
Ya en Pest, se hace evidente la diferencia arquitectónica de esta orilla. Edificios con grandes entradas, aprovechados algunos de ellos por importantes firmas hoteleras, a los que el único “pero” que habría que poner es el excesivo descuido en la limpieza de las fachadas. Pero, no nos retrasemos más. Comencemos nuestro recorrido por esta bella ciudad.

A espaldas del Parlamento, aún cuando no sea uno de los más visitados, se encuentra el Museo Etnográfico. En el que anteriormente fuera el Ministerio de Justicia, se recoge la cultura tradicional del pueblo húngaro con colecciones de trajes, enseres y muebles. Si es de destacar la monumental arquitectura del edificio, con grandes columnas y estatuas. Una vez dentro, en su entrada principal apreciaremos sus columnas de mármol y estuco flanqueando una preciosa escalera. Los lunes se encuentra cerrado.


Andrássy, una avenida declarada Patrimonio de la Humanidad.
Con sus 2.310 metros de longitud, esta avenida conecta el Parque Municipal con el centro. Recorrerla, esta vez a pie, nos hará observar su arquitectura uniforme, sus edificios eclécticos amparados en el art nouveau, esculturas escondidas, mansiones solariegas y, en definitiva, los inmuebles más caros de Budapest.
La Ópera.
Lo que se denomina El Gran Almacén de París, en el 39 de Andrássy, fue el primer gran almacén de Budapest, abierto en 1.910. Hoy funciona como una librería y café y sus dos fachadas, tanto la de Andrássy como la de Paulay Ede, son realmente bellas. Quizás sea hora, bien de comer o de tomarse un café y un exquisito strudel con cerezas. En pocos metros, en el 34, podemos visitar el Abszint para degustar su goulash, acompañado de obras de arte o, si queremos un poco de intimidad aunque con mucha comida, en el 29 tenemos el Müvész Kávéház. ¡Ahhh, que solo quieres ejercer de turista!. No lo dudes, toma asiento en una de las terrazas y reposa un poco observando a la gente.Pero, como queda más que ver, no queda más remedio que continuar con el recorrido. A la altura del número 22, se encuentra el Teatro de la Ópera construido en 1.884. De estilo neorenacentista, su interior está profusamente decorado con obras exclusivas de artistas húngaros y tiene una capacidad de 1.261 asientos, aunque ya sabéis lo que ocurre en estos grandes recintos, y es que algunos –los más baratos- tienen una visibilidad que esa que denominan “reducida”. “No puede ser mayor que la de Viena”, esa fue la condición que puso su mecenas, el Emperador de Austria Francisco José I, para sufragar su construcción. Al igual que en el Parlamento existen tours guiados para su visita, que duran cerca de una hora. La música es algo vivo en Budapest y acudir a un concierto en la Ópera no es difícil; los hay casi todos los días y en fines de semana. También los podréis disfrutar, más baratos, en la Catedral de San Esteban u otras iglesias. Frente al Teatro de la Ópera, me llamó la atención un edificio, al igual que otros muchos, que no tenía identificado en mi guía particular. Se trata de la casa Dreschler, un diseño característico del art Nouveau. Lástima que esté tan ennegrecida.
Nos quedaba ya poco tiempo para nuestro embarque (os recuerdo que llegábamos a Budapest como escala de un crucero por el Danubio, en el que visitábamos Viena, Budapest y Bratislava), así que derechitos a la peatonal Váci Utca, el corazón turístico y comercial de la ciudad. Discurre paralela al Danubio, entre la plaza Vörösmarty y la Nagy Vasarcsarnock, que es lo mismo que el Gran Mercado Central. Llena de tiendas comerciales, de marca, de recuerdos, de hoteles y cafeterías, su edificio más antiguo –en el número 13- data de 1.805. Un paseo tranquilo y ya del todo relajado pensando que nuestra parada y fonda en Budapest deberá repetirse porque, son muchos los sitios que todavía quedan por descubrir. Como siempre, mis mejores deseos que no son otros que SALUD, ciudadanos viajeros.
Otros artículos sobre Budapest: Budapest. Dos ciudades en una. Parte I.