Bruce Springsteen editó en 1978, su cuarto trabajo de estudio, bajo el título de Darkness on the edge of town. El Jefe venía de un tremendo éxito con Born to run, un álbum que le catapultó a la fama de manera total, y cuya gira fue extensa, pero no todo sería un camino de rosas, ya que justo ahí empieza a complicarse todo, con el litigio que comienza con su mánager Mike Appel en un proceso interminable, que a Bruce le hizo pasar por una oscura época y ver el lado menos amable del negocio de la música y sus triquiñuelas. Eso le llevó a componer mucho, y en donde hablaba de sueños frustrados y de choques con la cruda realidad, además de dar muchos conciertos hasta que pudiera publicar, una vez resuelto el conflicto. La lista de temas era enorme, pero él eligió 10, conformando probablemente una de las joyas del rock and roll de todos los tiempos, que a día de hoy lo sigue siendo. El resto de canciones salieron en 2010 en la caja The Promise. Como suele suceder, éste álbum no tuvo el éxito comercial de su predecesor, pero es un trabajo que hace poner a su compositor con letras de oro en la historia de la música, y de la cultura americana. La diferencia con Born to run, es que en aquel disco, era un teenager que jugaba a ganar y ser libre, ahora en este, la temática se centra en trabajo, rutina, amor adulto, etc., es así como crece un personaje que nos presenta en sus canciones, a través de su narrativa, con diferentes necesidades vitales.
Comenzaba la segunda cara con The Promise Land, claramente el tema más esperanzador del disco, donde nos invita a seguir soñando pese a las dificultades, con su mítica entrada de la armónica, el piano saltarín de Byttan, y esa banda engrasada que suena como un rodillo, tema de pura adrenalina. Factory vuelve al tono general del álbum, es decir, oscuro, con esos versos que hablan de lo que trabajan los padres sin descanso, para conseguir algo que no tiene ni definición, un medio tiempo de cadencia excelente. Y la triada final es de traca, que empieza con Streets of fire, relacionada (son hermanas gemelas) con Something in the night y Racing in the street, con ese inicio lento para luego ese arranque de energía del Boss, el sólo bestial de guitarra telecaster que ruge, su vuelta a la calma y sus gritos, enorme tonada. Prove it all night es un tema de amor desesperado, en el que parece que quiere ser el de 3 años atrás por un momento, temazo de tomo y lomo con estribillo precioso cantable como pocos y que para mi define la carrera de un artista, emoción por los cuatro costados cuando arranca el saxo de Clarence Clemons y no menos cuando le sigue la telecaster, pelos como escarpias. Y como remate glorioso la obra maestra que da título al álbum, Darkness on the edge of town, donde se recogen todas y cada una de las cuestiones planteadas anteriormente, y que musicalmente es soberbia, con ese arranque de garra del Jefe con la voz, piano exhuberante, base rítmica que te pega y ese estribillo tremendo que te eleva.
Os dejo con The Promise Land interpretado en 2010 en el Paramount Theatre.