Carola Chávez.
Primero fue el Profeta: un brasileño salido de la nada que se convirtió en el guía iluminado de oscuras caceroleras. Ellas bebían sus palabras al ritmo del plaka-taca-taca, esperanzadas, porque aquello iba a durar cinco días. “Dios y la Virgen Dorada de Altamira te oigan y te colmen de bendiciones, Profeta libertario” -Tuiteaban eufóricas entre cacerolazo y cacerolazo. Sus hijos, en la calle, encapuchados, portadores del fuego sagrado de la libertad. El Profeta así se los confirmaba. Madres bendecidas por un charlatán, orgullosas apretaban en sus manos rosario y cucharón.
Caducaron los lapsos del Profeta. Las cacerolas ya no daban para más. El fuego guarimbero se apagó con el hastío del autoencierro. La esperanza, como las palabras del Profeta, se apagó.
Pero no todo está perdido, el plan dirigido al “pueblo ignorante” y supersticioso continúa, su mensaje de terror: sangre, sangre y más sangre, terremotos, maremotos, epidemias mortales, explosiones, uranio empobrecido, amenazas de muerte con nombre y apellido, castigos divinos todos. Las siete plagas de Egipto renovadas en nuestra geografía, anunciadas por videntes, brujas, tarotistas de Twitter, convertidas en titulares de infames medios diseñados por sifrinos para ese pueblo que creen ignorante, ahí, imperdible, entre la foto de una mujer medio desnuda que apunta al lector con puyudos pezones y los números para el próximo sorteo de la lotería.
Para que coman miedo, miedo y miedo, para que se caguen, pues, para que se dejen de la pendejada de apoyar al gobierno que los apoya y se arrodillen pidiendo perdón. Que pidan perdón, que salgan a matarse entre ellos, pero eso sí, que no salpiquen mucho para acá; que sean brazo ejecutor de unas profecías de laboratorio para que quede claro que no hay ciencia más exacta que el Tarot. Que dejen la soberbia de querer ser gente y acepten que estamos sometidos a los designios de un Dios furioso que habla a través de brujas de ultima generación. ¡Pueblos del mundo, arrepentíos!
Proliferan las brujas 2.0, todas con una sola voz, “tanta coincidencia tiene que ser verdad”. Y el pueblo atento, no a las predicciones sino a las amenazas que éstas entrañan. Mientras tanto unas señoras de El Cafetal se pasan emocionadas las profecías por el PIN con un piadoso “Hágase tu voluntad”.