Afortunadamente para mi, estoy en el lado de los que aman la pluma de este señor. He leído todos sus libros, y todos ellos me han gustado. Este último no es una excepción.
Sus lecturas son siempre ligeras pero intensas. Se leen muy rápido, pero dejan poso. Su escritura es ágil, no se detiene en descripciones que considera innecesarias (él mismo piensa que no hace falta describir una casa porque todos sabemos cómo es una casa), así que sus novelas son básicamente sentimientos. Y es muy difícil hablar de sentimientos como lo hace él que, no sé cómo lo consigue, pero suelta siempre unas perlas de infinita sabiduría que deberíamos seguir a pies juntillas.
Esta última novela me ha parecido más extensa, más elaborada que las anteriores. Como siempre, casi ninguno de sus personajes tiene nombre, otra seña de identidad para el escritor catalán. El protagonista de esta historia vuelve al que fue su hogar, a cuidar de su padre por una promesa que le hizo a su madre y poco a poco vamos conociendo su historia. La de él, la de su padre, la de su madre y la de otros tantos que les rodean. Una historia compleja, oscura y hermosa a la vez. Una historia que emociona y que, aunque no tiene ese factor sorpresa presente en sus otras novelas (o no tanto) engancha.
Si le tengo que sacar la nota negativa diré que Albert Espinosa ha abusado un poco del uso de los puntos suspensivos (y que lo diga yo…), pero después de un par de capítulos no se hace demasiado molesto.
Pero, en general, es una lectura maravillosa. Un acierto seguro si te gustaron sus otros libros. ¡¡Visita mi blog y déjame un comentario!!