Breve Encuentro (VII): HD thriller: el cine de Michael Mann

Publicado el 29 mayo 2014 por Juanjo85


Continuamos el repaso a realizadores relevantes dentro de la historia del cine con uno de los responsables del renovado prestigio que ha ido recuperando un género en desuso y rechazo como el thriller noir (policíaco para los exégetas de los géneros) en estos últimos años. Norteamericano de nacimiento, estudió cine en el Reino Unido tras graduarse en Literatura Anglosajona en su país. Una vez acabados sus estudios cinematográficos regresaría a EEUU donde se dedicaría a producir y dirigir capítulos de populares series de los 70 como Starsky y Hutch, para realizar su debut en el largometraje cinematográfico con Ladrón (1981), una muy interesante incursión en el neo-noir  urbano protagonizada por James Caan a la que la popular y prestigiosa Drive (Nicholas Refn, 2011) le debe varios de sus logros. Tras este debut y alguna incursión más en la dirección durante los 80- el atípico film de terror El torreón (1983) y Manhunter (1986), ésta última la primera adaptación, que poca gente sabe debido a su desafortunada distribución, de la novela El dragón rojo, que sería de nuevo adaptada como precuela de El silencio de los corderos a principios de este siglo- produjo la serie Corrupción en Miami, hit televisivo de la década (y de la que se responsabilizó de su adaptación a la gran pantalla en 2006) antes de dedicarse casi (sigue produciendo alguna que otra serie) por entero al cine, con un descomunal éxito artístico.

Portada de la Edición Especial realizada por la productora Criterion para Ladrón


Por edad (nació a principios de los años 40 del siglo pasado) podría pertenecer a la generación del Nuevo Hollywood, grupo de cineastas que renovaron las constantes vitales del cine norteamericano, en caída libre, sin frenos y superado por las corrientes europeas de las que, por cierto, tomaron buena cuenta y nota, pero mientras estos directores estrenaban sus primeros y prometedores trabajos, Mann acababa sus estudios cinematográficos en Inglaterra y producía series, de modo que, históricamente hablando, Mann es un realizador sin generación.

Fotograma de Ali

Mann dirigiendo a los actores de sus películas




Visualmente es uno de los realizadores modernos más poderosos, debido al brillante uso que hace de las cámaras HD (desde Collateral, primer film rodado enteramente de esta forma, rueda con este tipo de cámaras), aunque ya había dejado muchos destellos de la alta calidad que ofrecen estos aparatos en Heat, su obra de cabecera, y Ali, con el consiguiente y brillante efecto visual que consiguen gracias a su lucidez y claridad y que, acompañado de la fotografía, alta en colores (predominando los tonos azules), el uso de la música, de tonos electrónicos en su mayor parte, los planos urbano-nocturnos de las grandes ciudades que muestra (pocos cineastas han hecho uso de las grandes urbes norteamericanas como Mann, en forma de paisaje y escenario para sus historias, y conviertiéndolas en casi un personaje más, destacando Los Ángeles, Chicago y Miami) así como también los planos del mar, dan a sus imágenes un poderoso efecto de ensoñación. A continuación mostramos un par de galerías con planos urbanos presentes en los films de Mann, y otra donde el mar adquiere un magnífico protagonismo visual.
La ciudad que nunca duerme












El mar en el cine de Michael Mann








Es obligado volver a mencionar el uso que hace Mann de la música para sus películas. Todas las bandas sonoras (de alto contenido techno, además de tonos étnicos en algunos filmes, como latinos-Miami vice- o africanos-Ali) escapan de los clichés y estereotipados sonidos de los filmes que representan y las épocas en las que éstos fueron producidos- aunque, como ya he mencionado, también hace uso de melodías más clásicas- excepción hecha del popularísimo y bello score sinfónico de Trevor Jones y Randy Edelman  para El último mohicano, el cual hacía las delicias de una también memorable película, mezcla de cine bélico, aventuras y acción.

Fotograma de Enemigos públicos


Todas estas características han sido condensadas en lo que se conoce como el estilo Michael Mann, un filmmaker capital dentro del cine americano actual, de un alto interés crítico gracias a su interpretación de lo visual, pese a que nunca ha ocultado el marcado carácter comercial de sus obras (sus dos últimos largometrajes, Enemigos públicos y Corrupción en Miami, han sido estrenados en verano, período proclive para el blockbuster, además de contar siempre con estrellas en sus repartos) y del que comentamos abajo el grueso de su carrera
(Junto con las fotografías de los films adjunto un par de muestras de sus bandas sonoras)
  • Ladrón (Thief, 1981): Mann debutó, con una clase y una sensibilidad artística realmente estimables, con este neo-noir urbano protagonizado por James Caan, quien aquí compone uno de los mejores y más complejos papeles de su carrera. La fotografía, en esos tonos azúleos tan propios del cine de Mann, apoyada en esas constantes luces de neón que iluminan la noche de Chicago, así como la constante lluvia que humedece el suelo, dan ese efecto hipnótico que Mann puliría tan bien a lo largo de su carrera (a partir del momento en que decide rodar sus proyectos con cámaras digitales). La historia es lo de menos, muchas veces contada, aunque para nada desdeñable: un ladrón de joyas que pretende dejar atrás su pasado y largarse con su novia (una muy atractiva Tuesday Weld, pese a que se nota que está de pegote, siendo un film cien por cien de hombres, de Caan & Mann), aunque para eso necesita un último golpe que le reporte el colchón económico necesario. Pero claro, se asocia con la gente equivocada…La música de Tangerine dream añade tensión a la función y el último tercio, con sus estallidos de violencia (desde que los malos le dejan claro el percal al personaje de Caan e incluyendo cómo echa Caan de su vida a su novia) está resuelto con tal elegancia e intensidad que no queda otra que aplaudir la primera lección de cine de su autor. Presenta esbozos, trazos y planos de su posterior Heat.


  • El último mohicano (Last of the mohicans, 1992): séptima y parece ser que definitiva adaptación al cine de una de las más importantes novelas de la literatura norteamericana como Last of the mohicans, escrita por James Fenimore Cooper a principios del siglo XIX. Una película que si hubiera que definirla con una palabra sería épica. Film poderoso tanto visual como temática y musicalmente ( sobradamente célebre resulta su banda sonora), cuyo responsable consiguió unir espectacularidad, entretenimiento y densidad a una de esas grandes historias americanas de las que tanto gustan en Hollywood. Bajo un collage de géneros (histórico, acción, aventuras), acaba por ser un muy estimulante relato, narrado por Mann de manera más que acertada, sobre la Guerra de los Siete Años entre Gran Bretaña y Francia por el control de las colonias americanas a mediados del siglo XVIII (la declaración de Independencia se firmaría en 1776, unos 20 años más tarde de los acontecimientos narrados en el film), con los indios nativos dando por culo apoyando a los franceses. El diseño de producción también es otro de los aspectos más destacables, a primera vista, del relato: la época está reconstruida magníficamente, nutriéndose la narración de la épica de lo salvaje para narrarnos el pre-nacimiento de una nación. Resulta toda una superproducción al más puro estilo Hollywood, pero al mismo tiempo hace gala de una puesta en escena y una fotografía bellas e intensas, además de una fluidez narrativa impropia de estos films, una planificación y ejecución excelente de las escenas de batalla y acción, que consiguen elevar el interés de la función de una manera sobresaliente, casi a la categoría de joya y devolviendo al cine de aventuras (entendido como lo entiende Mann aquí, que no es otra manera que mezclando romance y ultra-violencia, rozando el gore) un estatus que seguramente había perdido, además de la recepción mayoritariamente positiva que obtuvo, poniendo a su responsable en el disparadero de las productoras. Mann ya dejó más o menos patentado su estilo visual a la hora de narrar, apoyándose en la música (repito, portentosa), aunque ésta no era todavía electrónica obviamente, característica importante de sus siguientes trabajos.

  • Heat (1995): el siguiente proyecto de Mann fue un ambiciosísimo policier que contó con los dos máximos exponentes del star system masculino norteamericano de los 70 y por ende del cine moderno (de Niro y Pacino), apoyado por un elenco de secundarios de auténticas campanillas y que terminó de definir el devenir artístico de su realizador, alcanzando un prestigio que a día de hoy no ha hecho más que aumentar, tanto el de la película como el de su propio responsable. Características poco comunes en este tipo de films, como su duración (casi 3 horas), su estilismo visual (todavía no estaba rodada con medios digitales, pero ciertas escenas, que se apoyan en un excelente uso de la profundidad de campo y del encuadre) recuerdan (vista hoy claro, a prácticamente dos décadas de su estreno y si se ve después de ver los últimos trabajos de Mann) a thrillers posteriores del propio director, como Collateral o Corrupción en Miami (ya rodados enteramente en HD) o su utilización del sonido (la escena central del atraco y posterior y estruendoso tiroteo) o la música (tonos electrónicos mezclados con otros más clásicos y acordes con su género) la convierten en una obra adelantada a su tiempo y en uno de los films americanos más monumentales, densos y artísticamente excepcionales de las últimas décadas. Todos esos rasgos mencionados justo arriba envuelven al relato de una aparatosidad y meticulosidad que merece ser destacada muy por encima de la media de las películas de acción que han poblado el cine mainstream en los últimos tiempos, más allá de que cuente una historia mil veces vista (banda de atracadores de bancos, cuyo jefe planea un último gran golpe vs policías que intentan detenerlos) y conviertieron a Mann en todo un auteur (fue el único responsable del guión), provocando que cada uno de sus estrenos posteriores fuera todo un acontecimiento. 




  • El dilema (The insider, 1999): el siguiente trabajo de Mann, un director recientemente descubierto para el gran público, fue un ansiadamente esperado drama con muchos toques de thriller periodístico, que fue la primera y muy celebrada incursión del director en el género dramático (luego llegaría la también muy destacable aunque algo inferior Ali), y que le valió un gran reconocimiento crítico y de público, traducido en multitud de nominaciones a grandes premios aunque sin galardón alguno. Volvió a contar con un actor de la categoría de Al Pacino para narrar la historia (real) de un científico (un Russell Crowe con un extraño pelo blanco...por otra parte quizás en el papel más relevante e importante de su carrera) que es despedido de su trabajo (químico de una de las grandes tabacaleras de EEUU) y que se ve entre la espada y la pared cuando un periodista (Pacino) le pide que cuente todos los entresijos de su trabajo en su programa de televisión, violando consecuentemente su contrato de confidencialidad. Un gran tema (el mal del tabaco en la sociedad), poco o nada tratado, ayudó qué duda cabe al devenir comercial del film, un brillante ejemplo de cine de denuncia. El fastidioso título en castellano revela más de lo que debería al espectador que no ha visto el film, pues el dilema acaba siendo doble en la película: primero aparece el dilema del científico (contar o no contar la verdad sobre su trabajo) y, segundo, hacia el último tercio del relato, aparece el dilema de los periodistas (mostrar o no el programa en su totalidad). Un muy atractivo relato, como el de Heat, denso y rico en su temática y al que no se le encuentran baches narrativos en sus aproximadamente 150 minutos de contundente y consistente duración. Siendo un film realmente sobresaliente como es (no digo que no, me gustó una barbaridad), resulta chocante cómo cierta crítica española e internacional la considera la obra maestra de Mann.




  • Ali (2001): Mann sorprendió a propios y extraños cambiando de tercio de la manera en que lo hizo, dando un giro realmente sorprendente a su carrera proponiendo una nueva incursión en el drama (con toques de, aburrida pero necesaria teniendo en cuenta de quién se trata, crónica negra/ interracial) con un biopic (realmente un repaso a los años más relevantes de la vida del personaje en sí) del seguramente deportista más relevante (tanto a nivel deportivo como social) del siglo XX como Muhammad Ali (antes de pasarse a la religión islamista era conocido como Cassius Clay), campeón del peso pesado de boxeo. Como he dicho, no se trata de una biografía al uso (entendida ésta como "nací, viví, morí") sino que Mann se centra en los años de esplendor (de nuevo, tanto deportivo como social) del deportista, los cuales van aproximadamete de mediados de los 60 hasta mediados de la década posterior, durante los cuales Clay/Ali tuvo tiempo de ganar el título de campeón mundial y también, como ya se ha mencionado, renegar del pasado esclavista de su familia y apellido convirtiéndose al Islam, negarse a ir a la guerra de Vietnam (con todas las consecuencias legales que le trajo, entre ellas la pérdida de su cinturón de campeón) y su reconquista del título en la célebre pelea (Rumble in the jungle) que cierra el filme. Siendo quizás uno de los filmes menos logrados de Mann, presenta momentos de irresistible e inolvidable cine con mayúsculas como los instantes iniciales con la canción de Sam Cooke (y los numerosos planos digitales que Mann inserta y que son toda una maravilla visual), el carisma que Will Smith transmite e imprime a su personaje (seguramente el papel de una vida) o toda la primera pelea (especialmente a partir de cuando la música de Lisa Gerrard hace su entrada). El filme no obvia ciertos aspectos negativos de la vida de Ali (como el hecho de que era un mujeriego empedernido), cosa que es de agradecer, aunque otros asuntos de la película (como el personaje de Don King) están desaprovechados. Un diseño de producción, cómo no, impecable, una dirección prodigiosa por parte de Mann (atención a la profundidad de campo en las escenas de pelea) y una monumental interpretación de Smith bien valen su visionado.






  • Collateral (2004): vuelta a cierto universo ya explorado anteriormente por Mann (duelo urbano angelino, noche) con este noir esperadísimo en su momento (por aquello del regreso de Mann a su género de cabecera y por mostrar a un actor tan célebre como Tom Cruise en el papel de malo), que presentaba a un simple taxista (Jamie Foxx, ya presente en Ali y en la posterior Corrupción en Miami) ante la putada de tener que transportar a un asesino a sueldo (Tom Cruise) contratado por un cartel de la droga (personificado en uno de los primeros (y breves) papeles de Javier Bardem en suelo americano) para eliminar durante una sola noche a los testigos de un juicio dirigido a condenar a los capos. Extremadamente estimulante como resulta su premisa y hasta cierto punto su desarrollo, termina por abrazar la previsibilidad más, y valga la redundancia, previsible, cuando el tercer eje del triángulo protagonista entra en escena. No obstante, que el árbol no nos deje ver el bosque: resulta un thriller de primerísima factura y resolución, más allá del mencionado desenlace. La solvencia de su puesta en escena más el ingenio, destreza y pulso de Mann a los mandos, junto con su ya célebre tono visual (repito: fue la primera película rodada enteramente con cámaras de Alta Definición), como la escena violenta de la discoteca o el momento del coyote cruzando la carretera la convierten en una experiencia difícilmente igualable, muy alejado del thriller anodino que Hollywood produce en cantidad industrial. Apenas hace falta incidir en su análisis metafísico/existencialista, pues con sus imágenes uno ya queda notablemente satisfecho (el cine ha sido y siempre será un arte consistente en narrar historias a partir de imágenes)
 



  • Corrupción en Miami (Miami vice, 2006): pese a ser considerado uno más (eso sí, caro) de aquellos capítulos de la popular serie que todos hemos visto alguna vez por la tele, esta adaptación no deja de ser uno de los films visualmente más poderosos de los últimos años. Mann cambió la costa oeste por la este para dejarnos algunas de las más bellas imágenes de la bahía de la ciudad de Miami en este relato cargado de tópicos y giros argumentales mil veces planteados y desarrollados por el cine americano moderno dentro del campo de la acción: capos colombianos y agentes infiltrados en la banda de narcotraficantes. Aquí sí (por entero), hay que quedarse con el aspecto visual de la película, que es una auténtica pasada, pese a que el aspecto narrativo para nada desmerece, y que convierten a su realizador en uno de los creadores más estimulantes del cine contemporáneo. Por si no se ha notado, le tengo un cariño especial a este film, es mi guilty pleasure particular dentro de la filmografía de Mann, el cual depura incluso más allá sus mayores logros con el uso de aparatos digitales. El personaje de Sonny Crockett (que puso la moda de los mocasines sin calcetines en la serie) interpretado por Don Johnson en la homónima serie es tomado aquí por Colin Farrell, que se encuentra como pez en el agua en plan macho alfa. Jamie Foxx se encarga de dar vida al compañero negro de cual apenas nadie recordaba su nombre en la serie. Pero el mayor logro interpretativo proviene de "los malos", una inmensa Gong Li (actriz china a la que es una delicia escucharla en castellano en ciertos momentos) y su jefe y capo de la banda, el español Luis Tosar). Las escenas de violencia están brillantemente planificadas y ejecutadas (atención al tiroteo final), que destilan una elegancia y personalidad a un film que en manos de cualquier otro a saber lo que habría deparado. Personalmente me parece su film más redondo junto con Heat.
(Si pongo tantas fotografías es porque quiero que se aprecie el nivel visual del cine de Mann)









  • Enemigos públicos (Public enemies, 2009): hasta la fecha último largometraje del talentoso realizador, y siento decir que seguramente su film menos destacable. Su amor por lo digital, por muy extraordinariamente visual que pueda quedar, no pegaba mucho con la época presentada en el film (los años de la Depresión económica, la Ley Seca, Chicago, la mafia, el jazz, Elliott Ness, las carreras de caballos y los opulentos decorados interiores), lo cual no es óbice para que presente instantes de verdadero clímax cinematográfico (como los tiroteos donde la única luz que se ve son las ráfagas de los disparos). Resulta una suerte de adaptación de las correrías de John Dillinger, célebre atracador de bancos, el cual ya fue adaptado al cine en la notable Dillinger (John Milius, 1973). Esta revisitación del mito de Dillinger (interpretado por un cool Johnny Depp), perseguido por el agente federal Purvis (un Chrstian Bale que se está labrando una carrera cinematográfica realmente esplendorosa) resulta carente de, por ejemplo, todo lo que la unía, temáticamente hablando, con su obra maestra, Heat (la historia de poli vs caco). Lo que más destaca, además de ese cierto tiroteo hacia mitad del filme, resultan los atracos a los bancos al son de una cancioncilla que pongo justo abajo de Otis Taylor y un diseño de producción realmente currado y admirable. La secuencia de la muerte de Dillinger se me hizo eterna, resultando totalmente fallida en su ejecución (al ralentí, algo muy inusual en Mann). En fin, en general un film fallido aunque con sus inconmensurables logros visuales, como siempre. De momento Mann tiene pendiente de estreno el año que viene Cyber, film sobre el pirateo informático a gran escala que ya veremos qué tal está, y durante un tiempo se habló de un proyecto sobre...la Guerra Civil española, pero ahí se quedó. Una pena. Veremos lo que nos depara en el futuro este inteligente cineasta.