Recordaba pocas cosas de aquel día, ¿Nunca os ha pasado que creéis recordar algo o tener una idea de lo que sucedió, pero en realidad todo muestra que estáis equivocados? A veces parece que el cerebro humano es una cruel máquina que nos manipula a su antojo como si hubiera alguien más controlado nuestros pensamientos.
Me hallaba en la habitación, en la habitación mía y de mi conyugue. Tenía enfrente de mí, el cuerpo de mi marido muerto, ¿Qué había hecho? Lo peor no era que solo se encontraba aquel cuerpo yacía a su lado, el de nuestra hija de solo quince años, ¿Habré sido yo? ¿Por qué estoy viva? Hacerme tantas preguntas parecía enfermarme, me sentía enferma, por algún motivo traía encima el pijama de mi marido.
Me acerqué entonces a aquellos cuerpos, empezando a buscar con un deje de desesperación en mi marido alguna pista de lo que había pasado. Mis manos tocaban su cuerpo, tenía puesto un pijama, pero ese pijama no era suyo. Un pijama azul celeste, inclusive diría, que era un pijama de mujer. Metí la mano en el pequeño bolsillo de la parte superior, sacando de ahí un papel. Lo abrí, las manos temblorosas y llenas de sangre, ¿Cómo me había manchado? El papel empezó a ensuciarse con la sangre, tragué mi propia saliva, pero no era mi saliva, tenía un sabor extraño, como a hierro, era como si tenía algo en la boca, pero no sabía que era, sentía algo, pero no me parecía darle importancia. Terminé de abrir aquella hoja, y empecé a leer:
““Querida Ana,
Si lees esto, te encuentras enfrente de mi cuerpo, pero no es el único, en realidad hay otros, el de nuestra amada hija y en el sótano, en donde solías coser la ropa de nuestra pequeña y de nuestro vecino, Jacob, el pretendiente de nuestra niña, su cuerpo se encuentra en el sótano, no te culpes, no he sido yo.
Hemos muertos todos por asfixia, nuestra hija ha sido violada, no busques culpables, toma tus cosas y lárgate, o tú serás la próxima.
Siempre mía, tu esposo.”
Dejé caer aquella hoja, acercándome ahora al cuerpo de mi hija, ¿Qué ha pasado? ¿Qué sucedió? ¿Ha sido mi marido? ¿Debo irme?
Una vez cerca a aquel cuerpo, mi niña, cabellos rubios, ojos claros, sus mejillas aún son rosas, parece que estuviera viva. Acerco mi izquierda a acariciar su mejilla y se mueve, ¡QUÉ MIERDA!
Sale de mis labios un grito, mi mano rápidamente tapa mi propia boca, me salen lágrimas de los ojos, y mi hija empieza a hacer ruidos sin sentido, tiene las marcas en el cuello, ¿Está temblando? ¿Está muriendo?
He parado de llorar, ¿Mi hija está sufriendo? Dejó ahora un pequeño beso en la mejilla de mi pequeña hija.
— ¿M-me escuchas?
Asiente con la cabeza, parece que no puede hablar. Con mi derecha abro sus labios, le han cortado la lengua, introduzco dos de mis dedos dentro la boca de mi niña, para percatarme que no queda rastro. Veo la cuerda con la cual intentaron asfixiarla, mantengo mi mano en su boca y con la otra mano empiezo a asfixiarla, en este punto, pensaréis ¿Qué hago? Mi pequeña sufre, prefiero que muera ahora, a que pase toda su vida sin poder hablar. Perdóname, hija mía. Su cuerpo empieza a temblar de forma extraña, ¿Se supone que esto es normal? ¿Debe pasar esto? Esto no salía cuando leía por internet. Sus ojos lloran, lágrimas de color fuego, rojo intenso y muere.
Me levantó del suelo, viendo los dos cuerpos, falta el del sótano. Me acercó a mi armario y me coloco mi vestido de boda, me colocó un maquillaje mal elaborado mientras de mis ojos caen más lágrimas, como si en mi interior hubiera una lucha interna. Suspiró pesada, mirándome en el… ¿Y el espejo? Han quitado el espejo de mi habitación, no perderé más tiempo, hora de bajar al sótano, para terminar el decorado, uso tacones de cristal, que ahora está todo sucio de sangre, ¿Por qué? ¿De dónde sale toda esta sangre?
Empiezo a caminar hacía el sótano, son veinte escalones contados.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, alguien abre la puerta de la casa, doce, trece, alguien parece mover algo muy pesado, catorce, quince, ya no se escucha nada, dieciséis, diecisiete, huele a humo, dieciocho, diecinueve, la casa se incendia y yo estoy a dentro, veinte.
De inmediato puedo ver aquel cuerpo del pretendiente de mi hija, se supone que todos murieron de asfixia, pero él particularmente, tiene muchas marcas de mordida, es extraño…un sabor extraño abarca mi boca, nuevamente ese sabor a hierro, empiezo a toser, mejor me siento, mientras miro mis manos aún sucias de sangre. Tengo algo atorado en la garganta, ¿Qué es? Hago de todo para escupirlo, ha caído sobre mi vestido…es…un dedo pulgar.
Me acercó temblorosa al cuerpo, les falta ambos dedos pulgares a sus manos, ¿Si yo tengo uno, ¿dónde está el otro? Veo por la ventanilla del sótano, mi exmarido me sonríe y el olor a humo empieza a inundarme.
¿Esté es el fin?