Breve historia del Cementerio General desde 1850 hasta 1900 (II)

Por David Herrera @vlchistorytour

A esta originaria expansión del camposanto, se unió la construcción de una sala de disección anatómica, siendo sustituida por otra unas dos décadas más tarde debido a su ruinoso estado.

El paso del tiempo también afectó al estado del camino que llegaba al cementerio, y se tuvieron que acometer obras para nivelar y reparar los terrenos, añadiendo dos fanegadas de tierras limítrofes.

En 1847, debido a la gran cantidad de nichos dentro del cementerio, el Ayuntamiento tuvo que comprar más extensiones, incororándolas a la necrópolis.

Un decenio después, las autoridades aprobaron el Reglamento para el Cementerio de Valencia, en el que se recogían las necesarias normas relacionadas con su cuidado y conservación, la edificación de monumentos, obligaciones de sus trabajadores y su dirección, de la que se encargaba su capellán.

Ese mismo año, los precios para los nichos de primera, o a perpetuidad, subirían de manera escandalosa, casi el doble, pasando de 800 reales a 1.500, como así también se encarecerían las tumbas más modestas sin llegar a esa cantidad, claro está.

Por aquella época, el camposanto era popularmente conocido como l’Hort de les Palmes (el huerto de las palmeras) por la abundancia de estos árboles, que vivían entre sauces, naranjos, cipreses, pinos, entre otros, y demás plantas, como los rosales, buganvillas, jazmineros… Todo este conjunto, que daba un aspecto silvestre y hermoso, paulatinamente fue reemplazado en detrimento del arte funerario, al contrario que en muchos cementerios europeos.

Las familias más distinguidas también quisieron mantener las distancias sociales en el descanso eterno mediante la construcción de panteones. El primero data de 1846, cuando el matrimonio de los futuros marqueses de San Juan le dedicó una sepultura familiar a su hijo, muerto tres años antes en extrañas circunstancias. Sólo contaba con veinte primaveras.

Durante la festividad de Todos los Santos

A partir de ese momento, se consolidaron cinco tipos de sepulturas según el status social y poder económico. En la cúspide, los panteones más lujosos con su propia capilla incluida, donde celebrar oficios religiosos, en segundo lugar, las “sepulturas de familia” o panteones más “modestos”, seguidos de criptas, de los nichos y, finalmente, de la fosa común, para los más necesitados.

Durante el mismo periodo, se llevaron a cabo más reformas por el Ayuntamiento, como un paseo central, su limpieza, nivelación del suelo, el establecimiento de un horario de visitas, etc. y una nueva ampliación en los años setenta con el añadido en una de sus secciones de los pórticos dóricos con 160 columnas, acabados en 1892.

Poco antes, en 1885, la ciudad vivió un año trágico debido a una virulenta epidemia de cólera que se saldó con 5000 muertos sobre una población de 170.000. Para tal desgracia, se abrieron dos zanjas que sirvieron de sepultura para las víctimas y en memoriam se levantó tiempo después una monumental cruz.

Cabe destacar en este contexto, el encargo de un proyecto de horno de cremación (no crematorio) que funcionaría dos décadas más tarde, en 1912.

En 1891 se acordó la construcción de un Cementerio Civil, dentro del General incomunicado hasta la II República y separado otra vez durante el franquismo hasta 1979, cuando pasó a formar parte de la sección 4ª izquierda.

Para saber más: El Cementerio General de Valencia. Historia, arte y arquitectura 1807-2007. Miguel ángel Catalá Gorgues. Editorial Carena, Valencia, 2007.