Bryan Adams en el WiZink Center: Hacer sencillo lo difícil
Bryan Adams en el WiZink Center. Y, nada, eso. Solo eso. Que es tanto. Un ángel heroico caído del cielo para salvarnos de esta mierda abriendo la espita del rock caudaloso que patea culos y eleva espíritus. Esa es la introducción planteada desde la gran pantalla justo antes de que la banda aparezca en escena a todo trapo con la contundencia de la reciente 'Kick ass' y el músculo clásico de 'Can't stop this thing we started'.
El primer grande internacional del rock que nos visita en casi dos años no se anda por las ramas y tira de artillería pesada con 'Run to you'. Y el público, a pesar de estar organizado en sillas incluso en la pista, ya no vuelve a sentarse en las casi dos horas de un recital que constata una vez más el amplio repertorio que el canadiense ha ido construyendo a lo largo de cuatro décadas.
Y la selección de temas está bien equilibrada, con los más recientes reivindicando el presente, aunque inevitablemente con menos respuesta de la concurrencia que las añejas. Ahí están 'Shine a light' (con el pabellón iluminado con los teléfonos) y 'Go down rockin' intercalándose con naturalidad con exitazos por todos coreados como 'Heaven' o 'It's only love' (la broma de que Tina Turner no está para cantarla es ya otro clásico, pero siempre resulta divertida). Lo mismo ocurre acto seguido con 'Clound number nine', 'You belong to me' y 'Have you ever really loved a woman?', con recuerdo a Paco de Lucía en la pantalla incluido.
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Cambia en este punto Bryan Adams la temperatura del WiZink Center dejando a un lado su Gretsch y su Fender y agarrando la acústica. También funciona así, en solitario frente a su gente que se contonea con la baladita 'Here I am' y se disloca con la irresistible melodía pop de 'When you're gone'. Y cómo está el tipo a sus 62 lozanos años, eh, fino físicamente y sobrado de voz ycarisma: Bryan brilla.
Te hace creer, como buen trilero, que no ha pasado el tiempo desde la última vez que le viste. O, aún mejor, desde la primera vez que le viste. Esa es la ilusión de los grandes conciertos de rock, que tienen la capacidad de hacerte sentir que estás en 1988, en 2004 o cuando sea. Cuando cada uno quiera. Detenido en el espacio y en el tiempo cuando por primera vez escuchaste la resobadísima '(Everything I do) I do it for you', por ejemplo, allá por 1991.
UNA BANDA DE ROCK
Regresamos al rock con 'Back to you' y toda la banda apretando el acelerador con júbilo. Ahí están los sempiternos Keith Scott y Mickey Curry, guitarrista y baterista de Bryan Adams desde el principio de los tiempos. Junto a ellos el bajista Solomon Walker, 'novato' fichado en 2017, y el teclista Gary Breit, incorporado en 2002. Se lo gozan y extienden la alfombra sonora para que el líder desfile y se luzca con firmeza, seguridad y elegancia.
De hecho, la velada coge aún más altura con 'The only thing that looks good on me is you', 'I'm ready', '18 till I die' y la comunión total de 'Summer of 69'. Aflojamos el ímpetu rockero con el ratillo de peticiones del público, que incluyen 'Let's make a night to remember' y la recóndita 'House arrest' que solo los más eruditos en la materia reciben con jolgorio. Trío de ases para finiquitar antes de los bises: 'Somebody', 'Please forgive me' y 'Cuts like a knife' con sus coros contagiosos, idóneos para que se detenga la música y el respetable aúlle como procede, siempre con la mascarilla presente.
El bis se queda algo justito con la canción principal del próximo disco del músico, 'So happy it hurts', que llegará el 11 de marzo, y de nuevo el recogimiento acústico de 'Straight for the heart' y 'All for love'. Ovación cerrada y fundido en negro para una velada en la que Bryan Adams aportó luz y color a las 10.000 personas congregadas en el WiZink Center. Una apuesta segura que hizo saltar la banca como si tal cosa: siempre haciendo sencillo lo difícil.