BUCÉFALO (Memorias del caballo de Alejandro)

Por Baoyim
Autor: Eloy M. Cebrián
Reseña participante del Certamen de Navidad del blog "Reseñas Literarias".
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Reseña de CAROLINA MÁRQUEZ ROJAS

SINOPSIS
Año 326 antes de Cristo. Bucéfalo, el legendario caballo del rey Alejandro de Macedonia, agoniza por una herida de combate. Consciente de que su fin se acerca, el animal se resigna a morir a un mundo de distancia de la tierra que lo vio nacer. Pero antes de dispone a evocar la aventura de su vida, un viaje fascinante que lo ha conducido desde las tierras de Grecia a Jonia, desde Egipto a Mesopotamia y Persia. Y más allá, mucho más allá, hasta las misteriosas estepas del Asia central y la fabulosa India, donde una flecha enemiga lo aguardaba impaciente.
Estas páginas constituyen una invitación a recorrer a lomos de Bucéfalo algunas de las páginas más vibrantes de la Historia, una crónica de primera mano del que habría de convertirse en el más glorioso de los reyes y el más invencible de los generales, aquel que sería honrado por la posteridad con el sobrenombre de «El Grande».
Batallas, aventuras, prodigios, valor, lealtad, ambición, muerte o victoria. Y todo un mundo que conquistar. El precio exigido es enorme, pero también lo es la recompensa: fama perdurable, gloria inmortal.
OPINIÓN
Bucéfalo es un caballo de combate, un guerrero más del temido ejército macedonio, y vive los últimos momentos de su existencia.
Pero no es un caballo cualquiera, es el caballo de Alejandro El Grande, uno de los mayores strategos autokrator -comandante en jefe- que ha conocido la historia. Fue desde su nacimiento un magnífico animal, protegido por los dioses, descendiente de los caballos portadores del carro de Poseidón.
Nació con un porte majestuoso y no tuvo nombre hasta que el destino unió su vida a la de un niño de nueve años que supo domarlo, que no dominarlo, al comprender su naturaleza indómita, tratándolo como a un ser vivo que siente, sufre, y, sobre todo, que comprende el comportamiento humano; su pequeño dueño lo amó y supo otorgarle un lugar en la historia como compañero en la guerra y no como mero instrumento de la misma.
Bucéfalo es un caballo de pequeña alzada, como Alejandro, originario de la región de Tesalia, pero es resistente, veloz y fuerte; hijo de Áyax y de Ánemos -viento en lengua helena-, nació con negro pelaje y cabeza ancha, con una marca blanca en la testuz en forma de estrella.
Su nombre, Bucéfalo, significa "Cabeza de buey".
"Bucéfalo. Memorias del caballo de Alejandro", podría considerarse una novela histórica más, que lo es, pero no por ello deja de ser original. Cuando el lector se enfrenta a una novela de estas características siempre se pregunta el por qué leerla, puesto que la historia es la misma y no va a contar nada que no se sepa ya; es cierto, la historia es la misma y si deja de serlo, estaríamos ante una Ucronía, una novela histórica alternativa basada en hechos históricos reales con desenlaces imaginarios, o incluso entraríamos en el terreno de la ciencia-ficción, y no sería una novela histórica en rigor. Pero en este caso, el relato es fiel a lo sucedido, a la vida del que fue rey de la Hélade, la Antigua Grecia, y del Asia Menor, a su pensamiento como estratega militar, sus ansias de conquista, pero no para enriquecerse, pues su sueño -y en ello insiste Bucéfalo a lo largo de su relato- era la unificación de todos los pueblos bajo un mismo imperio, en igualdad de condiciones y con los mismos derechos y obligaciones. Pero su originalidad reside en su punto de partida y a lo largo de toda ella.
La novela, pues, comienza con el relato de Bucéfalo en sus últimas horas de vida. Herido de muerte en la Batalla de Hidaspes, el viejo animal recuerda lo que fue su vida, su nacimiento, sus padres, sus primeros amos, hasta que arribó a la ciudad de Pela, residencia del rey Filipo II, padre de Alejandro. Profesa un gran amor hacia su madre Ánemos, de la cual conserva un sabio consejo: "aprende lo que puedas sobre los hombres; ése conocimiento puede salvarte la vida". Y esto es precisamente lo que hace Bucéfalo: aprender, escuchar las conversaciones de los hombres y de otros caballos, asimilar la historia y buscar testigos para conocer de primera mano todo cuanto ocurre a su alrededor; uno de estos testigos es ni más ni menos que su amo, Alejandro, el cual vierte en su más fiel amigo y aliado todas sus preocupaciones, como si de un amigo humano se tratase.
A través de Bucéfalo conocemos parte de la historia antigua, de la mitología griega, el orígen de las grandes construcciones de la época -la Acropolis de Atenas-; la vida de los "cadetes" del ejército macedonio bajo la instrucción de Aristóteles y sus enseñanzas sobre astrología, filosofía, humanidades, estrategia militar. También asistimos a las grandes batallas libradas por Alejandro El Grande: Gránico, Gaugamela, Queronea, el sitio de la Roca Sogdiana, Hidaspes, ejemplos de astucia y estrategia militar que aún hoy en día, se enseñan en las academias militares. Pero no sólo de batallas vive el hombre, y Bucéfalo nos relata también las vidas de los humanos contemporáneos, los ya mencionados Aristóteles, Filipo, y personajes importantes en la vida de Alejandro: Olimpia - su madre-, Hefestión -amigo de la infancia y amante de Alejandro-, Tolomeo, el romano Marco Furio Camilo, Parmenión, el orador Demóstenes, Darío III -rey de los persas-, su esposa Barsine, la única mujer a la que amó, y todos aquellos que, indirectamente influyeron en su vida.
Al tratarse de una novela histórica es inevitable el relato de las batallas más importantes, es incluso imprescindible para comprender la narración; en este aspecto es donde la mayoría de autores flaquean: el relato se vuelve denso, oscuro e, inevitablemente incomprensible, plagado de términos militares y palabras técnicas, con lo que se hace necesaria la presencia de un diccionario traductor; no es este el caso.
Eloy M. Cebrián relata el transcurso de dichas batallas de una manera ágil, rápida y al ritmo de la velocidad de las espadas impactando con las del enemigo, con la prontitud con la que el ejército se reagrupa en formación ante una situación crítica, sin recrearse en descripciones morbosas o macabras; no las necesita para que entendamos el horror de la guerra -Bucéfalo advierte que se abstiene de contar según que cosas-. De todas maneras, gracias a su preocupación por el lector novato en relatos históricos, nos ofrece descripciones sencillas sobre estrategia militar y formaciones militares como la "falange tebana", "los inmortales" o "la tortuga" romana.
Pero por encima del relato histórico, el autor nos conmueve con un relato de amistad y de humanidad. La relación entre hombre y caballo, general y compañero en la guerra, dandonos a entender que las gestas de Alejandro no hubieran sido las mismas sin Bucéfalo; y no por que lo cuente el caballo, sino porque el lector lo percibe durante todo el relato. El animal fue el instrumento inmediato de Alejandro como conquistador, así lo entendemos mediante el pensamiento del caballo, mediante sus sentimientos, que llegan a ser los mismos que los de su dueño: alcanzar la fama y la gloria, pero presentando a su dueño como una persona sensible, humana y respetuosa de otras culturas.
El antropomorfismo -atribuir cualidades, atributos y pensamientos humanos a un animal u objeto inanimado-, no es nuevo en la literatura; Esopo lo utilizó en sus fábulas, donde las enseñanzas morales son impartidas por animales, e incluso La Biblia utiliza este recurso. Puede resultar patético o ridículo utilizado con ligereza o poca sabiduría.
En este caso, utilizar a un animal como narrador de un relato histórico, tan importante como la gesta de Alejandro Magno, es un gran acierto. Por unos momentos, uno se olvida que es el caballo quien cuenta la historia, porque acabamos sintiendo a Bucéfalo como un "humano" más en los acontecimientos; sentimos cómo ama a su dueño, cómo es capaz de enamorarse y de vivir lo que el destino le depara, pero al mismo tiempo, sentimos que es cierto lo que nos relata, y que, verdaderamente, los hechos sucedieron tal y como los cuenta, aunque, sorprendentemente, es otro animal allegado a él quien termina el relato.
Una novela altamente recomendable, no sólo por su contenido sino por su forma de contarlo. Es un relato ameno, ágil, absorvente y con una gran sensibilidad, debería servir de ejemplo incluso para las escuelas de equitación y doma natural.
No puedo resistirme a una petición al autor: conocer las memorias de Marengo -Napoleón-, Babieca -El Cid-, y tantos otros...
CAROLINA MÁRQUEZ ROJAS