y, por lo tanto, que su propio desarrollo no se hará sino luchando por romper la dominación que sobre ellos ejercen los países ricos. El desarrollo debe atacar las causas de la situación y entre ellas la más profunda es la dependencia económica, social, política y cultural de unos pueblos en relación a otros, expresión de la dominación de unas clases sociales sobre otras.
Únicamente una quiebra radical del presente estado de cosas, una transformación profunda del sistema de propiedad, el acceso al poder de la clase explotada, una revolución social que rompa con esa dependencia, puede permitir el paso a una sociedad distinta, a una sociedad socialista. O, por lo menos, hacer que ésta sea posible.
Iniciativa que debe asegurar el paso del modo de producción capitalista al modo de producción socialista, es decir, que debe orientarse hacia una sociedad ….creadas las condiciones de una producción socializada de la riqueza, suprimida la apropiación privada de la plusvalía, establecido el socialismo, el hombre pueda comenzar a vivir libre y humanamente”.
El término liberación desde una perspectiva teológica
El término desarrollo es de introducción reciente en los textos del magisterio eclesiástico. El tema es tratado por primera vez, salvo una breve alusión de Pío XII, por Juan XXIII en la Mater et Magistra. Pacem in terris le dedica atención especial. Gaudium Spes le consagra toda una sección pero de escasa originalidad. Todos esos textos insisten en la urgencia de suprimir las injusticias existentes, y en la necesidad para ello de un desarrollo económico orientado al servicio del hombre. Finalmente, Populorum Progressio hace del desarrollo su tema central pero además lenguaje e ideas se precisan: el adjetivo integral, añadido a desarrollo, pone las cosas en un contexto diferente y abre nuevas perspectivas. “construir un mundo en el que todo hombre, sin excepción de raza, de religión, de nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, liberada de las servidumbres que le vienen de hombres y de una naturaleza insuficientemente dominada” (n.47 Populorum progressio) Denuncia con energía “el imperialismo internacional del dinero” y “una injusticia que clama al cielo” así como una separación creciente entre países ricos y países pobres se dirige a los grandes de este mundo para que tengan a bien realizar los cambios necesarios.
El pecado representa un repliegue egoísta sobre sí mismo, pecar significa negarse a amar a los demás, y por consiguiente al Señor mismo.
El pecado, ruptura de amistad con Dios y con los otros, es para la Biblia la causa de la miseria, de la injusticia, de la opresión en que viven los hombres. Detrás de una estructura injusta hay una voluntad personal, o colectiva, o responsable, una voluntad de rechazo a Dios y a los demás. Una trasformación social por más radical que sea no trae automáticamente la supresión de todos los males. La plenitud de la liberación –don gratuito de Cristo- es la comunión con Dios y con los demás hombres."

Los años siguientes al surgimiento de la teología de la liberación (década de los años 70), vieron surgir varias teologías de la liberación tales como la teología de liberación indigenista, la teología de la liberación negra, la teología de la liberación feminista (y aún otras más), contribuyendo así a que muchos prefieran hablar (como también lo hace la Instrucción Libertatis Nuntius), de “teologías de la liberación”, en plural.
(...) Podría decirse además, si consideramos a los autores y teólogos que tratan el tema de la teología de la liberación, que cada uno de ellos tiene una interpretación propia de lo que es esta teología y entre los cuales se pueden identificar dos grupos principales: Un primer grupo son aquellos que se identifican, más, otros menos (si bien no lo expresen abiertamente), con la ideología marxista. El otro grupo de teólogos, es el que está en correspondencia con la doctrina evangélica del Magisterio católico y que se apoya en los postulados de la Doctrina Social Cristiana. (Rodrigo Correa Angel)
Joseph Ratzinger cuando fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe preparó la Instrucción "Libertatis Nuntius" para responder a los errores y desviaciones de la TL marxista. De entrada el documento coloca la Verdadera Liberación Cristiana en su justo lugar: "El Evangelio de Jesucristo es un mensaje de libertad y una fuerza de liberación. (..) La liberación es ante todo y principalmente liberación de la esclavitud radical DEL PECADO"
Lo fundamental es que EL PECADO es la raíz de las múltiples esclavitudes económicas, sociales, políticas, y culturales["Lógicamente reclama la liberación de múltiples esclavitudes de orden cultural, económico social y político, que, en definitiva, derivan del pecado, y constituyen tantos obstáculos que impiden a los hombres vivir según su dignidad"]  Toda lectura CRISTIANA de los males que aquejan al  mundo parte del PECADO ORIGINAL.  (coincide con el análisis de Gutierrez:  "El pecado, ruptura de amistad con Dios y con los otros, es para la Biblia la causa de la miseria, de la injusticia, de la opresión en que viven los hombres.")
"En efecto, ante la urgencia de los problemas, algunos se sienten tentados a poner el acento de modo unilateral sobre la liberación de las esclavitudes de orden terrenal y temporal, de tal manera que parecen hacer pasar a un segundo plano la liberación del pecado, y por ello no se le atribuye prácticamente la importancia primaria que le es propia. La presentación que proponen de los problemas resulta así confusa y ambigua. Además, con la intención de adquirir un conocimiento más exacto de las causas de las esclavitudes que quieren suprimir, se sirven, sin suficiente precaución crítica, de instrumentos de pensamiento que es difícil, e incluso imposible, purificar de una inspiración ideológica incompatible con la fe cristiana y con las exigencias éticas que de ella derivan. (...) La presente Instrucción tiene un fin más preciso y limitado: atraer la atención de los pastores, de los teólogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana, que implican ciertas formas de teología de la liberación que recurren, de modo insuficientemente crítico, a conceptos tomados de diversas corrientes del pensamiento marxista."
La Libertatis Nuntius dice claramente "El presente documento sólo tratará de las producciones de la corriente del pensamiento que, bajo el nombre de «teología de la liberación» proponen una interpretación innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aún más, que constituye la negación práctica de la misma."
No obstante, para nada es una condena a quienes se sienten llamados a vivir la opción preferencial por los pobres.  La Iglesia no puede condenar a quienes se preocupan por aliviar los sufrimientos de sus semejantes, lo que hace es purificar dicha corriente de sus errores y desviaciones marxistas.
Esta llamada de atención de ninguna manera debe interpretarse como una desautorización de todos aquellos que quieren responder generosamente y con auténtico espíritu evangélico a "la opción preferencial por los pobres". De ninguna manera podrá servir de pretexto para quienes se atrincheran en una actitud de neutralidad y de indiferencia ante los trágicos y urgentes problemas de la miseria y de la injusticia. Al contrario, obedece a la certeza de que las graves desviaciones ideológicas que señala conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres.  Hoy más que nunca, es necesario que la fe de numerosos cristianos sea iluminada y que éstos estén resueltos a vivir la vida cristiana integralmente, comprometiéndose en la lucha por la justicia, la libertad y la dignidad humana, por amor a sus hermanos desheredados, oprimidos o perseguidos
Y además dice la Libertatis Nuntius que "hay una auténtica «teología de la liberación», la que está enraizada en la Palabra de Dios, debidamente interpretada".
Todo el Antiguo y Nuevo Testamento está lleno de alusiones a la predilección que siente Dios por los pobres. El Deuteronomio enseña: "Porque nunca faltarán pobres en tu tierra; por eso te ordeno, diciendo: Con liberalidad abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre en tu tierra." Es una exigencia evangélica ayudar a los más necesitados. Por eso la Iglesia no puede condenar un movimiento o una tendencia en la Iglesia que se dedica a acompañar y aliviar los sufrimientos de los pobres, lo que SI puede, y debe es señalar sus errores y desviaciones para que sea corregido, purificado, a la luz del evangelio.
"Hay una auténtica «teología de la liberación», la que está enraizada en la Palabra de Dios, debidamente interpretada" y que tiene como fundamento el Magisterio y la Doctrina Social de la Iglesia y hay otra teología de la liberación "que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aún más, que constituye la negación práctica de la misma" (indigenista, negra, feminista, marxista).
Recientemente el Papa nuevamente alertó a los obispos brasileños en su visita ad Limina sobre la TL de corte marxista y suplica que se acoja la luz benigna de la Instrucción: «vale la pena recordar, que en agosto pasado, cumplió 25 años la Instrucción Libertatis nuntius, de la Congregación de la Doctrina de la Fe, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación», subrayando «el peligro que comportaba la asunción acrítica, hecha por algunos teólogos de tesis y metodologías provenientes del marxismo»:«Sus secuelas más o menos visibles hechas de rebelión, división, disenso, ofensa y anarquía se hacen sentir todavía, creando en vuestras comunidades diocesanas gran sufrimiento y grave pérdida de fuerzas vivas ¡Suplico a cuantos de algún modo se sintieron atraídos, envueltos y alcanzados en su íntimo por ciertos principios engañadores de la teología de la liberación, que se confronten nuevamente con la mencionada Instrucción, acogiendo la luz benigna que la misma ofrece con la mano extendida!» Recordando a todos que «la regla suprema de la fe de la Iglesia proviene, efectivamente, de la unidad que el Espíritu estableció entre la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, en una reciprocidad tal que no pueden subsistir de manera independiente» (Juan Pablo II, [Enc]. Fides et [ratio], 55), Benedicto XVI ha renovado su entrañable llamamiento para que todos los miembros de la Iglesia en Brasil - ‘Tierras de Santa Cruz' - sepan resistir a aquella «secularización interna» que amenaza la Iglesia y sus enseñanzas.  (Radio Vaticano)
Sin embargo, ¿por qué dijo el Papa a los obispos brasileños que «la regla suprema de la fe de la Iglesia proviene, efectivamente, de la unidad que el Espíritu estableció entre la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, en una reciprocidad tal que no pueden subsistir de manera independiente»? Precisamente en la obra del padre Gutierrez encontramos una cita que daría ocasión para la respuesta del Santo Padre:
"Lo que se busca es equilibrar, e incluso rechazar, el primado y casi exclusividad de lo doctrinal en la vida cristiana; y sobre todo, el esmero –muchas veces obsesivo- en procurar una ortodoxia que no es, a menudo, sino fidelidad a una tradición caduca o a una interpretación discutible."
El Papa advierte del error de "rechazar" la ortodoxia (que significa 'recta doctrina' o correcta enseñanza) en la vida cristiana. 
Al citar a G. Bernanos: “Dios no elige a los mismos hombres para guardar su palabra que para cumplirla”, Gutierrez enfrenta la ortodoxia y la caridad cristiana.
Ortodoxia sin caridad es fariseísmo.  Y caridad sin ortodoxia ni identidad católica es una ONG. ..
Gutierrez parte de una deformación de la fe: el fariseísmo para "rechazar" la ortodoxia, mientras que en la práctica los santos sin excepción han sido personas de ortodoxia y caridad ejemplar.  No hay oposición entre ortodoxia y caridad, se complementan.
Asi mismo, Gutierrez cae en contradicción cuando habla de "inteligencia de la fe" y rechaza la ortodoxia porque la considera "tradición caduda" o "interpretación discutible".  La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura son los fundamentos del Magisterio de la Iglesia, magisterio que lleva dos mil años de "inteligencia de la fe": una lenta pero importante actividad intelectual de hombres y mujeres de fe para comprender y explicar mejor los misterios divinos. De este modo hemos de concluir que, en cuanto a la sustancia de los artículos de la fe, en el transcurso de los tiempos no se ha dado aumento de los mismos: todo cuanto creyeron los últimos estaba incluido, aunque de manera implícita, en la fe de los Padres que les habían precedido.  Más en cuanto a la explicación de los mismos, creció el número de los artículos, ya que los últimos Padres conocieron de manera explícita cosas desconocidas para los primeros.  Por eso dice el Señor a Moisés: Yo soy Yahveh.  Me aparecí a Abrahán, a Isaac y a Jacob como El-Sadday; pero no me di a conocer a ellos con mi nombre Adonai (Ex 6, 2-3; cf. 3, 6; 4, 5).  David por su parte afirma: Poseo más cordura que los viejos (Sal 118, 100).  Y el Apóstol escribe: en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas (el misterio de Cristo) (Ef. 3, 5).  (S. Th. II-II q. 1 a.7)
Hay toda una riqueza doctrinal a lo largo de todos estos años, todo un esfuerzo por parte del teólogo de adquirir una mayor inteligencia, además de luces que envía el Señor para penetrar sus misterios a distintas personas y en distintas épocas de la Iglesia. El teólogo es la persona que al estudiar las Sagradas Escrituras "busca siempre un modo más apropiado de comunicar la doctrina a los hombres de su época" (GS 65).  Es, ante todo, un creyente, que busca entender para creer más profundamente. Continuando con la analogía de San Vincent de Lerins: el desarrollo doctrinal es como una semilla que crece y se ha convertido en un frondoso árbol milinerario que no es justo cortarlo con un hacha desde la raíz por la actitud arbitraria de cierto teólogo.
Dice Gutierrez que "los países pobres toman conciencia cada vez más clara de que su subdesarrollo no es sino el subproducto del desarrollo de otros países debido al tipo de relación que mantienen actualmente con ellos, y, por lo tanto, que su propio desarrollo no se hará sino luchando por romper la dominación que sobre ellos ejercen los países ricos".  La Libertatis Nuntius coincide en el análisis de la situación pero no comparte soluciones violentas:  "El escándalo de irritantes desigualdades entre ricos y pobres ya no se tolera, sea que se trate de desigualdades entre países ricos y países pobres o entre estratos sociales en el interior de un mismo territorio nacional. Por una parte, se ha alcanzado una abundancia, jamás conocida hasta ahora, que favorece el despilfarro; por otra, se vive todavía en un estado de indigencia marcado por la privación de los bienes de estricta necesidad, de suerte que no es posible contar el número de las víctimas de la mala alimentación. La ausencia de equidad y de sentido de la solidaridad en los intercambios internacionales se vuelve ventajosa para los países industrializados, de modo que la distancia entre ricos y pobres no deja de crecer. De ahí, el sentimiento de frustración en los pueblos del Tercer Mundo, y la acusación de explotación y de colonialismo dirigida contra los países industrializados. El recuerdo de los daños de un cierto colonialismo y de sus secuelas crea a menudo heridas y traumatismos."
Se debe evitar la tentación de repartir pan y dejar la Palabra para más tarde...
El angustioso sentimiento de la urgencia de los problemas no debe hacer perder de vista lo esencial, ni hacer olvidar la respuesta de Jesús al Tentador (Mt 4, 4): "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Dt 8, 3). Así, ante la urgencia de compartir el pan, algunos se ven tentados a poner entre paréntesis y a dejar para el mañana la evangelización: en primer lugar el pan, la Palabra para más tarde. Es un error mortal el separar ambas cosas hasta oponerlas entre sí. Por otra parte, el sentido cristiano sugiere espontáneamente lo mucho que hay que hacer en uno y otro sentido. Para otros, parece que la lucha necesaria por la justicia y la libertad humanas, entendidas en su sentido económico y político, constituye lo esencial y el todo de la salvación. Para éstos, el Evangelio se reduce a un evangelio puramente terrestre.

La Doctrina Social de la Iglesia (desconocida por mucha gente) tiene mucha luz que aportar:
 
Como respuesta a la primera gran cuestión social, en 1891 León XIII promulga la primera encíclica social, la "Rerum novarum".  Esta examina la condición de los trabajadores asalariados, especialmente penosa para los obreros de la industria, afligidos por una indigna miseria.  La cuestión obrera es tratada de acuerdo con su amplitud real: es estudiada en todas sus articulaciones sociales y políticas, para ser evaluada adecuadamente a la luz de los principios doctrinales fundados en la Revelación, en la ley y en la moral naturales. 
 
Esta encíclica enumera los errores que provocan el mal social, excluye el socialismo como remedio y expone, precisándola y actualizándola "la doctrina social sobre el trabajo, sobre el derecho a la propiedad, sobre el principio de colaboración contrapuesto a la lucha de clases como  medio fundamental para el cambio social, sobre el derecho de los débiles, sobre la dignidad de los pobres y sobre las obligaciones de los ricos, sobre el perfeccionamiento de la justicia por la caridad, sobre el derecho a tener asociaciones profesionales". 
 
Se ha convertido en el documento inspirador y de referencia de la actividad cristiana en el campo social.  El tema central de la encíclica es la instauración de un orden social justo, en vista del cual se deben identificar los criterios de juicio que ayuden a valorar los ordenamientos socio-políticos existentes y a proyectar líneas de acción para su oportuna transformación.
 
Afrontó la cuestión obrera con un método que se convertirá en un "paradigma permanente" para el desarrollo sucesivo de la doctrina social.  Los principios afirmados por León XIII serán retomados y profundizados por las encíclicas sociales sucesivas.  Toda la doctrina social se podría entender como una actualización, una profundización y una expansión del núcleo originario de los principios expuestos en la Rerum novarum.  Con este texto, valiente y clarividente, el Papa León XIII confirió "a la Iglesia una especie de "carta de ciudadanía" respecto a las realidades cambiantes de la vida pública" y "escribió unas palabras decisivas" que se convirtieron en "un elemento permanente de la doctrina social de la Iglesia", afirmando que los graves problemas sociales "podían ser resueltos solamente mediante la colaboración entre todas las fuerzas" y añadiendo también que "por lo que se refiere a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto ella regateará su esfuerzo".
 
A comienzos de los años Treinta, a breve distancia de la grave crisis económica de 1929, Pío XI publica la encíclica "Quadragesimo anno" en 1931, para conmemorar los cuarenta años de la "Rerum novarum".  El Papa relee el pasado a la luz de una situación económico-social en la que a la industrialización se había unido la expansión del poder de los grupos financieros, en ámbito nacioanl e internacional.  Era el periodo posbélico, en el que estaban afirmándose en Europa los regímenes totalitarios, mientras se exasperaba la lucha de clases.  La Encíclica advierte la falta de respeto a la libertad de asociación y confirma los principios de solidaridad y colaboración para superar las antinomias sociales.  Las relaciones entre capital y trabajo deben estar bajo el signo de la cooperación.
 
La "Quadragesimo anno" confirma el principio que el salario debe ser proporcionado no solo a las necesidades del trabajador, sino también a las de su familia.  El Estado, en las relaciones con el sector privado, debe aplicar el principio de subsidiaridad, principio que se convertirá en un elemento permanente de la doctrina social de la Iglesia Católica.  La Encíclica rechaza el liberalismo entendido como ilimitada competencia entre las fuerzas económicas, a la vez que reafirma el valor de la propiedad privada,  insistiendo en su función social.  En una sociedad que debía reconstruirse desde su base económica, convertida toda ella en la "cuestión" que se debía afrontar "Pío XI sintió el deber y la responsabilidad de promover un mayor conocimiento, una más exacta interpretación y una urgente aplicación de la ley moral reguladora de las relaciones humanas...con el fin de superar el conflicto de clases y llegar a un nuevo orden social basado en la justicia y en la caridad".
 
Pío XI no dejó de hacer oír su voz contra los regímenes totalitarios que se afianzaron en Europa durante su Pontificado.  Ya el 29 de junio de 1931 había protestado contra los atropellos del régimen fascista en Italia con la encíclica "Non abiamo bisogno".  En 1937 publicó la encíclica "Mit brenneder Sorge", sobre la situación de la Iglesia católica en el Reich alemán.  El texto de la "Mit brennender Sorge" fue leído desde el púlpito de todas las iglesias católicas en Alemania, tras haber sido difundido con la máxima reserva.  La encíclica llegaba después de años de abusos y violencias y había sido expresamente solicitada a Pío XI por los obispos alemanes, a causa de las medidas cada vez más coercitivas y represivas adoptadas por el Reich en 1936, en particular con respecto a los jóvenes, obligados a inscribirse en la "Juventud hitleriana".  El Papa se dirige a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos, para animarlos y llamarlos a la resistencia, mientras se restablezca una verdadera paz entre la Iglesia y el Estado.  En 1938, ante la difusión del antisemitismo, Pío XI afirmó: "Somos espiritualmente semitas".
 
Con la encíclica "Divini Redemptoris", sobre el comunismo ateo y sobre la doctrina social cristiana, Pío XI criticó de modo sistemático el comunismo, definido "intrínsecamente malo", e indicó como medio principales para poner remedio a los males producidos por éste, la renovación de la vida cristiana, el ejercicio de la caridad evangélica, el cumplimiento de los deberes de justicia a nivel interpersonal y social en orden al bien común, la institucionalización de cuerpos profesionales e interprofesionales.
 
Los radiomensajes navideños de Pío XII, junto a otras de sus importantes intervenciones en materia social, profundizan la reflexión magisterial sobre un nuevo orden social, gobernado por la moral y el derecho, y centrado en la justicia y la paz.  Otro aspecto importante de la enseñanza de Pío XII es su atención a las agrupaciones profesionales y empresariales, llamadas a participar de modo especial en la consecución del bien común.  (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia - Pontificio Consejo "Justicia y Paz"- pág. 48-51)
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Documentos sobre la Teología de la Liberación
 
- Libertatis nuntius
- Libertatis conscientia
Documentos de la Doctrina Social de la Iglesia Católica:
- Encíclica Rerum novarum (sobre la situación de los obreros)
- Encíclica Quadragesimo anno (sobre la restauración del orden social en conformidad con la ley evangélica)
- Encíclica  Non abiamo bisogno (acerca del fascismo y la acción católica)
- Encíclica  Mit brennender Sorge (sobre la situación católica en el Reich Alemán)
- Encíclica  Divini Redemptoris (sobre el comunismo ateo)

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