Bruce Springsteen es el rock veraz que nos libera del miedo a vivir porque no hay otra manera de sobrevivir

Por David Gallardo @mercadeopop

Todas las jodidas veces que vimos a Bruce Springsteen fue por miedo a vivir. No a morir, no, qué demonios, eso sería tan vulgar. A vivir. Nos da miedo contemplarnos vivos en las canciones que nos hicieron creer en la inmortalidad imposible. Descubrimos en algún momento del tránsito que no. Que íbamos a morir igual, vaya. Pero sobrevivimos en canciones mientras tanto. Es jodidamente así.

Me desconcierta muchísimo que entre mis amigos persista aún hoy la broma de que Bruce es Triste (bastante tienen con no mearse encima). No me sorprende que piensen eso, pero sí que me alucina que lo mantengan sin haber ido a uno solo de sus conciertos. No hay demasiadas personas que hayan ofrecido al mundo más felicidad que Bruce Springsteen. Te acuerdas, Palo. Esos conciertos de tres o cuatro horas (como aquel que me rompí el tobillo en Triana) en los que no cabían más pelotazos. Dicho esto último, en todas las acepciones que cada cual sea capaz de soportar. Nosotros éramos cajas fuertes de rock: ron to run a buen recaudo. Nos eligieron porque nacimos para contarlo.

HOLA A VOSOTROS QUE SOMOS TODOS

Cuando uno entra por la puerta del estadio, cuando a uno le pican la entrada -que vejez inherente en este gesto- de un concierto de Bruce Springsteen, sabe que tiene un ticket to ride a la feria de Asbury Park. Hemos estado allá lejos, tenemos las fotos que no os vamos a enseñar, pero sabemos que existe. Estuvimos y sabemos de donde nacen las canciones que nos congregan, lo cual no es tan épico como suena. Nunca. Newark es una mierda, todo sea dicho, pero nos mola. Cuando eres niño y vas al parque de atracciones no tienes del todo claro lo que se viene, pero sabes que se viene todo. Se te viene todo encima. De mayor se puede sentir lo mismo, por lo menos, otra vez.

¡Hola Madrid! ¡Barcelona! ¡Hola Bruno! ¡Hola Clara! ¡ Paloma! ¡Hola Nicolás! ¡ David! ¡Vallecas, Carabanchel, España! Los mayores hemos estado en muchos conciertos, los pequeños se preguntan si es tan guay como aparentamos. Por eso, nosotros somos un país para Bruce Springsteen, por mucho que os joda, que ojalá os joda muchísimo, porque le tenemos raptado en la cocina, amordazado. Pero no le vamos a dejar salir.

"Las luces", Bruce, le decimos, para que mire por la ventana de la cocina y vea los aviones aterrizar. Eso suele calmar pero, oh, sorpresa, está enfadado. Está fuerte a sus 73, pero no se ríe. Que cuando va a tocar, dice. Sus cosas. De ahí no sale. Pues cuando nos dé la gana, estás en casa. Vale, parece comprender. Le damos Cruzcampo.

OTROS CONCIERTOS DE BRUCE SPRINGSTEEN
LA LIBERTAD DEL ROCK DE ESTADIO

Bruce estuvo en Madrid las dos últimas veces en y , y ahora nos hace ir a Barcelona. Vale, iremos. Nos parece mal porque nos han creado una idea mental de mierda de Madrid que molesta a los demás y que nos hace parecer gilipollas a los madrileños. Espero me perdonéis. Tenemos piernas y nos encanta ir a otros lugares guapos. Pero, eh, aquellas dos veces en el Bernabéu arrancó igual. Con 'Badlands' y, sobre todo, arengando. A una ciudad. A un país. Y a nosotros. Y a mí, personalmente, con el DNI en la mano. ¡Hola David Gallardo López Pando Rubio Mercadeo Pop! Casi se ahoga, tan seguido, tan yanki, pero lo dijo. Os lo aseguro.

Puede que no sea exactamente esto que os cuento lo que el mundo, como concepto de mundo, necesite como acontecimiento. Pero lo necesito yo. Yo, que formo parte del mundo en una milésima parte. Quiero que Bruce Springsteen me señale con el dedo y grite mi nombre en la noche. Esa es la libertad final del rock de estadio junto a otras 50.000 personitas locas. Porque vinimos exactamente para esto. Para que nos apele individualmente como sólo él hace. El único pastor que no pierde ovejas porque, de hecho, gatean hacia él. Lo nunca visto.

Estar con otra gente. Tocarte. Aullar al howilin wind y que otro lo recoja. Eso es un concierto de rock de estadio. Land of hope and dreams! Estamos juntos en esto. We are in this together. Sin nosotros no hay Bruce, que es una imagen mental creada por los que nos juntamos. No hay nada, solo un lugar para 50.000 personas vacío. Un micrófono ahí puesto para nadie. Así sería sin nosotros. Es tan real que desconcierta. Y no hay nada más triste que eso: el eco de tu voz que solo escuchas tú. Es posible que estés muerto recitando epitafios que pensabas que alguien leería para ti pero que te están clavando en la puta cara. Y, sí, son putos clavos.

BRUCE NO SE CANSA

Tú, que te cansaste y no estás. Nadie se cansa de Bruce. La vida te obligó a cansarte. Yo no me cansé. Nunca me canso. Él tampoco. Porque aunque ya haya pasado los setenta, Bruce no se cansa, de manera que yo tampoco. Siete años hace de la última vez aquella en el Bernabéu, te acuerdas, claro. Íbamos de gala, nos miraban estupendos. Bailamos todas y corrimos hacia la salida mientras sonaba 'Thunder road' para coger el primer taxi, literalmente, para irnos de boda a la Gran Vía.

Nosotros somos Bruce Springsteen. Tú y yo y los tobillos rotos con todos mirándonos raro. Creamos semejante espejismo. Por eso va a seguir siempre ahí. En vivo siempre vamos a decir que es la penúltima vez, por miedo a hablar del paso del tiempo que no pasa contra nosotros, qué va, eso nunca, solo por los demás. Y porque decir la penúltima, aparte de mentira siempre, es una manera de envejecer décadas de repente.

Que Bruce Springsteen sonría. Que su felicidad propiciando rock sea irreal al mismo tiempo que la tuya y la mía. Su careto aglutina nuestras vidas desconcertadas y sin remedio como un predicador en el desierto. Todo lo que nos trajo hasta aquí, irremediablemente va a volver a ocurrir y eso nos pone en un genuino estado de nervios. Basta con que comprendas lo que significa una sonrisa. Con que comprendas lo que significa el rock, que tengas ganas de vivir. Porque Bruce es, efectivamente y en última instancia, esto lo repetiré hasta que me muera, el rock veraz que nos libera del miedo a vivir. Y no hay otra manera de sobrevivir.

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