Breve reseña histórica del Ateneo de Madrid (Siglo XIX)

Por Historia Urbana De Madrid Eduardo Valero García @edjaval

El pasado día 5 de octubre, el periódico EL PAÍS publicaba una noticia de gran interés para los amantes de la cultura y del Ateneo de Madrid en particular.
Bajo el título "El Ateneo prepara su bicentenario en clave de innovadora", el periodista Rafael Fraguas nos hablaba del Ateneo y su bicentenario (1820-2020), futura celebración que podría ser posible gracias a una propuesta legislativa presentada por el Grupo Municipal Socialista a la Asamblea de Madrid el pasado jueves 1 de octubre. La propuesta, votada unánimemente por todos los grupos, tiene como finalidad alcanzar el apoyo del " Gobierno regional y de las instituciones del Estado con miras a hacer viable, con su ayuda, la celebración".

Dice la Proposición No de Ley:

"La Asamblea de Madrid insta al Consejo de Gobierno a prestar su más amplia colaboración y respaldo institucional a la celebración del II Centenario de la fundación del Ateneo madrileño, mancomunadamente con el resto de las instituciones públicas de las que solicita su colaboración, en atención a la singularidad, trascendencia y papel histórico que el Ateneo ha venido desempeñando como foro de debate, plural y democrático, siendo un firme pilar del pensamiento, las ciencias y la cultura en Madrid"


A propósito de esta noticia, transcribimos la reseña histórica que del Ateneo científico, literario y artístico hicimos en nuestro artículo "Galdós en el Siglo XIX. Capítulo IV (1863)", del apartado " Madrid y Galdós". (Revisada y ampliada)


Breve reseña histórica del Ateneo de Madrid
Renacimiento
Cuando hablamos del primitivo Ateneo científico, literario y artístico, debemos recordar al marqués viudo de Pontejos, alcalde corregidor que era de Madrid en los tiempos en que fue refundada la institución.
El Ateneo renació en la Junta Extraordinaria de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País celebrada el 31 de octubre de 1835 en los salones del Ayuntamiento. El marqués de Pontejos, que veía con buenos ojos la idea, habló en favor de ella con la reina María Cristina de Borbón, quien aprobó su establecimiento por Real Orden de 16 de noviembre de 1835.

"S.M. la Reina Gobernadora que tanto se complace en tender una mano benéfica a todos los proyectos de utilidad pública y persuadida de que ninguno pueda ser más de los que tienen por objeto difundir y generalizar la Ilustración en todas las clases del Estado, se ha dignado conceder la autorización que la Sociedad Económica de esta Corte ha pedido a nombre suyo y de otros amantes de las luces para establecer un Ateneo literario [...] S.M. se promete ver en el Ateneo uno de los primeros y más útiles establecimientos científicos de la Capital [...] y acelerar por medio de la publicitación de su reglamento las más benéficas y filantrópicas miras de S.M."


1820
Ateneo Español. Sociedad patriótica y literaria
Cuando decimos "refundación" y "renacimiento", lo hacemos para no olvidar al primitivo Ateneo fundado el 1º de junio de 1820 como una " sociedad patriótica y literaria" en los inicios del regeneracionismo de España.

"Sin ilustración pública no hay verdadera libertad; de aquella dependen principalmente la consolidación y progresos del sistema constitucional y la fiel observancia de las nuevas instituciones."

Con esta premisa se propuso formar aquella sociedad, de la que Ángel Fernández de los Ríos nos dice:

"... varios ciudadanos se propusieron formar una sociedad patriótica y literaria, con el fin de comunicarse mutuamente sus ideas, consagrarse al estudio de las ciencias exactas, morales y políticas, y contribuir en cuanto estuviese a su alcance a propagar las luces entre sus conciudadanos." [Guía de Madrid, Manual del Madrileño y del Forastero. Pág. 542-543]


Aquellas luces fueron apagadas con la llegada de la Década Ominosa (1823-1833) y el final del Trienio Liberal (1820-1823). El Ateneo, que tanto había colaborado con el Gobierno en las consultas que este le encargaba, entre las que podemos destacar un proyecto de Código penal, se vio perseguido encarnizadamente.

Cuenta Fernández de los Ríos que el mobiliario y archivo lo recogió don Pablo Cabrero en su casa-palacio de la Platería Martínez, y allí estuvo hasta el año 1834.
Por su parte, autores como Madoz o Labra, tienen otra opinión. Al parecer, todos los documentos del Ateneo de 1820 (actas, reglamentos, memorias, etc.), después de ser prohibido por Fernando VII, fueron incautados y depositados en el archivo de Palacio.
Pascual Madoz dice que aquellos papeles fueron quemados; sin embrago, Rafael M. de Labra asegura:

"Allí fueron á parar en cumplimiento de orden tan severa, y allí debieron extraviarse algunos papeles, pues que cuando en estos últimos años (en 1870), por el celo del entonces secretario del actual Ateneo de Madrid, D. José López Molinero, se sacó copia de los que existían en un volumen de Impresos varios, en la sala 9, estante A, plúteo 2. de la Biblioteca del Real Palacio, no se hallaron más que los Estatutos, dos Reglamentos y un acta del círculo fundado en 1820. (1)
(1) Las copias se hallan hoy en el archivo del Ateneo de Madrid, y merced á la amabilidad de los Sres. Moreno Nieto y Burgos, presidente y secretario respectivamente de aquella corporación, he podido consultarlos." [Revista Contemporánea. Año II-III Tomo VIII Volumen II 30 de marzo de 1877 Pág. 174-17]


Fundadores
Don Antonio Maestre y Alonso publica en 1891 el libro " Los Presidentes del Ateneo de Madrid (Bosquejos críticos)", en el que menciona a las notables figuras que lo gobernaron.
Dice el Prólogo:

"Cuna y escuela el Ateneo de Madrid, de todas las grandes ideas, que han informado los legítimos progresos de la vida intelectual de la Nación española en el presente siglo; la acertada elección de sus presidentes ha contribuido eficazmente al buen cumplimiento de su misión. La honrosa historia, y no comunes merecimientos de los elegidos, fueron complemento de la autoridad ä que siempre supo hacerse acreedora la Sociedad que presidieran."


Si bien la lista de presidentes hasta el año 1891 comienza con el duque de Rivas -presidente que fue desde 1835 hasta 1837-, la encabeza el general D. Francisco Javier Castaños como presidente del primitivo Ateneo de 1820.

"Unánime fué el respeto y simpatía que mereció de todos los que tuvieron la fortuna de tratarle: D. Francisco Javier Castaños, sencillo en las costumbres, ocurrente su conversación, ajeno ä las luchas de los partidos, las glorias de Bailén, unidas a su nombre lleváronle a la presidencia del Ateneo español, cuyos socios quisieron asociar á dicho cargo una gloria nacional."

Aquel héroe nacional que había derrotado a los ejércitos franceses cerca de Bailén en julio de1808, no pudo con la irracionalidad del rey felón (Fernando VII), quien clausuró el Ateneo en 1823.

Fernández de los Ríos cita en su Guía de Madrid a muchos de sus fundadores, entre ellos, " Pons, Heceta, Lagasca, Foronda, Calderón de la Barca, Castaños, Luzuriaga, Surrá, Palrarea, Flores Calderón, Lasagra, Onís, Palafox, Vallejo, Galiano, Ferráz, duque de Frias y hasta 92 nombres conocidos en las ciencias, las artes ó la política."

1835
El nuevo Ateneo de Madrid
El 6 de diciembre de 1835, a iniciativa de Salustiano Olózaga y secundado por algunos socios de la primitiva sociedad literaria de 1820, queda refundado el Ateneo de Madrid en los salones de la Casa de Abrantes.
Ángel Saavedra Ramírez (duque de Rivas), Donoso Cortés, Bretón de los Herreros, Vega, Caballero, Vázquez Queipo, Mesonero Romanos, Espronceda, Argüelles, Gil y Zárate, Martínez de la Rosa, entre otros, serán sus nuevos fundadores.


Emplazamientos del Ateneo
El actual Ateneo de Madrid, ubicado en la calle del Prado, número 21, tuvo antes otros domicilios.
En 1835 se reinstaló de forma provisional en los salones de la casa de Abrantes, situada en la calle del Prado, número 28, con esquina a la de San Agustín, y de allí a la acera de enfrente, en el número 27, a un local que resultaba muy pequeño.
Por Real Orden, el Gobierno les adjudicaba unas instalaciones del desamortizado Convento de Santo Tomás (calle de Atocha), más nunca se hará efectiva.
Autores de la época indican que posteriormente se trasladó a un edificio más amplio en la calle de Carretas, número 33 (para otros autores es el número 27).
Más adelante la sede se instalará en la plazuela del Ángel, número 1.


1848
El Ateneo de la calle de la Montera
Cuando Galdós llega a Madrid en el año 1862, el Ateneo está instalado en la calle de la Montera, número 22 (antiguo 32); edificio que había sido Banco de San Carlos y posteriormente Español de San Fernando.
La nueva sede fue ocupada en 1848, con un alquiler anual de 25.000 reales.
En la actualidad nada queda de aquella casa, tan solo el recuerdo en la edificación colindante (gemela a la desaparecida), donde se ubica elHotel Ateneo.

Del " Plano de la Villa de Madrid", de Fausto Martínez de la Torre y Josef Asensio, publicado en el año 1800), recuperamos las láminas correspondientes a los barrios de San Luis y del Carmen Calzado, atravesados ambos por la calle de la Montera-Red de San Luis.

"Hacia el promedio de la bulliciosa calle de la Montera, inmortalizada por la galantería madrileña del siglo XVI y enriquecida por el comercio extranjero, que hizo de ella, ya va para trescientos años, su bazar predilecto; frente á la iglesia de San Luis, al alcance de los gritos y los olores de la remozada plazuela del Cármen, lunar y vergüenza de la corte, y en el centro de la manzana que flanquean dos de las calles más céntricas, ménos limpias y peor afamadas de la recoronada villa (las de la Aduana y de Jardines) alza sus tres pisos una de esas espaciosas casas que en Madrid el común de las gentes llama de grande y que á los ojos del curioso no ofrece otras particularidades que su ancho y, hondo portal, la larga línea de sus nueve amplios balcones de fachada y el número y variedad de las tiendas que pueblan la planta baja, donde el genio de las condescendencias y las pequeñeces humanas, parece desafiar bajo las formas de la revoltosa modista, el plácido hortera y el agridulce lotero, lo mismo al tembloroso y atribulado frecuentador de las cuarenta horas que al vibrante y centelleador espíritu á quien asedian las brujas de Macbeth y la sombra de Prometeo. [...] Pero lo que seguramente nadie sospecharla, ni por la apariencia, ni por el sitio, ni por la vecindad, ni áun por el aviso de algun mozo del año 30, que recordará que allí habían existido las oficinas del Banco español de San Fernando; lo que de positivo nadie pensaria es que en aquel ancho, pero vulgarísimo edificio, alienta, vive y fulgura - ¡ahí es nada! - el Ateneo de Madrid!" [Revista Contemporánea. Año II-III Tomo VIII Volumen II 30 de marzo de 1877 Pág. 149-150]


EnMadrid en la Mano o el Amigo del Forastero, del año 1850, Pedro Felipe Monlau nos cuenta:

"Ateneo científico, literario y artístico: calle de la Montera, núm. 32. Tuvo principio en abril de 1820. Cerrado en 1823, se propuso, y logró, la sociedad económica reorganizarlo en 1835. Está dividido actualmente en tres secciones: l .ª d e ciencias morales y políticas; 2.ª de ciencias naturales, físicas y matemáticas; 3.° de literatura y bellas artes. Consta de unos 700 socios; y para adquirir este titulo se pagan 320 rs. de entrada y una cuota mensual de 20. Tiene el Ateneo un gabinete de lectura surtidísimo, una biblioteca de mas de 10,000 volúmenes, una excelente coleccion de minerales, un gabinete de física y un escogido monetario. Sostiene además varias cátedras gratuitas muy concurridas, y desempeñadas por eminentes profesores que prestan gratuitamente tan apreciable servicio. El Ateneo acaba de reformar sus estatutos en 1.° de marzo de 1850."


1854
Clausura del Ateneo
Las revueltas políticas de la época llevan a que el 22 de febrero de 1854, el gobernador civil de Madrid, Javier Quinto (conde de Quinto) obligue a suspender cualquier reunión de forma inmediata y hasta nueva orden. El Ateneo estaba siendo considerado foco de insurrección.
En abril vuelve a abrir sus puertas, pero permanecerán cerradas las cátedras.


1865
Galdós en el Ateneo
Si bien el joven Benito Pérez Galdós se escapaba de la Universidad Central para asistir al Ateneo, no será hasta el 30 de noviembre de 1865 que sea admitido como socio.
En 1906 recordará el Ateneo de la calle Montera en su obra "Prim", cuarta serie de los Episodios Nacionales:

"El Ateneo era entonces como un templo intelectual, establecido, por no haber mejor sitio, en una casa burguesa de las más prosaicas, donde se hicieron naves, presbiterio y capillas a fuerza de derribar tabiques, suprimiendo alcobas y gabinetes para formar espacios donde la multitud pudiera congregarse. Era una iglesia pobre, una casa holgona, donde años antes habían vivido señores enriquecidos en el comercio, y que nunca supieron ni una palabra de Filosofía ni de Literatura ni de Historia. Y con ser tan chabacano el edificio, y tan mísero de belleza arquitectónica, tenía un ambiente de seriedad pensativa propicio al estudio, y sus techos desnudos daban sombra semejante a la de los pórticos de Academos."

Un recorrido por el interior
Con Galdós
Continuando con el relato que don Benito hace en "Prim", recorremos el interior de la "Docta Casa".

"Entrábase, por la calle de la Montera, a un portal amplio que, si no estuviera blanqueado y limpio, sería igual a los de las posadas de la Cava Baja. A mano derecha, la escalera nada monumental conducía en dos tramos al piso primero; una mampara de hule claveteado daba ingreso al templo. Pasado el vestíbulo en que hacían guarda el conserje y porteros, llegábase a un luengo y anchuroso callejón pasillo, harto obscuro de día, de noche alumbrado por mecheros de gas. Divanes de muelles que ablandó la pesadumbre de tantos cuerpos, convidaban al descanso a un lado y otro, y en las cabeceras del extenso corredor. En verano, no faltaba un botijo en algún rincón, y en invierno los paseantes medían de dos en dos, con las manos a la espalda, la dilatada estera de cordoncillo. Andando en la dirección de la Red de San Luis, a la izquierda caían la sala que llamaban Senado, con balcones a la calle; la Biblioteca y una salita de conversación; a la derecha, el paso a los salones de Lectura y al de Sesiones... Más abajo, en derechura de la Puerta del Sol, abríase un pasadizo estrecho que a las estancias inferiores y de servicio conducía. En el Senado hacían tertulia señores respetables, fijos en los divanes como las ostras en su banco, y otros que entraban y salían parándose un rato a platicar con los viejos. Comúnmente allí no se trataba de asuntos técnicos ni didácticos, sino de los sucesos del día, que siempre daban pie a ingeniosas aplicaciones de los principios inmutables.
En la Biblioteca, carpetas para escribir y leer, estantería de estas que se estilan en las casas burguesas para guardar libros que no se leen nunca: allí se leía, sí; pero los libros tenían cierto aire de no querer dejarse leer, prefiriendo su cómodo resguardo entre cristales.[...]
El salón o salones de lectura eran un gran espacio irregular compuesto de dos distintas crujías, comunicadas una con otra por arcadas de fábrica, con buenas luces al patio interior; recinto vulgar, que lo mismo habría servido para obrador de modistas que para cajas de imprenta, o para capilla protestante. Largas mesas ofrecían a los socios toda la prensa de Madrid y mucha de provincias, lo mejor de la extranjera, revistas científicas, ilustradas o no, de todos los países. Era un comedero intelectual inmensamente variado, en que cada cual encontraba el manjar más de su gusto. En aquel recinto blanco, luminoso, beatífico, sin más adorno que algún mapa o cuadros de estadística, habitaba como huésped fijo un silencio de paz y reflexión, y al amparo de él se apiñaban los lectores, todos a lo suyo, sin cuidarse ninguno de los demás. Nadie interrumpía con vanos cuchicheos aquella tranquilidad devorante de gusanos de seda, agarrados a las hojas de morera. Oíase no más que el voltear de las hojas de los periódicos, armados en bastones para más comodidad del leyente.
Allí se veían extraños tipos de tragadores de lectura. Un señor había que agarraba el Times y no lo dejaba en tres horas. Otro tenía la manía de coger seis u ocho periódicos de los más leídos, se sentaba sobre ellos, y los iba sacando uno por uno de debajo de las nalgas, y dejándolos en la mesona conforme los leía. Otros picaban aquí y allí, en pie; los más comían sentados, sin quitar los ojos del plato exquisito como buenos gastrónomos. Por aquel vasto local desfilaron todas las celebridades literarias y políticas del siglo, sin excluir buena parte de las militares.[...]"

Con Ahriman
La revista de política, ciencias, artes y literatura " La Ilustración de Madrid", de 1871, nos muestra parte del interior del Ateneo de la calle Montera en una imagen y textos de Ahriman.
El grabado reproduce una esquina del salón llamado "de los viejos", del que dice Ahriman guiando a un alemán por el interior del edificio:

"Aquel gran salón que tenemos enfrente, elegantemente amueblado, con magnífica chimenea, propiedad exclusiva de cierto socio que se sienta á su lado cuando se enciende la primer astilla, y la abandona cuando se apaga el último carbón, adornado con retratos de individuos ilustres del Ateneo, como el elegante cuanto frio poeta Martínez de la Rosa, el heroico Castaños, el ingenioso Mesonero, el habilidoso Posada Herrera, el nobilísimo marino Méndez Nuñez y otros muchos y muy distinguidos varones, es lo que llamamos el salón de los viejos ó el Areópago. Reúnense aquí durante toda la noche y buena parte del día varios ancianos, últimos restos de aquella generación de principio del siglo, amamantada por Voltaire y Rousseau, nacida al estampido del cañón revolucionario, poseída del sentimiento más que de la idea de la libertad , del sentimiento más que de la idea del racionalismo. Hoy la mayor parte de ellos ha renegado de los ídolos de su juventud. Aquella libertad que amaron sin comprenderla les asusta , aquel frivolo racionalismo que tuvo por base, no una crítica severa, sino una carcajada irrespetuosa, no basta á su helado corazón, que vuelve por un instinto natural á la fé que abandonaron, como si la fé fuera prenda que una vez perdida se recobra fácilmente. Profundamente escépticos en el fondo, aunque creyentes en la apariencia (salvo honrosas excepciones), tienen para el racionalismo fruncido entrecejo, para la libertad fria mofa, para la juventud repulsión instintiva."

Decía Ahriman que las penurias económicas del fastuoso Ateneo le habían obligado a cambiar la iluminación de gas por la de petróleo. Que los libros se encerraban bajo llave y los periódicos con candados, porque la propiedad ajena no gozaba de seguridad "... en España, en materia de periódicos y libros, todos somos comunistas."
Señalaba las columnas de la sala de lectura y del salón de sesiones, donde sendos carteles prohibían que los socios fumasen y tuviesen en su poder más de dos periódicos a la vez. " Pues bien, si Vd. repara, cada socio tiene cuatro o cinco periódicos, y en el salón todo el mundo fuma."

Sigue contando Ahriman que había un largo pasillo y una antesala que daba paso a la biblioteca, que, según él, se asemejaba al salón de conferencias del Congreso.

"Centro de toda murmuración, teatro de toda acalorada disputa, aquí­ se comentan los debates, se hace la apoteosis a la caricatura de los oradores y se discuten con igual interés las cuestiones más altas como las más pequeñas; los problemas más arduos, como los chismecillos más insignificantes."


Guía a su acompañante alemán por la biblioteca y nos descubre el tipo de socios que acudían al Ateneo:

"En primer lugar verá Vd. la biblioteca, donde hay mucho que observar y muy bueno; y no es lo menos notable, por cierto, su ultra-montpensierista bibliotecario. Sus lectores se dividen en dos clases: constantes y transeúntes. Los primeros vienen todas las noches y leen con verdadero interés y con gran aprovechamiento; los segundos vienen de vez en cuando, piden algún tomo de Gacetas, algún libro con láminas o alguna de esas enciclopedias que sirven para ser eruditos a la violeta y hételes ya satisfechos y contentos."


Luego le enseñará los retratos de quienes fundaron la institución y, mediando las doce de la noche, cuando se retiraba el jefe del Areópago, los dos excursionistas pondrán fin a su visita.


1884
El nuevo Ateneo
En enero de 1882 se anuncia que ya estaban acabados los planos del edificio que ocuparía la sede definitiva del Ateneo. Ese mismo año, en febrero, comienza el derribo de la casa ubicada en la calle del Prado, en cuyo solar se construiría el magnífico edificio que hoy conocemos.
El nuevo Ateneo contaría con una superficie de 500 m², siendo de 135 m² el espacio ocupado por la biblioteca.
La tarde-noche del 31 de enero de 1884, con la asistencia de Alfonso XII, se inauguraba el flamante edificio


Siglo XX
El siglo XX volverá a traer consecuencias fatales para la institución con la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930). Llegará la II República, y más tarde la muy lamentable Guerra Civil con consecuencias más nefastas que las propias del no tan deseado Fernando VII.
Durante el periodo que va de 1940 a 1975, el Ateneo perderá su identidad y caerá en manos poco deseadas.
Por fin, la transición, y después la democracia, traerán nuevos aires a la Docta Casa.

Como homenaje a cada uno de los socios que, desde 1820 hasta la fecha, han hecho posible la existencia del Ateneo de Madrid, publicamos una fotografía de 1931. A pie de la misma reza:

"El Ateneo de Madrid, que se hallaba clausurado, es asaltado por sus socios, momentos antes de que se presentara la policía, y ésta lo hizo desalojar a viva fuerza."


Por las diferentes estancias de este edificio de 131 años de edad han ocurrido cientos de historias. Duelos verbales de gigantes como Benito Pérez Galdós Vs. Miguel de Unamuno, y viceversa. Puyas despechadas entre la Pardo Bazán y Galdós, además de otros tantos sucesos que bien sabe contar D. Juan Carlos González (Carpetania Madrid) en sus visitas guiadas por el emblemático Barrio de las Letras e interior del Ateneo de Madrid.