Violette pasó de ser una admirada deportista, declarada y manifiestamente homosexual, que se sometió a un par de mastectomías para poder entrar holgadamente y conducir mejor los más rápidos coches de carreras a los que tanto se aficionó, para acabar finalmente por convertirse es una de las agentes nazis más crueles y despiadadas en sus métodos de tortura. Colaboró, por tanto, y de modo eficaz, al parecer, con un sistema totalitario que asesinó a miles y miles de homosexuales como ella y a millones de seres humanos más. La raza pura y esas cosas, ya sabéis... ¡¿Cómo pudo?!, me pregunto ¿Quizá perdió conciencia de su propia realidad? ¿O fue acaso el único modo que halló para no ser una más de las víctimas? Claro que eso no explicaría su ensañamiento.
Sea como fuere, las reflexiones sobre esta mujer, su vida y su muerte, sus contradicciones e incoherencias me llevaron en este deambular caprichoso del pensamiento a uno de los temas ante el que siempre estoy, digamos, en lucha: el maltrato animal.
Porque ya que estamos con contradicciones, incoherencias y paradojas, no me digáis que no lo es el hecho de que muchos y muchas se cuelguen el lema de Contra el maltrato animal, pero poco o nada se acuerden de los animales hacinados en granjas infectas, agonizando en camiones atestados, encerrados en minúsculos zulos en donde no pueden ni girarse, recibiendo pisotones, golpes,... para acabar en el matadero o bajo el filo de un cuchillo. Estas grandes granjas masivas son el escenario cruel de sus vidas. Pero pocos o nadie se acuerda. ¿O es que entre los animales hay clases? Pues parece que sí. Y la diferencia no es intrínseca a ellos, la establecemos nosotros solo y exclusivamente atendiendo a nuestro propio beneficio.
No voy a acabar este BREVES de hoy haciendo apología de la alimentación vegetariana. Ni se me ocurre. Es una opción personal que cada uno debe tomar de forma meditada. Pero seamos conscientes. En ocasiones nuestras contradicciones e incoherencias son manifiestamente caprichosas e irreflexivas. Hagamos el esfuerzo de ver. La ignorancia no nos exime de culpa y el mirar para otro lado nos hace cómplices.