Tras la conmoción inicial que conlleva en sí misma la muerte imprevista de un ser querido (mi papá falleció por muerte súbita), la irremediable aceptación (hasta cierto punto, por ahora) de su partida - al menos desde el plano de lo físico: ya no existe el abrazo, la palmada en la espalda, la mirada cómplice, la sonrisa pícara, el consejo oportuno... - y el vacío real de la ausencia (como algo corpóreo, pesado, permanente), cuando muere un padre lo que se siente es un inmenso estado de pérdida, de orfandad, de abandono, de indefensión... No importa que ya no soy una niña pequeña, lo que moviliza en mí es una de mis fibras más primitivas y esenciales.
Sin embargo, mi papá está en casi todas las cosas (hasta me doy cuenta que, incluso, en asuntos que me habían resultado imperceptibles hasta ahora): mi sentido de la rectitud, el compromiso con mis afectos, responsabilidades y el valor de dar la palabra; en gestos heredados, en conductas enseñadas, en el carácter legado, en las vocaciones compartidas, en la mirada, en sus hábitos y rituales, en el legado genético...
Gracias a todos ustedes que me acompañaron en uno de los momentos más duros de mi vida. Gracias por sus palabras de afecto, su comprensión, su fuerza, su cariño. Gracias por estar ahí, aunque sólo nos conozcamos a la distancia. ¡Muchas gracias!
Por eso hoy, para recordar a mi papá, entro nuevamente en mi cocina con la intención de proponerles una receta llena de su sabor favorito: la naranja que, combinada con el chocolate, se transforma en un bocado celestial.
Cuenta la historia que los cupcakes nacieron de la casualidad, como tantas otras recetas, cuando un ama de casa temeraria volcó algo de mezcla de bizcochuelo que le había sobrado en algunas tazas, porque le daba pena tirar ese resto de preparación. Así, tras horno y un rato de cocción nacían unas mini tortitas en taza (cupcakes) casi como de milagro, plenas de delicadeza y gracia (o, al menos, así quiero imaginarlas). Pues bien, en mi caso, no fue casual la obtención de estos budines en taza porque de principio a fin era muy consciente de lo que preparaba. Sin embargo, hasta probarlos no pude comprobar que "el experimento" bien valía ser repetido porque una es de carne y hueso, y sucumbe al instante a los encantos de la dupla chocolate-naranja. Mea culpa.
La verdad que la preparación de esta receta es bien simple y rápida. Eso sí, la degustación es casi una experiencia mística (y no exagero mucho), ya verán...
Aquí la lista de ingredientes para que se animen a darse un gusto con todas las letras.
La tarea de preparar estos budines en taza - como ya dije - es bien grata y rápida. ¡Manos a la harina, entonces! Para empezar, en un bol y con batidor de alambre, integrá 2 yemas de huevo (de campo, pastoriles o ecológicos) con 130 gramos de azúcar integral hasta que el azúcar se deshaga y no queden grumos. Luego, añadí 60 cc. de aceite neutro, la ralladura y el jugo de una naranja. Batí muy bien hasta integrar todo.
Entonces, incorporá por partes 100 gramos de harina integral fina y 100 gramos de harina leudante (aquella que incluye los precursores de leudado), tamizadas con una pizca de sal y 2 cucharaditas de polvo para hornear, intercalándolas con 150 cc. de leche (descremada, en mi caso) hasta obtener un batido homogéneo. Por último, agregá 80 gramos de chispas/chips de chocolate semi-amargo, ligeramente enharinadas.
Aparte, batí 2 claras de huevo con una pizca de sal hasta obtener claras a punto nieve. Incorporalas a la mezcla anterior con movimientos envolventes y delicados como para no perder todo el aire que generaste en el batido.
Al salir del horno, espovorealos con azúcar impalpable. ¡Y a disfrutarlos tibios o fríos, acompañados de un rico té, café o mates!
Con cada bocado, tomarás una porción suave, esponjosa y bien perfumada de masa sabor a naranja y de salsa de chocolate (producto del accionar del Baño María de cocción), que acompaña a la perfección esa pequeña maravilla que te llevás a la boca.
Observaciones y recomendaciones finales: Por acción de su propio peso, las chispas de chocolate (en su mayoría) se agolparán en el fondo del bol que utilizaron para realizar la preparación. Por ello, deben asegurarse, a la hora de repartir la mezcla en los moldes, que en cada uno de ellos caiga cantidad suficiente de chispas para lograr una buena capa de chocolate derretido que espera a ser descubierto en el fondo de cada budín.
La naranja (con su ralladura y jugo) puede reemplazarse perfectamente por mandarina o limón.
Esta proporción de ingredientes alcanza para obtener 3 tazas grandes (en mi caso, utilicé soperas, pero pueden ser tazas como para café con leche o para cereales con leche) o 6 tazas medianas tipo té.
En casa todos quedamos complacidos con estos budines esponjosos y livianos, con un perfume delicioso a naranjas y la sorpresa final del chocolate hecho salsa que sólo descubrimos cuando llevamos la cuchara hasta el fondo del recipiente.
En fin... Espero haber logrado tentarlos lo suficiente como para que decidan preparar estos budines en taza con sorpresa porque estoy segura que les van a encantar.Les deseo una excelente semana. ¡Diviértanse, experimentando en la cocina y sean muy felices, disfrutando de sus afectos! Hasta la próxima.