Por Óscar Muñoz
Existen algunos cuestionamientos acerca de la calidad de rock progresivo de los músicos mexicanos. Al parecer, desde que el rock fue proscrito en México, las bandas rockeras han sufrido todo tipo de represiones. En los años sesenta, las autoridades lanzaban razias policíacas contra los “rebeldes sin causa” que acudían a los cafés cantantes de la época, donde los parroquianos tomaban sólo refrescos y café, aunque con la oportunidad de escuchar en vivo algunas agrupaciones musicales que interpretaban piezas fundamentalmente rocanroleras. Más tarde, a partir del Festival Rock y Ruedas de Avándaro, las autoridades del país y los medios de comunicación satanizaron el rock al punto de hacerlo proscrito.
En medio de esta situación que sufría el rock y sus seguidores, hubo la necesidad de que el género buscara la sobrevivencia. Para ello, la mayoría de las bandas que participaron en Avándaro y las nuevas que surgieron con el tiempo ofrecieron sus “tocadas” en los hoyos funkys, bautizados así por el escritor jipiteca Parménides García Saldaña. Los hoyos surgieron en la periferia de la ciudad de México, básicamente en colonias de las clases bajas, a diferencia de los cafés cantantes, a los que asistían las clases medias. En estos escenarios lumpen, generalmente improvisados para tales “tocadas”, las bandas rockeras y la banda chilanga comulgaron por algunos años, siempre bajo la persecución policial.
Estas circunstancias adversas que enfrentaron los grupos de rock durante estas décadas fue la razón principal por la que costó mucho trabajo que el rock progresivo surgiera de modo natural y como parte de la evolución musical en situaciones estables. Además, hubo la necesidad de que las audiencias se sacudieran aquel rock and roll inofensivo, “autorizado”, que había llegado a través de los famosos covers que muchos de los grupos inofensivos ofrecían a la gente. Sin embargo, en este camino escabroso y sinuoso del rock nacional, comenzaron a surgir ciertos atisbos de un rock vanguardista.
No fue sino hasta el año 1980 que surgieron los primeros dos discos nacionales de rock progresivo, con todo y sus características exclusivas del género: Chac Mool y Decibel. El primero desarrolló un progresivo muy flexible que permitió que la diversidad de gustos abrazara las piezas que integraron su primer disco, Nadie en Especial. En cambio, Decibel, con su disco El Poeta del Ruido, generó un rock más apegado a los cánones del Avant-Prog, del que se dieron el gusto de escucharlo los oídos más vanguardistas. Así, en este año crucial, aparecieron en la escena del progresivo dos bandas que, aunque opuestas en cuanto a las audiencias, lograron un reconocimiento tanto nacional como internacional.
Chac Mool se integró en 1979, y sus participantes estuvieron liderados por dos músicos relevantes en la historia del rock mexicano: Jorge Reyes y Armando Suárez, quienes anteriormente habían formado parte de los grupos Nuevo México y Al Universo, además de Carlos Alvarado, Carlos Castro y Mauricio Bieletto. Por su parte, Decibel estaba conformado por una amplia diversidad de músicos en diferentes épocas; aunque sus integrantes originales eran Walter Schmidt, Carlos Robledo, Alex Eisenring y Carlos Vivanco. Cabe aclarar que Decibel ha sobrevivido en distintos tiempos; todavía en 2016 grabaron un disco llamado Secuencias genéticas. En cambio, Chac Mool se mantuvo activo sólo algunos años, de 1979 a 1986; sin embargo, dejó una huella indeleble en el rock progresivo nacional.
Será imprescindible escuchar con atención algunas muestras musicales de estos dos grupos pioneros del progresivo mexicano. En el caso de Chac Mool, el disco Nadie en Especial (puedes escucharlo líneas arriba), y para escuchar el disco El Poeta del Ruido, de Decibel, aquí abajo te dejamos el álbum completo. Por otro lado, en la segunda parte de este artículo serán revisados los trayectos de las diversas agrupaciones musicales del país dedicadas a crear progresivo con más precisión y gratificación.
Continuará…
Óscar Muñoz