Bruselas: capital de capitales

Por Tierrasinlimites @tierrasnlimites
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Bruselas: capital de capitales

Bruselas: la Capital.

Es la capital en mayúsculas. De Flandes, de la Región de Bruselas-Capital, de Bélgica y, simbólicamente, de Europa. Un nexo de unión que conecta fronteras y a un país federal y algo disperso. Lejos de la frialdad de las instituciones, su casco histórico nos acerca a una ciudad llena de carácter y con sabor. Con el gusto dulce de gofres y chocolates. Con el aroma urbanita de sus murales. Y con la embocadura que ha dejado la historia. Plazas, calles, iglesias, esculturas, museos, parques, arquitectura, gastronomía… conforman una ciudad que es un cóctel en sí. Y que acoge a una amalgama de culturas. Bruselas, la capital, tiene espacio para todos.

Bélgica es un país curioso. Pequeño y separado. Un estado federal en el que conviven tres regiones distintas y tres idiomas oficiales: flamenco en Flandes, francés en Valonia, los dos idiomas en la bilingüe región de Bruselas y alemán en la comunidad germanófona. No son los únicos idiomas que suenan en Bruselas. Aunque el francés es el idioma mayoritario en la capital, en las instituciones europeas la gente se entiende en inglés y en sus calles, sobre todo en algunos barrios, se puede escuchar prácticamente cualquier lengua.

Y es que, cerca de tres cuartas partes de la población de Bruselas, provienen de otro país. En total, en Bruselas, viven alrededor de 170.000 personas, más de 1 millón si tenemos en cuenta los municipios que componen la Región de Bruselas Capital.

Nosotros ahora, nos situamos en el corazón del país para empezar a recorrerlo.

Museo de la Ciudad, Bruselas

El corazón de Bruselas.

El latido de Bruselas se origina en la Grand Place. Muchos la han descrito como la plaza más bonita del mundo. Sus casas gremiales, de diferentes tonos, le dan un toque colorido, un aspecto singular. No se identifican con números. Cada una de ellas tiene su propio nombre que corresponde con la imagen que representaba a su antiguo gremio: la carretilla para los lecheros, el saco de los ebanistas, el cuerno y los barqueros… Destaca, entre todas, el edificio gótico del Ayuntamiento con su impresionante torre de 96 metros de altura, la única construcción de la plaza que se conserva desde la Edad Media. En frente se sitúa la antigua Casa del Rey o Casa del Pan, sede hoy del Museo de la Ciudad. En total la Grand Place está rodeada por 39 edificios, la mayoría reconstruidos tras el bombardeo de 1695 y en siglos posteriores.

Durante mil años, la historia ha usado a la Grand Place como escenario. Ha sido mercado (su nombre en flamenco es Grote Markt), testigo de ejecuciones y objetivo de bombardeos. Hoy, además de ser sede de museos e instituciones, en ella se agolpan los turistas, se instalan mercados y se celebran números actos culturales. Los bajos de sus casas están repletos de bares y terrazas.

Una plaza vivida y vital, admirada por personajes como Víctor Hugo, que la describió como un milagro: “El Ayuntamiento de Bruselas es una joya, una fantasía soñada por un poeta y realizada por un arquitecto. Y la plaza que la rodea, un milagro”, o Jean Cocteau al que se le atribuye haberla llamado “El teatro más bello del mundo” porque en ella siempre ocurría algo. Y por eso hay que visitarla al menos un par de veces: por el día y cuando oscurece, el momento en el que se pone en marcha su espectáculo de luces y sonidos.

Galerías en Bruselas

La vitalidad de Bruselas se extiende más allá de su plaza mayor. Nuestra segunda parada son las Galerías Saint Hubert, las primeras techadas de Europa. Fueron un símbolo claro del capitalismo para Marx, aunque en su entrada está escrito un “todo para todos”. Con el dinero por delante, se entiende. En sus escaparates podemos ver tiendas lujosas, restaurantes y la Neuhaus, la antigua farmacia donde surgieron –de casualidad- los bombones. Abandonó su función y hoy es una de las muchas chocolaterías que se extienden por la ciudad, como por ejemplo las de la calle L’Etuve, la misma que nos lleva hasta le Mannenken Pis, el niño meón de la ciudad.

Varias leyendas hablan sobre el origen de la estatuilla. La más popular cuenta que en unos festejos, un noble perdió a su hijo. Rezó para encontrarlo y finalmente apareció haciendo pis en un rincón. Como agradecimiento levantó esta pequeña escultura que, cada cierto tiempo, visten de una manera distinta. Sus trajes se guardan el Museo de la Ciudad de la Grand Place. En los últimos años le ha salido competencia: una niña meona e, incluso, un perro.

La catedral de Bruselas

Momento ahora de pasar de la vulgaridad humana a la elevación de lo divino. Toca subir hasta la catedral gótica, un edificio majestuoso, dedicado a los patrones de la ciudad: San Miguel y Santa Gúdula, y donde destaca un interior luminoso gracias, entre otras razones, a las vidrieras del siglo XVI.

La catedral, en un montículo, simboliza el poder de lo divino y, en alto también, se encuentra el Monte de las Artes, donde los amantes del arte encontrarán su verdadero paraíso. Entre la plaza de L’Albertine y la Plaza Real, se reparten algunos de los mejores monumentos y museos de la ciudad: el Museo Magritte, el de los Instrumentos de Música, Los Reales Museos de Bellas Artes, el Palacio de Bellas Artes, el BELvue, el antiguo Palacio de Carlos V, la Biblioteca Nacional… Para completar semejante aglomeración de belleza, la Plaza Real ofrece uno de los conjuntos más monumentales de la ciudad con el Palacio Real y el Parlamento a la cabeza. Muy cerca se encuentra el Parque de Bruselas. En dirección contraria, por la Rue de la Régence, se atisba la presencia del enorme Palacio de Justicia de Bruselas. En el camino, encontramos con la iglesia gótica de Notre Dame au Sablon. Detrás de ella, la Plaza Grande del Sablon es la puerta de entrada a un barrio chic de calles elegantes con chocolaterías donde venden bombones como si fueran exclusivas joyas y anticuarios con una gran oferta de arte africano.

Escapamos del encanto del Sablon para llegar al Palacio de Justicia y encontramos con la mejor panorámica de la ciudad. A nuestros pies: Bruselas y su barrio más popular: Marolles, un reducto de vida auténtica bruselense donde aún se puede escuchar un dialecto propio mezcla de francés y flamenco. A pesar de la diferencia de altura, bajar a Marolles es fácil con un ascensor de cristal que conecta las dos zonas.

En 1 minuto habremos cambiado la majestuosidad de la parte alta por el bullicio de este barrio popular. Restaurantes, tiendas de antigüedades y placitas con terrazas envuelven a todo aquel que lo visita. En la plaza du Jeu de Balle se instala cada día un mercadillo popular donde es posible comprar cualquier cosa.

Barrio europeo

De Bruselas a Europa y al mundo

Gran parte de las instituciones europeas están en Bruselas. La Comisión Europea, el Consejo, parte del Parlamento… se encuentra repartidos en los edificios Berlymont, el Justus Lipsius, el Delors o el espacio Leopord. Todos ellos en el barrio europeo, una zona entre los parques de Bruselas, Leopold y el Cincuentenario.

No solo visitar los edificios, también es posible conocer cómo funcional las instituciones en Parlamentarium, el centro de visitantes del Parlamento Europeo.

Aunque no todo es política en este barrio. Hay plazas, parques e incluso el Museo de Ciencias Naturales con unas figuras de dinosaurios a tamaño real.

Y de las instituciones de Europa a los monumentos de toda Europa. En la otra punta de la ciudad se halla Mini-Europe, un parque donde se agolpan los monumentos más conocidos de cada país europeo. En total, 300 miniaturas, con una escala 1/25. A España lo representan la Catedral de Santiago, el Monasterio del Escorial, el Monumento a Colón de Barcelona, unos molinos de viento y la Plaza de Toros de Sevilla (y olé).

Junto a Mini – Europe se alza un icono: el Atomium. Construido para la expo de 1858, representa un cristal de hierro, aunque 165.000 millones de veces más grande. Su altura es de 102 metros y se puede acceder a cinco de sus nueve bolas, muchas de ellas convertidas en salas de exposiciones. La más alta es una cafetería panorámica que ofrece una vista de toda la ciudad.

Murales en las calles de Bruselas. Hay más de 40.

Tintín y sus amigos: viñetas, cómics y murales.

El cómic y Bruselas están íntimamente unidos. Tintín, los Pitufos, Lucky Luke, Marsupilami… son algunas de las creaciones belgas más internacionales. Aparte de conocerlos entre páginas podemos encontrárnoslos por la ciudad: en alguno de los tres museos dedicados al cómic, en las paredes o –prácticamente- de carne y hueso en el festival del cómic de Bruselas.

Están por todas partes. Nos podemos encontrar a Astérix y Obelix, a Billy the Cat, a Tintin o a cualquier otro personaje a la vuelta de la esquina. Unas cuarenta paredes de Bruselas han sido decoradas con pinturas murales dedicadas a los personajes de cómic. Una ruta ayuda a conocerlas.

Profundizar más es posible en cualquiera de los museos dedicados al noveno arte: el Centro Belga del Cómic, el Museo Marc Sleen o el Museo Moof de estatuillas de cómic. En el Pueblo de Cómic, además de comprar un dibujo original puedes visitar su café con –dicen-, las mejores hamburguesas de Bélgica.

Vivir en una viñeta también es posible en la Fiesta del Cómic cada septiembre. Incluye un desfile con globos gigantes de personajes de cómic, un rallye de Tintín, cine, visitas guiadas o un concierto dibujado. La próxima cita: del 4 al 6 de septiembre de 2016.

http://visitbrussels.be/bitc/BE_fr/fete-de-la-bd/les-extras-de-la-fete-de-la-bd.do

Bombones en la capital belga

En un plato y en un vaso belga.

En una mesa belga no pueden faltar la cerveza y los mejillones con patatas. Son el plato belga por excelencia. Una enorme cacerola de mejillones con salsa acompañados de patatas fritas, otro de los productos estrella y más si se sirven con mayonesa.

Algo más sofisticado. Los restaurantes con buen pescado se concentran en la zona del antiguo puerto, donde desembarcaban los barcos que llegaban por el antiguo canal. El producto conserva la calidad y la frescura de antaño aunque hace tiempo que esa vía de comunicación se cerró.

Los golosos están de suerte. Bombones, chocolate y gofres forman un trio más que apetecible. Estos últimos se pueden combinar con azúcar, nata, chocolate o, en su versión turística, con frutas, helado, sirope… Todos los ingredientes que quepan encima de él. Da igual, están buenísimos. Muchos belgas en sus casas tienen una especie de sandwichera para preparar gofres. Sorprendentemente están delgados.

La cerveza es otro de sus pilares. Por la variedad y por la calidad de muchas de ellas. Una tradición que surge de la necesidad. El agua de los canales no tenía demasiada calidad, así que en los monasterios se fermentaba para que la población pudiese beber esta agua más saludable. Cada monasterio tenía su receta y, al contrario de lo que ocurría en otros países, donde la cerveza se hacía con lupus, en Bélgica utilizaban distintos ingredientes. La variedad ha llegado a nuestros días y podemos encontrar cerveza de lúpulo, de diferentes combinaciones de hierbas y frutas, de fermentación espontanea, las de las abadías, las de los monjes trapenses… Hay más de mil tipos. Y cada una de ellas se sirve en su copa. Santé. Prost.

guía de Bruselas 2015-09-22 Paula Mayoral