En mi caso, se trataba de un paquete de mix de berries (frutillas, arándanos y frambuesas) congeladas (es una lástima que en Buenos Aires casi no podamos conseguir berries frescas porque, en su mayoría, se exportan o se emplean para preparar confituras y dulces...) y una cajita de arándanos frescos gorditos y hermosos.
No lo pensé mucho y decidí preparar un budín de frutos rojos para la hora del té.
La verdad es que la receta resultó de la suma de varias preparaciones que tenía anotadas en mi cuaderno de recetas que consulto, comparo, modifico y experimento.
Puede parecer muy básica la preparación y la verdad que lo es porque, en realidad, lo que más me interesaba era respetar y resaltar el sabor, color y aspecto de las frutas. Ellas serían las estrellas de la receta.
Entonces, ¿nos ponemos a trabajar?
Antes que nada, prendé el horno para que se vaya precalentando. Recordá: Nunca prepares recetas de panadería y/o pastelería en un horno frío. Siempre, antes de comenzar a medir, tamizar y mezclar ingredientes, debés prender el horno para que vaya tomando temperatura. En este caso, con unos 190-200° C estará bien.
En un bol, colocá (cortada en cuadrados) 200 gramos de manteca o margarina pomada (blanda y a temperatura ambiente) y 400 gramos de azúcar. Batí con batidora eléctrica hasta lograr un arenado parejo. En ese momento, incorporá 4 huevos (de campo) de a uno. Es decir, hasta que no se integre por completo el primero, no añadas el segundo y así sucesivamente.
Continuá batiendo e incorporá una cucharada de extracto de vainilla, la ralladura de un limón (en mi caso, de los limoneros de la casa de mis padres: unas bellezas colmadísimas de enormes, perfumados y saboroso limones totalmente orgánicos) y 2 cucharadas de kirsch (aguardiente de cerezas o guindas). Batí por unos 5 minutos hasta lograr una mezcla homogénea y bien cremosa.
Entonces, incorporá por partes 380 gramos de harina leudante tamizada con 1 cucharadita de sal (para resaltar los sabores) y 1 cucharadita de polvo para hornear (para ayudar a que leude, debido al peso de las frutas). Incorporá a mano y con movimientos envolventes (¿Ya no uso más la batidora? ¡Exacto! La reemplacé por una espátula) los ingredientes secos.
En un bol aparte, colocá las frutas escurridas y seleccionadas. Separá algunas para decorar (si lo deseás) el budín una vez que se enfríe.
Enmantecá y enhariná un molde de budín (en mi caso empleé un molde tipo bundt cake o para flan de 20 centímetros de diámetro) y rellenalo hasta la mitad (más o menos, tampoco es necesario usar la regla) con parte de la preparación. Añadí una capa bien colmada de berries y completá hasta la tercera parte del molde con otra capa de preparación.
Llevá a horno moderado (180° C) por unos 80 minutos o hasta que al introducir un cuchillo en tu budín, éste salga limpito. Dejalo entibiarse antes de desmoldarlo.
Si quisieras, podría quedarse así: sin ninguna cobertura, vestidito o embellecimiento de ninguna clase porque ya es atractivo con sus colores y aromas naturales.
Sin embargo, yo tenía una tableta de chocolate de Ecuador al 60% de cacao y había separado algunos de los arándanos frescos y gorditos que había comprado para darle un toque de color y sabor a mi budín. El chocolate amargo, combinado con la acidez de los frutos rojos y los perfumes del limón y del kirsch se entende a la perfección, convirtiéndose en una fiesta para el paladar.
Si no te querés complicar demasiado, podés espolvorearlo con cacao amargo o con azúcar impalpable y listo. El budín se luce por sí mismo y no necesita de muchos detalles para convertirse en un favorito de tus hijos, marido y amigas.