Ante esto, seguramente el protestante dirá, como comúnmente dice: “Nosotros no somos infalibles, pero el Espíritu Santo sí lo es, y Él es quien puede guiar a cada creyente a entender la Escritura”. Bien, esto plantea otra contradicción en el pensamiento protestante, pues la única manera de poder alegar con toda certeza que se cuenta con la doctrina bíblica auténtica y correcta, sería afirmando que en un momento dado, un lector de la biblia puede ser guiado infaliblemente por el Espíritu Santo de manera que pueda interpretar, sin riesgo de error, lo que lee; luego entonces, ¿por qué tendría que escandalizarlos tanto la doctrina de que el Papa -y el Magisterio de la Iglesia unido al Papa- es preservado de error por el Espíritu Santo cuando interpreta la Escritura y sobre ella enseña algo de manera definitiva?
Así que si entendemos que no serviría de nada tener una Biblia infalible sin un medio infalible para poder interpretarla, hemos de reconocer que Dios en su infinita sabiduría previó todo esto y nos legó ambos instrumentos, una revelación infalible hallada en la Escritura y una Iglesia igualmente infalible para entenderla y enseñarla.
No en vano es la propia Escritura quien llama a la Iglesia columna y fundamento de la verdad.
Alfredo Rodríguez