Buenas y malas cuentas

Publicado el 14 febrero 2012 por José Luis Ferreira

A raíz de una discusión escéptica sobre Economía, algunos contertulios me instan a que aclare de dónde saco algunas de mis afirmaciones. Por ejemplo, de dónde saco que los bancos prefieren que las hipotecas se paguen en lugar de que se produzca un impago y se quede con el piso. Con esta afirmación intentaba rebatir la idea contraria (que prefieren los impagos) como parte del argumentario de que los bancos están interesados en que haya crisis.
Creo que el contertulio que me planteó la pregunta en realidad estaba más interesado en saber cómo saben lo que saben (o creen saber) los economistas. Señalaré, como cuestión de orden, que siempre me refiero a la Economía como ciencia (o disciplina, si el nombre de ciencia sabe a mucho) según el consenso académico de los economistas que investigan y publican en las revistas de impacto y que se recoge (en parte) en los libros de texto. Lo que diré se refiere a este quehacer de estos economistas, no a si un economista de una empresa, familia o administración pública o internacional toma decisiones correctas.
Los economistas acumulan conocimientos usando:
1. Teorías generales o hipótesis particulares formuladas con el intento de fundamentar y explicar los comportamientos económicos observados.2. Contrastación empírica de tales teorías e hipótesis.
La contrastación empírica viene de varias fuentes:
  • Los datos históricos de la aplicación de distintas políticas. 
  • Los datos observados sobre las decisiones de consumo, ahorro, inversión,... en individuos, familias y empresas (por ejemplo, la Encuesta de Presupuestos Familiares).
  • Los experimentos de campo que se producen cuando se aplica un programa piloto sobre una medida económica. Se llaman experimentos porque suelen permitir comparar el comportamiento del grupo de individuos a los que se aplica la medida con otro semejante al que no se aplica y sirve de control. Por ejemplo, se aplica un sistema de bono escolar en una provincia y no en otra similar.
  • Los experimentos de laboratorio en los que varios participantes simulan decisiones económicas.
  • Las simulaciones de modelos econométricos calibrados a los parámetros de un país y que intentan prever los efectos de algunas políticas económicas.
A los que se muestran escépticos sobre si los economistas saben tomar bien los datos les reconfortará saber que han desarrollado toda una rama de la Estadística (con ayuda de estadísticos y matemáticos) para prevenir todo tipo de posibles sesgos: la Econometría.
Es bastante fácil de responder a la cuestión que abría la entrada, no hace falta matar moscas a cañonazos. Basta ver que cuando una hipoteca se paga el cobra todos los intereses del préstamo. Cuando se produce un impago, cobrará solo los intereses hasta la fecha del embargo de la casa (más los de demora por las cantidades debidas hasta ese momento). De la venta de la casa solo se quedará, como mucho, con la parte que haga frente a estos intereses no pagados más el remanente del préstamo sin amortizar y del que no sacará intereses. Digo "como mucho" porque nunca se puede quedar con más, si la venta de la casa genera más que la deuda, el resto va al titular de la hipoteca. Si la venta no da para pagar la deuda, puede no haber nada más que embargar para cobrar el resto. También podemos ir a los balances de los bancos y ver qué rendimiento le sacan a un préstamo hipotecario que se paga y qué rendimiento a uno que acaba en embargo y cuánto puede aumentar el negocio en cada una de estas dos posibilidades.
Frente a esta manera de obtener datos y hacer afirmaciones hay siempre alguien que hace las cosas mal. Por ejemplo, Vicenç Navarro asegura en su libro Hay Alternativas que si España tuviera el tamaño del estado de Suecia (proporcionalmente hablando, claro). Su único argumento es este:
“Si España, que en estos momentos tiene un 9 por ciento de su población empleada en estos servicios, tuviera el porcentaje que tiene Suecia (25 por ciento), tendría como poco 5 millones de puestos de trabajo más de los que tiene ahora, cifra que es superior, por cierto, al número de desempleados actual, lo que significa que el desempleo no existiría en España.” (pag. 95)
Navarro no tiene en cuenta nada más, por ejemplo que si el Estado Español se hiciera cargo de (casi) toda la sanidad y educación del país, muchos, muchísimos de los puestos nuevos que tendría el sector público serían puestos que habría quitado al sector privado, por poner solo un ejemplo. Es una opción, pero hay que hacerse bien las cuentas. Y todo eso sin hablar del nivel de riqueza de Suecia, que se puede permitir más cosas que España, o de su mucha menor corrupción y mayor eficiencia en la cosa pública.