"Mi padre era el fascinante chico que sacaba la lengua cuando hacía trabajos manuales... No, él no me lo dijo nunca... Casi no nos hablábamos... Lo leí en la dedicatoria de un libro que mi abuela le regaló en su octavo cumpleaños... Y él me lo regaló a mí cuando yo cumplí esa misma edad... Me hizo creer que era un regalo que había comprado especialmente para mí... No se imaginó que la dedicatoria que le escribió su madre delataría su mentira... "Para el fascinante chico que saca la lengua cuando hace trabajos manuales: recuerda que puedes ser todo lo que quieras llegar a ser..." Lástima que aquello no fuese dedicado a mí..."
Hay títulos que llaman la atención y autores que parecen especialistas en poner determinado tipo de títulos. El libro que hoy os traigo pertenece a ambas categorías. Después de Si tu me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, el autor nos ha sorprendido con un título aún mas... suyo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Brújulas que buscan sonrisas perdidas.
Conocemos a Ekaitz, un hombre que se ve empujado a regresar a la ciudad que lo vio crecer para cuidar a un padre con el que nunca tuvo una gran relación. De esta forma nos irá contando una vida marcada por las pérdidas mientras se va abriendo poco a poco al lector, hablando de su madre, su esposa, sus sentimientos y nos enseña que los adultos que somos vienen marcados por los niños que fuimos.
Recuerdo que comenté que los libros de Albert Espinosa tenían siempre un tono en sus letras que parecían de autoayuda, pero no para el lector, sino para el autor, o el protagonista. Y sigue siendo así en esta última historia. Nos presenta un libro en el que el protagonista reflexiona sobre sus sentimientos y su vida, una vida que le ha llevado a perder a su mujer, a su madre... y que ahora, entre recuerdos, le lleva a conocer a su padre. De algún modo le lleva a él y también al lector, a pensar en perdón, en segundas oportunidades, en buscar o encontrar la parte buena de las cosas. Y ahí está el positivismo que veo siempre en los libros de Espinosa. Siempre encuentra la forma de encontrar aunque sea un resquicio de positividad y enseñarlo con ese estilo tan personal que le caracteriza. En este caso, y supongo que para remarcar las reflexiones, nos encontraremos con puntos suspensivos. Dicho así puede sonar casi a tontería, pero no, vale más ir prevenido para no verse arrollado por un pequeño alud de esos pequeños puntos que hacen que tomemos consciencia de que estamos ante un monólogo mental. De hecho yo estuve a punto de sufrirlo, me costó encajarlos en la historia con tanta frecuencia, acostumbrarme. Espinosa sabe que se mueve bien en espacios cerrados y por eso construye historias privadas, íntimas, que nos cuenta de forma sencilla sin dar vueltas, para crear una atmósfera íntima de confidencias al oído. Así es su estilo, dejando la sensación de estar ante un autor que siente cada palabra que escribe. Y dejando al lector envuelto en esa sensación agradable que invita a sonreír. Tal vez, estemos ante un libro que busca la sonrisa perdida de cada uno de sus lectores.
Hoy traigo un libro sencillo de un autor que ha sabido mirar a la vida con una sonrisa que, claramente, pretende contagiar a los lectores en cada uno de sus títulos, al menos en los que yo llevo leídos. Supongo que el conseguirlo también dependerá del lector. Porque... ¿recordáis libros o momentos literarios que os hicieran sonreír?
Gracias
PD: Siempre he oído eso de que es mucho más difícil hacer reír que llorar. Muchas veces, un pequeño golpe tonto nos hace reír, por eso siempre he sostenido que lo verdaderamente difícil es provocar una sonrisa sincera.
Os dejo el Book trailer