Recuerdo que el 12 de mayo de 2010, en el estadio HSH Nordbank Arena de Hamburgo, minutos después de haber ganado la primera UEFA EUROPA LEAGUE, pensé que era un afortunado por haber podido vivir esa final en directo y que sería casi imposible volver a vivir algo así… Como en muchas ocasiones en mi vida, me equivoqué y dos años después, el 9 de mayo de 2012 en el Estadio Nacional de Rumania en Bucarest, he vuelto a sentir las mismas emociones e incluso más fuertes.
A las 3.15 de la mañana empezó este viaje, en el aeropuerto de Madrid – Barajas junto con mi amigo de la infancia y compañero de abono Javi y su hermano Carlos y solo puedo decir que nunca un madrugón fue tan bueno. Podría hablaros de un avión lleno de camisetas rojiblancas, del aeropuerto internacional de Bucarest plagado de escudos con el oso y el madroño, de autobuses llenos de atléticos yendo a la Fan Zone Madrid (como la llamaron nuestros anfitriones rumanos), al encuentro con Cesar, Rufo y Borja, grandes amigos, pero me quiero centrar en lo vivido en ese espectacular estadio.
Una hora antes del encuentro ya estábamos sentados en nuestras butacas, y menos mal, porque el control de seguridad era lento con cacheos más o menos exhaustivos y control de mochilas y bolsas, con cada persona algo más de un minuto largo, para unas prisas. A pesar de todo, mi amigo Javi consiguió pasar un paquete entero de jamón serrano de una manera increíble, que es difícil de explicar y más difícil de creer…
Una cosa si me molestó y fue que los seguidores del Bilbao tenían más entradas que nosotros y algunas muy cerca de nuestra zona. Los hinchas del Athletic animaban, o bueno, lo intentaban porque aparte de gritos contra España y su clásico “Athletic, Athletic, aurrera” poco más. Nosotros estábamos sentados, guardando fuerzas y poco a poco, según se acercaba el principio del partido, comenzamos a desplegar todo nuestro repertorio, interminable,… un cántico detrás de otro, sin parar, como un martillo pilón.
Del partido no os puedo contar nada que no vierais por vosotros mismos. Todos pensábamos que los de Bilbao iban a salir a comerse el campo y que lo íbamos a pasar mal, pero fue todo lo contrario, los que salimos a morder fuimos nosotros, demostrando que el club grande venía de Madrid, que los jugadores con experiencia eran indios de la rivera del Manzanares y que para ganar la final había que luchar balón a balón, jugada a jugada y hombre a hombre. La grada se dio cuenta de eso. Ya sabéis que con un poquito que nos den, morimos cantando y así fue, viendo su impulso, no dejamos de cantar ni un solo minuto, gran parte de pié.
En la segunda parte nos damos cuentas que las fuerzas del equipo flaquean y ahí es donde nuestra hinchada termina por empujar al equipo, con cada balón que tocan aplausos, por cada pelota que lucha gritos de pasión, por cada pase que hacen bufandas al aire, por cada regate saltos de emoción… y al final, el Dios del futbol hizo justicia y probablemente el jugador con más talento de esta plantilla, Don Diego Ribas, mete el tercero por el Club Atlético de Madrid.
VAMOS ATLETI, LA HISTORIA CONTINUA CONTIGO TRIUNFAREMOS.