Es verdad que nunca es fácil estrenar una película con una cierta calidad, que a la vez sea comercial y rigurosamente histórica. Más aún si hablamos de cine español. En comparación con los americanos, contamos con mucho menos presupuesto, saber hacer y capacidad para tocar los cojones y creernos algo. En este último sentido, sorprende que en un film sobre la Guerra de Independencia que asoló a España, el nombre del país no se pronuncia, para no envenenar los sueños del conseller de turno que las ha puesto como el primero. Quizá, si no quieren oír determinadas palabras, deberían financiar exclusivamente películas de tono patriótico como aquellas de Florián Rey. Nos evitaríamos todos muchos disgustos. Sobre el asunto histórico poco... imagino que la misma falta de presupuesto que crea una batalla de cuatro gatos y dos cañones, impide crear grandes historias y el asunto se centra en el post-trauma del timbaler del Bruc, en una identidad un tanto ficticia (que es lo menos) y en un entorno un poco extraño y desrealizado de lo que sucedía en la España (oooops) de inicios del XIX. O sea, se va al tema más íntimo, romántico, personal, familiar... Pero tampoco. La cinta pasa a ser un film de acción, en unos minutos, y ahí es poco reprochable. Entretiene, salta, explota, etc, etc... pero esto es quizá lo más fácil. Una pobreza en el desarrollo de los personajes que asusta nos impide entender muchos de los pormenores más interesantes del asunto. La corrección política impide explicar qué medalla y por qué se la conceden. Pero incluso así, no justifica que no se entienda quién narices es el soldado regular, uniformado él, que se la entrega y que parece tener lazos familiares y de lucha con el protagonista. Quizá dar a entender que es un soldado catalán con uniforme español era una complejidad extrema para los cerebros tripartitos que por ahí campaban todavía, pero no se entiende. Del mismo modo, no entendemos la motivación de los cuatro franceses del mal. Un correo que se vuelve medio malo, un mudo brutal que cumple, un Vincent Perez ultrapatriota, en su lugar, un periodista francés al que nadie acuchilla... y un catalán?!?!?! No se llega a saber. Parece que sí. No se entiende por qué está con el enemigo. Afrancesado, por aspecto, modos, ideas y ejecuciones, no parece. No se entiende. No se entiende nada.Y ahora, la de arena. No pasa nada por ir a verla. No pasa nada por divertirse. No es una mala película. Es un western correcto. Así de simple. Hay por el mundo mucha peli del oeste sobrevalorada y que a nadie escandaliza ver entre los grandes. En este caso no hablamos de un grande. Hablamos de una corrección. Mi optimismo natural (jijiji) me obliga a verla como un primer paso hacia un cine comercial y de calidad. Una piedra poco pulimentada, pero que puede llegar a ser si se invierte en guionistas que hagan alguna estancia formativa en Inglaterra o Estados Unidos... o que lean los guiones de Ford, Huston o Cukor. Nada más. Que sí, que podéis ir a verla.
Es verdad que nunca es fácil estrenar una película con una cierta calidad, que a la vez sea comercial y rigurosamente histórica. Más aún si hablamos de cine español. En comparación con los americanos, contamos con mucho menos presupuesto, saber hacer y capacidad para tocar los cojones y creernos algo. En este último sentido, sorprende que en un film sobre la Guerra de Independencia que asoló a España, el nombre del país no se pronuncia, para no envenenar los sueños del conseller de turno que las ha puesto como el primero. Quizá, si no quieren oír determinadas palabras, deberían financiar exclusivamente películas de tono patriótico como aquellas de Florián Rey. Nos evitaríamos todos muchos disgustos. Sobre el asunto histórico poco... imagino que la misma falta de presupuesto que crea una batalla de cuatro gatos y dos cañones, impide crear grandes historias y el asunto se centra en el post-trauma del timbaler del Bruc, en una identidad un tanto ficticia (que es lo menos) y en un entorno un poco extraño y desrealizado de lo que sucedía en la España (oooops) de inicios del XIX. O sea, se va al tema más íntimo, romántico, personal, familiar... Pero tampoco. La cinta pasa a ser un film de acción, en unos minutos, y ahí es poco reprochable. Entretiene, salta, explota, etc, etc... pero esto es quizá lo más fácil. Una pobreza en el desarrollo de los personajes que asusta nos impide entender muchos de los pormenores más interesantes del asunto. La corrección política impide explicar qué medalla y por qué se la conceden. Pero incluso así, no justifica que no se entienda quién narices es el soldado regular, uniformado él, que se la entrega y que parece tener lazos familiares y de lucha con el protagonista. Quizá dar a entender que es un soldado catalán con uniforme español era una complejidad extrema para los cerebros tripartitos que por ahí campaban todavía, pero no se entiende. Del mismo modo, no entendemos la motivación de los cuatro franceses del mal. Un correo que se vuelve medio malo, un mudo brutal que cumple, un Vincent Perez ultrapatriota, en su lugar, un periodista francés al que nadie acuchilla... y un catalán?!?!?! No se llega a saber. Parece que sí. No se entiende por qué está con el enemigo. Afrancesado, por aspecto, modos, ideas y ejecuciones, no parece. No se entiende. No se entiende nada.Y ahora, la de arena. No pasa nada por ir a verla. No pasa nada por divertirse. No es una mala película. Es un western correcto. Así de simple. Hay por el mundo mucha peli del oeste sobrevalorada y que a nadie escandaliza ver entre los grandes. En este caso no hablamos de un grande. Hablamos de una corrección. Mi optimismo natural (jijiji) me obliga a verla como un primer paso hacia un cine comercial y de calidad. Una piedra poco pulimentada, pero que puede llegar a ser si se invierte en guionistas que hagan alguna estancia formativa en Inglaterra o Estados Unidos... o que lean los guiones de Ford, Huston o Cukor. Nada más. Que sí, que podéis ir a verla.