A la escritura no le preocupa el discurso
ni tampoco el correcto pulso de la redacción,
lo que ella quiere es dejar de ser una palabra
que esconda sus nervios, lo que ella desea
es ser un poema, un rayo, un trueno
en el oído interior del discurso.
Como sabemos, el poema no se redacta,
el poema solo quiere aprender a respirar.
Así termina Aprendizaje y respiración, uno de los mejores poemas de El futuro, el libro inédito que da título a la recopilación de la poesía del chileno Bruno Montané (Valparaíso, 1957) que publica Candaya en su colección de poesía con un prólogo de Javier Echevarría.
Esos versos podrían resumir el núcleo de una poesía en la que la búsqueda del sentido del mundo se une a la búsqueda del sentido de la propia creación, de manera que la conciencia existencial se sustancia en conciencia del lenguaje y en la escritura como la verdadera noción de lugar.
Entre El maletín de Stevenson y el libro inédito que da título al volumen se recogen en esta espléndida edición de la poesía reunida de Montané casi cuarenta años de escritura poética y cuatro libros -los otros dos son El cielo de los topos y Mapas de bolsillo- de un autor poco conocido en España.
Poeta de culto y casi secreto, Bruno Montané fue uno de los fundadores en México en1975 del movimiento infrarrealista con Roberto Bolaño, que lo convirtió en uno de los personajes fundamentales (Felipe Müller) de Los detectives salvajes.
Desde las intuiciones y revelaciones que sustentan la poesía de la sugerencia de El maletín de Stevenson a la reflexión sobre la escritura de El futuro, pasando por el poder de las imágenes como vehículo de conocimiento y comunicación con la realidad en El cielo de los topos y la poesía figurativa de Mapas de bolsillo, donde el sueño y el asombro son instrumentos para aprehender el sentido del mundo, esta recopilación de la totalidad de su obra poética muestra la contención poética minimalista de quien funda su escritura en los abismos existenciales pero encuentra un parapeto en el amor, en el paisaje o en el poder revelador del lenguaje ante el vacío, como en Escrito 4:
Nosotros, los que no sabemos de la locura
sino su parte de leyenda, su fulgor
extraño pero casi cómodo, nosotros
los que aquí estamos y opinamos
desde este lado del espejo, nosotros
los del sueño y el proyecto infalible,
somos los hundidos en la nada.
Somos el surgimiento, somos
los pies que se cimbran en el cálido vacío,
el vacío que tiembla al otro lado del espejo.
Con una precisión alejada de cualquier tentación de gestualidad, la aparente sencillez expresiva de estos textos esconde una honda reflexión sobre la poesía como método de conocimiento y como búsqueda de la revelación de la realidad desde una radical conciencia del lenguaje, como en Más silencio:
Necesitamos más silencio,
un verdadero silencio, un soplo mudo
en la serena intensidad de las horas que,
una tras otra, se disponen frente a la inteligencia
y compasión del manipulado abismo.
Silencio ante los comerciales primeros planos,
silencio ante el programa del mito;
silencio, tres veces, ante la máquina del poema
que se prodiga expulsada del silencioso lógos;
mientras seguimos el rumor de la mano
que cava un agujero de luz
en el centro del sentido.
Santos Domínguez