Hacía mucho que no me enganchaba a una viéndola sentada en el sofá pues la mayoría ya tienen sus años tipo Bones o Castle. Además, ésta tiene la característica de ser más bien una mini-serie y casi espero que no haya más temporadas (parece que no voy a tener suerte y sí la va a haber) porque ha quedado tan bien cerrada en su desenlace que intentar estirar el chicle por otro lado se cargaría las maravillosas impresiones que ha dejado. Pero empecemos por el principio.
Mientras, la detective Ellie, que ha regresado al trabajo después de unos días de vacaciones, recibe la noticia de que su esperado ascenso no se producirá. El puesto ha sido concedido al detective Alec Hardy, un hombre con cierta fama negativa al haber fastidiado un caso similar al que ahora tienen entre manos. Ambos comenzarán a investigar la muerte del pequeño miembro de la familia Lattimer, pero pronto se pondrán de manifiesto sus diferencias en cuanto a métodos profesionales.
Por otro lado, una periodista de un diario nacional, Karen White, se entera del caso y decide acercarse hasta la localidad para cubrir la noticia. La vida de esa pequeña e idílica población ha saltado por los aires.
El argumento como tal no dice nada de primeras a cualquiera que esté acostumbrado a las series policíacas como las ya mencionadas arriba. Pero hay una importante diferencia y es el tiempo de resolución del caso. La investigación se va prolongando de manera realista por las dificultades, los problemas que enfrentan para conseguir pruebas, los testimonios poco claros, las mentiras... Esto permite que podamos conocer a la familia e interioricemos su dolor. Me encantan esas otras series, pero la carga dramática y de tensión que he visto aquí no la logran con todas las temporadas que llevan a cuesta (salvo capítulos concretos, no lo voy a negar).Ese tiempo alargado también permite conocer a la gente del pueblo, los sospechosos. Personas que guardan sus secretos y que confundirán tanto a la policía como a los espectadores al no querer revelarlos. Nadie es lo que parece y, como en la propia serie se dice, no se puede estar seguro de lo que hay en el corazón de las personas.
Por otro lado, aparte del suspense y misterio por descubrir al asesino, la historia nos habla del luto ante semejante pérdida. Vemos cómo lo llevan los miembros de la familia, cómo es algo que puede salvar o hundir el matrimonio de los padres. Pero también cómo afecta a la comunidad, cómo los más insensibles lo que realmente lamentan es que se pueda echar a perder la época de verano o cómo llegan a perseguir a los sospechosos. Y sin olvidarnos de cómo tratan los medios de comunicación este tipo de historias. Con unos elementos mil veces vistos en otros lados la serie nos da mucho más de lo que en un principio se podría uno imaginar.
Desde luego, esta serie se gana la calificación de humana. Y si lo consigue es porque hay que quitarse el sombrero ante las maravillosas interpretaciones de los actores. Todos están soberbios y tienen auténticos momentazos, no sólo los protagonistas, el elenco de secundarios cumple de maravilla su papel. Además, los escenarios y la música ayudan a crear un ambiente de tensión, opresivo, que le va como anillo al dedo.
Y el final... qué final. Magnífico. No quiero decir nada para no spoilear porque es una serie imprescindible, pero sí comentar que le debo restar un pelín de nota por un pequeño detalle y es que lo de las fogatas, a la hora de despedirse del pequeño, me sobró bastante. Pero nada, es una tontería que no empaña esta obra maestra.
Si alguien no la ha visto todavía, le recomiendo que le dé una oportunidad. Son sólo 8 capítulos pero no hay un sólo minuto en ellos que no sean especiales, que no merezcan la pena. Broadchurch ha sido una serie de esas que se te quedan grabadas en la memoria, que superan expectativas y que cuentan mucho más de lo que su argumento da a entender. Sólo espero que si hay una T2 no se cargue las buenas impresiones que me ha dejado.